domingo, 8 de diciembre de 2019

Análisis y destitución subjetiva


Desgrabación de la charla del 18/10/19 en la Biblioteca López Merino de La Plata y de la clase del 21/11/19 en el Centro de Salud Mental N.º 1 de C.A.B.A.

En la Proposición del 9 de octubre de 1967 sobre el psicoanalista de la Escuela, Lacan establece estas dos operaciones, correlativas y simultáneas, que se producen en el fin de análisis: deser (desêtre) del lado del analista, que es lo que le ocurre al sujeto supuesto saber -respecto del cual enseguida vamos a hacer una aclaración, tal vez obvia pero importante-, y del lado del analizante lo que llamó destitución subjetiva, que es nuestro tema de hoy, relacionada al “atravesamiento del fantasma” y otros sintagmas a los que nos hemos acostumbrado.
Primero, dijimos: operaciones correlativas y simultáneas, es decir que una se produce por la otra, y la otra por la una. El sujeto supuesto saber, pivote de la transferencia del cual tanto se habla, por lo general se imaginariza como un saber puesto en el analista. El analista al que yo me dirijo sabe, sabrá, arribará a saber lo que a mí me pasa, y me lo puede decir. Falso, eso no es el sujeto supuesto saber, es una creencia del yo. Yo puedo creer que mi analista sabe, puedo creer que no sabe nada, inclusive es bastante frecuente como dice Lacan, puedo ponerlo a prueba y desafiarlo a que sepa lo que no sabe… no importa, son cuestiones imaginarias entre dos sujetos, pero la relación de transferencia no es intersubjetiva, y esto es una afirmación fuerte.
Sujeto supuesto saber no es una creencia del yo porque es inconsciente; es inconsciente, universal y estructural al hecho de hablar. Nosotros abrimos la boca para hablar y el sujeto supuesto saber ya está instalado. No importa si se encarna en alguien o en nadie, es lo mismo que el Otro, podemos escribir Otro o SSS, no hay diferencia; creo que podría escribirse SS porque son equivalentes. Cuando yo digo que el sujeto supuesto saber está afectado de desêtre o deser, digo que me encontré con la falta en el Otro, es una cuestión fuerte, definitiva y que está más allá de aquel que a la sazón dirigió mi análisis, o de toda la seguidilla de analistas que tuve, o todos los padres idealizados, o el Dios de mi religión, o la bandera de mi agrupación política, o cualquier cosa que se erija imaginariamente en el lugar del sujeto supuesto saber o del Otro que no existe.
Disipado ese malentendido, no es que al final del análisis a la persona del analista que estuvo ahí teniendo la vela y conduciendo el análisis durante años le pasa algo; probablemente no le pasa nada; lo que sí pasa es que las sesiones llegan a su fin, pero no es que su persona se convierte en un deyecto, en una cosa arrojada, que su ex-analizante no lo quiere más, más bien es todo lo contrario, queda la relación humana, dice Lacan en el seminario 15, El acto psicoanalítico, en la sesión del 21 de febrero del '68.
A propósito del seminario 15, contemporáneo de la Proposición…, es aquel donde Lacan más contundentemente habla de lo que se llama el fin de análisis como pase de psicoanalizante a psicoanalista. Acá hay una cuestión de traducción: cuando uno lee la Proposición o este seminario inédito, se encuentra con que el fin de análisis consiste en “el paso” de psicoanalizante a psicoanalista. Error: cuando vamos a ver la versión en francés, nos encontramos con que el término no es “el paso” (le pas), sino “el pase” (la passe), y eso es diferente. En francés tenemos le pas, el paso o la partícula de la negación; y la passe, que es la palabra que usa Lacan. Es diferente, en primer lugar, porque hace pareja con impasse, que también es femenino -y que nosotros solemos usar erróneamente como si fuera sinónimo de intervalo- y que quiere decir “sin salida”, su significado es fuerte. La passe, salida de la impasse, significa salto, dice Lacan, y eso sí está bien traducido. ¿Por qué en el pase o la passe hay un salto? Porque abajo hay un agujero. Uno no puede decir “doy un paso” de psicoanalizante a psicoanalista, porque tiene que saltar, saltar sobre la inexistencia del Otro.
Ahora bien, actualmente cuando decimos “el pase”, pensamos en el dispositivo llamado así, dispositivo del jurado de nominación, de los pasadores, de los pasantes, donde el ex analista no tiene injerencia, donde el que atravesó su análisis cuenta lo que le pasó. Tiene un fin, que es ser analista de la Escuela, entonces va a verificar si ahí hubo pase o fin de análisis. Pero la palabra pase fue primero usada por Lacan para las dos operaciones conjuntas en el fin de análisis, deser del SSS y destitución subjetiva, lo que se llama “acto analítico” en sentido restringido. Después se usa la misma palabra para nombrar este dispositivo que nombra a alguien como Analista de la Escuela.
El fin de análisis implica deser del sujeto supuesto saber + destitución subjetiva + resto inanalizable + dimensión interminable. Con lo cual la passe es dinámica, se repite, no ocurre de una vez para siempre. Palabras del propio Lacan en una ponencia del '73 que se llamó Sobre la experiencia del pase: “...pues como se me hizo notar, si hay alguien que se lo pasa pasando el pase, ése soy yo”; con un juego de palabras que utiliza tres veces la raiz, pasar-pasando-pase. Lo cual quiere decir que ese salto que supone la constatación de la inexistencia del Otro, con todas las consecuencias que eso tiene sobre la subjetividad -veremos cuáles son-, se reitera, no puede ser algo fijo ni un acontecimiento único. No dejamos de repetir ni de apelar al soporte fantasmático aunque está mucho más atenuado, ha “decaído”, y aquí también voy a referirme a la traducción: no es que ha sido “atravesado”, es que se apagó, como unas luces que pierden intensidad, lo leo en el verbo dechoir que elige Lacan aquí y que fue traducido como “caer”, cuando más bien es “decaer”.
A partir de ahí, el imprevisto de la súbita manifestación del Otro (sin barrar, claro está) sigue ocurriendo para todos nosotros pero la respuesta es más rápida, se acorta el tiempo de comprender en favor del de concluir. ¿Por qué? Porque el haber hecho ese salto del que hablamos da elementos para desenredarse más rápido de aquello que en la neurosis sintomática, previa a todo este acontecimiento de terminar el análisis, enreda, demora, hace sufrir. Lacan dice: aquel que realiza el salto o pase de psicoanalizante a psicoanalista es un sujeto advertido. Grandes malentendidos alrededor de eso también, porque en nuestro lenguaje común advertido es tener un saber; estoy advertido de que puede pasar tal cosa, ya lo sé, me prevengo. No. Existe ese significado, pero es neurótico; prevenirse, como todo el mundo sabe por la fobia, es un mecanismo de defensa; pero estar advertido en el orden del saber, no te pone a resguardo de la sorpresa ni de la contingencia.
Este “advertido” del que habla Lacan no es un saber sino la consecuencia de haber realizado la destitución subjetiva. Esta última es consumada y arroja un sujeto advertido, un pasaje al acto advertido; pasaje al acto que también tenemos que redefinir y ver qué quiere decir. Podríamos contraponer el padecimiento en exceso a esta suerte de advertencia; de un lado todos los mecanismos de defensa que hacen consistir al Otro sea como sea, porque el Otro hace sufrir pero también protege, y del lado del pasaje al acto advertido todo lo que es saber-hacer (que aunque tenga la palabra “saber” no es para nada lo mismo que el saber; no es un saber significante, es un saber-hacer en acto, sin cogitación); podríamos poner de ese lado todo lo que Lacan llamó sinthome que tiene que ver con eso, con arreglárselas con un modo de gozar.
Resulta que en el Seminario 11 dice “...después de la ubicación del sujeto respecto de a, la experiencia del fantasma fundamental deviene la pulsión. (…) ¿Cómo puede un sujeto que ha atravesado el fantasma radical vivir la pulsión?” Quiere decir que el goce, el goce pulsional tenía un sentido mientras el fantasma estaba erigido, con todas sus luces prendidas, filtrando todo lo que es realidad, vínculos, éxitos y fracasos. Hasta ahí el goce tiene un sentido; ese sentido ¿de dónde proviene? Proviene de la identificación del sujeto en cuestión con el objeto, se trate del que se trate. Ya estamos anticipando que en el fin del análisis tiene que haber una desidentificación o separación de ese objeto. Si la hay, y vamos a ver por qué se produce, ¿qué pasa con el goce? Queda sin sentido, queda opaco, queda reducido al puro goce de la pulsión; y después hay que arreglárselas con eso, que es mucho más fácil, es más liviano, es más dinámico, más inventivo: esa es la otra palabra que colocamos del lado de saber-hacer, sinthome, acortamiento del tiempo de comprender, mutación de la repetición, invención.
Y la palabra invención tiene que ver con haber accedido al no-todo. Hay una correlación necesaria y esencial entre no-todo e invención. Con esto quiero decir que mientras el Todo se adueñe de nuestra lógica neurótica, la invención estará limitada, también la sublimación, pero sobre todo la invención respecto a qué hacer con las apariciones ominosas de lo real. La mala sorpresa, el imprevisto, lo que ocurre en la vida de todo el mundo, puede ser abordado con sufrimiento y culpa, con exigencia superyoica de algún sacrificio; preguntando por qué a mí, reaccionando al golpe traumático con padecimiento sintomático, pero nunca para hacer deconsistir a ese Otro que se manifestó súbita y traumáticamente. Luego del fin de análisis el Otro se sigue manifestando así, monstruoso, pero hay un tiempo de respuesta frente a eso que se demora en ofrendarse a su presunta voracidad. Y con esto tiene que ver la palabra “advertido”, que es cambiar el dolor expiatorio, digamos así, como respuesta neurótica, por la brecha informadora de la inexistencia del Otro. Cambiar el dolor gozoso (en el sentido de que el Otro nos goza una y otra vez) por el agujero que da acceso al no-todo y a una invención en ese lugar.
¿De dónde sale la pregnancia del Todo? Lo hemos visto en L'étourdit: “El universo no está en ningún otro lado más que en la causa del deseo, lo universal tampoco. De ahí procede la exclusión de lo real… de ese real: que no hay relación sexual”. Es la pregnancia del Todo mientras el sujeto no se haya separado del objeto.
Primero, la cuestión política por la cual está haciendo énfasis en esto: Lacan está muy preocupado por objetar el modo de elección de los miembros en las sociedades psicoanalíticas internacionales, el modo jerárquico y piramidal, porque lo hace directamente responsable, en la Proposición, del atascamiento por un lado y por otro de la desviación del psicoanálisis; las dos cosas son graves. Por eso dice también que no hay psicoanálisis didáctico, en el sentido de que prepare para ser analista, porque todo análisis llevado hasta su final prepara para ser analista y por lo tanto ese calificativo, “didáctico”, se vuelve vano.
Segundo, la cuestión clínica: en esa passe de analizante a analista ocurre que se separan a y -φ. Antes de eso, para todos nosotros, ser lo que le falta al Otro es ser, en principio indistintamente, a o -φ. Ya habíamos visto lo que pasa en el duelo, cuando alguien muere y esa castración que estaba taponada de alguna manera por la imagen del otro, se destapa y cae sobre nosotros produciendo una destitución subjetiva puntual; lo mismo ocurre en el fin de análisis. La fórmula, bastante canónica para mi gusto y que yo voy a completar con dos frases más adelante, es ésta: cuando el sujeto advierte los significantes a los que estaba encadenado, agarrado -porque estaba atado a ellos inadvertidamente, eso se llama alienación-, se suelta de esos significantes e ipso facto se separa del objeto al que estaba identificado, a en el fantasma; al separarse del objeto al que estaba identificado -objeto pulsional, mirada, voz, pecho, mierda, no importa- como el objeto es el tapón de la versión imaginario-simbólica de la falta, ¿qué le ocurre al sujeto? La castración se le viene encima, y eso es lo que Lacan llama, en el fin de análisis, “realización subjetiva de la castración”.
De ese lado está lo que llamamos destitución subjetiva; y vamos a ver que, a pesar de su nombre que parece una desgracia, en realidad es una cosa bastante buena. Esto ocurre del lado del analizante: -φ queda al descubierto, y el a del cual el sujeto se separó se dice que es arrojado del lado del analista, el cual cae como desecho de la operación. Es cierto, aunque la desventaja de formularlo así es pensar que es algo que le ocurre a una persona, cuando en rigor es algo que sucede a gran escala. No obstante, significa la liquidación de la transferencia y el fin de las sesiones con ese analista y con cualquier otro analista.
Al menos por un tiempo, porque eso es relativo: todos los fines de análisis son diferentes, como no podría ser de otra manera, todos tienen tiempos distintos, todos tienen formas diferentes de terminar con las sesiones; terminarlas primero, y terminar el análisis después, o al revés, seguir con sesiones mucho tiempo, o hacer coincidir las dos cosas; sufrir efectos de destitución subjetiva fuertes y cambiar el recorrido de la pulsión, con impacto cierto sobre los síntomas, y al tiempo volver con el analista, o con otro; todas las soluciones son diferentes, lo importante es que esto no es estático, no es igual para todo el mundo; los efectos son ciertos, son fuertes, son importantes, pero son diferentes para todos. Y nunca dejamos de ser neuróticos y de producir síntomas: una obviedad, pero hay que recordarlo.
Lo importante, pero no hace falta que se los diga, es no hacer una idealización del fin de análisis ni mucho menos del procedimiento del pase.
Ahora bien, ¿qué es destitución subjetiva? Acá hay una cuestión referente al sujeto que es muy importante. El sujeto de la DS es el no sujeto, por lo menos no es el sujeto cartesiano. Remito a un muy buen artículo que me acercaron y agradezco, de J. Allouch, que se llama Sobre la destitución subjetiva. Es el sujeto no representado por uno o varios significantes para otros significantes. Resulta que a pesar de lo que nosotros, que nos llenamos la boca con la palabra sujeto, creemos, el sujeto del que hablamos siempre está excluído, porque es un sujeto representado. Para hablar de un sujeto no excluído, deberíamos hablar de un sujeto que no tiene representación, de un sujeto puro.
Por ejemplo, la lógica clásica, la que Peirce retoma de Aristóteles, la de las proposiciones universales y particulares, enuncia: “todo trazo es vertical”, y resulta que siguiendo el camino lógico se arriba a que si no hay vertical, no hay trazo. Si desaparece el predicado desaparece el sujeto, ergo el sujeto es sólo representado, es decir excluído. El sujeto no es más que su atributo. Y el ser se pierde detrás del atributo, esa es la operación de alienación.
Pero esta exclusión no la encontramos solamente en la lógica, la encontramos en la misma clínica psicoanalítica, cuando decimos sujeto obsesivo, sujeto psicótico, etc. La exclusión es la falta en ser que opera la represión primordial, pero vamos a ver que la destitución subjetiva es una incidencia de la represión primordial distinta de la inicial, que destituye al sujeto haciéndolo aparecer, haciendo caer todas sus representaciones. Paradójicamente, destitución, en lugar de ser antónimo es sinónimo de instauración del sujeto. En el lenguaje común, a destitución opondríamos instauración; en esta operación de la que estamos hablando, destitución es igual a instauración del sujeto como no representado, como dejando de estar excluído.
Al separarse del objeto que lo representa en el fantasma o al que está identificado, ocurre esto que llamamos destitución subjetiva. Hace un rato prometí completar la operación intercalando dos frases: cuando el sujeto advierte los significantes a los que estaba amarrado -y cae entonces como representado-, se suelta del objeto al que estaba identificado -por lo tanto la libido se va a otra parte, circula, se redistribuye-.
Que otra cosa produce la exclusión del sujeto? Dijimos la lógica clásica, dijimos la clínica psicoanalítica… El inconsciente, en la versión de represión que maneja Lacan que no es la misma que maneja Freud. Freud tiene una versión de la represión que significa olvidar de manera fuerte una idea inaceptable e intolerable; para Lacan represión es la desconexión entre el sujeto y el saber, es decir la cadena significante inconsciente. Entonces qué ocurre: soñamos y nos extrañamos de nuestro sueño, porque el sujeto está desconectado de ese saber, que aparece por eso mismo absurdo o enigmático. Entonces, la represión también opera una exclusión del sujeto.
L0 que sucede en el fin de análisis que es esta simultaneidad o correlación entre el desêtre del sujeto supuesto saber, el Otro o Dios, o como lo quieran llamar, y destitución subjetiva, ocurre repetidas veces a lo largo de un análisis. Por eso Lacan usa la expresión “acto psicoanalítico” en el sentido restringido de lo que ocurre en el fin de análisis pero también llama así a cada interpretación lograda; porque en cada una de ellas ocurre esta misma separación entre DS y desêtre del SSS, salvo que, lo dice en la Proposición, el analizante elige “confirmar su opción”, es decir volver a levantar la opción del SSS. Es difícil, hay que dar unas cuantas vueltas para poder llegar al punto en que ya no se elige más levantar la opción del sujeto supuesto saber. Por eso es que hay un acto analítico que es el del fin, que se distingue de los anteriores pero al que todos los anteriores prepararon.
¿Acaso hay que llegar a este momento de fin de análisis del que se tiene certeza -no hay duda acerca de eso- para conducir análisis? No. En la ponencia Sobre la experiencia del pase, de 1973, Lacan dice más o menos esto: si ustedes aprendieron, como analizantes y para practicarlo con otros, es decir para ejercer el oficio, cómo se aprietan los botoncitos para que el inconsciente se abra, no habrán aprendido gran cosa. Es decir que podemos operar como analistas y saber cómo garantizar la asociación libre, cómo respetar la regla de abstinencia, cómo no mezclar nuestra propia subjetividad, es decir cabalmente conducir un análisis como debe ser. Pero, continúa diciendo, esto no es nada comparado con lo que ocurre en el fin de análisis de cada uno de nosotros que no es para nada del orden de un aprendizaje como lo anterior, sino de una revelación.
Subrayo esta palabra porque encuentro que es la palabra que conviene para hablar de lo que le ocurre al fantasma. No atravesamiento, ni travesía como yo misma propuse en algún lado, ahora encuentro que cuando Lacan habla de revelación del fantasma es el término acertado; palabra que como sabemos le roba al cristianismo pero la despoja de religiosidad -en rigor es el revés de lo religioso-. En la proposición dice más o menos que cuando el sujeto ve zozobrar la seguridad que obtenía de su fantasma.. que es la ventana que se abre para él a lo real.. el resto determinante de su división lo hace “caer” de su fantasma y lo destituye como sujeto. Sería “caer” si hubiese usado el verbo tomber, pero escribe en cambio (…) le fait dechoir de son fantasme. Ya dijimos que estaría mejor traducido como decaer, que no es lo mismo, y tiene otras acepciones, apagarse, perder intensidad, menguar, aminorar.
Hace un rato hablábamos de arreglárselas más rápido, suspender la respuesta frente a la manifestación de lo real como una mala sorpresa, posponer el sentimiento de agravio, daño, persecución, mala suerte, etc. etc. que están siempre prêt a porter. Dura menos pero eso no significa que no aparezca como la primera respuesta, la más a la mano. Que dure menos, ese es el decaer, el aminorar, el menguar que ocurre en un análisis a su fin. Al menos al fin de la transferencia o inexistencia del Otro; no podemos ser tajantes al hablar de fin, so pena de estar sosteniendo la lógica del Todo otra vez, de la que queremos escapar.
Esa revelación de la que habla Lacan entonces en Sobre la experiencia del pase no es ningún aprendizaje; operar como analistas sí es un aprendizaje, pero no porque te lo enseña un profesor sino un aprendizaje en acto en tu propia experiencia de análisis -gran diferencia-; cómo lo inconsciente se abre, cómo se descifra, cómo se analiza un sueño, cómo se van venciendo los obstáculos transferenciales, cómo discurre la angustia; todo eso prepara para conducir otros análisis. Y todo esto es un aprendizaje, pero que no se compara con lo que ocurre al fin de un análisis y que es del orden de una revelación. Voy a leer la cita que les comentaba de memoria: “Un análisis implica por cierto la conquista de un saber que está ahí antes de que lo sepamos, esto es el inconsciente; y desde luego que el sujeto puede aprender allí cómo es que eso se produjo. En este sentido, y sólo en este sentido un análisis es didáctico. Pero si el sujeto no ha hecho más que aprender a pulsar los botones adecuados para que eso se abra en el inconsciente, y bien, permítanme decirlo, no ha aprendido gran cosa. No aprendió que de ese saber que yo defino como articulado -esa es la esencia de aquello en lo que insisto cuando digo que el inconsciente está estructurado como un lenguaje, cada cual a su manera y en un punto exclusivamente local, es el efecto, la pura y simple dependencia. Si se limitó a aprender cómo hacer para que otros se den cuenta, esto es poco frente a lo que se reveló ante él en la experiencia analítica. Piense el analista lo que piense, el sujeto no lo aprendió en absoluto, sino que eso se reveló ante él. Es una dimensión muy diferente del aprender. Su primer movimiento es no saber por qué punta asirla”.
Algo más, de importancia respecto a la política de lo que se está jugando en octubre de 1967, que es esto: cuando Lacan habla de destitución subjetiva por primera vez y explica qué es, dice que es el grand motus en las instituciones analíticas. Quiere decir, aquello que se calla, que se esconde en la Internacional, y hasta tal punto se escondió -que el fin de análisis consiste en eso- que se lo olvidó. A la manera de la represión, se olvidó que se olvidó. Por eso en la Internacional el fin de análisis es un ideal, como la identificación con el analista, que es superior, que es un didacta, que aparece sobre todo sin división. En un escrito muy anterior a la Proposición, Situación del psicoanálisis y formación del psicoanalista en 1956, los llama burlonamente las Suficiencias.
Que Lacan fuera tan tempranamente crítico de la IPA, cuando su enseñanza se desarrollaba dentro de ella, me lleva a pensar que el mejor ejemplo de destitución subjetiva de los que da Lacan es Lacan mismo. Desarrolla su enseñanza desde el '61 hasta el '64 desde una posición de destitución subjetiva. ¿Por qué? Porque se conspiraba contra él, y todo el mundo lo sabía, porque sus alumnos, que eran muchos, eran captados en reuniones secretas por los jerarcas de la IPA, presionándolos para que dejaran a Lacan y lo vendieran, porque se sabía que el fin que se perseguía era que la enseñanza de Lacan como didacta fuera proscripta, y Lacan, frente a todo eso, sólo seguía enseñando. Sin ocuparse de nada más: ni de retener alumnos, y él lo dijo muchas veces, no me preocupé de retenerlos, los que se fueron se fueron y los que se quedaron se quedaron; y eso que le dolió mucho los que se fueron. Ni tampoco de hacer algo para impedir que se proscribiera su enseñanza. Llega el año 64 y es excomulgado.
Pero creo que de esa destitución subjetiva él extrae su fuerza. Fuerza para cambiar el paradigma del psicoanálisis. Y esto él lo anticipa, o lo recoge, o lo constata, en la Proposición, cuando dice: la destitución subjetiva, a pesar de lo que se cree, no es un deser (desêtre), al contrario: “es ser, singularmente y fuerte”. Esta reinstauración del sujeto como destituído y sin predicados; sujeto en el que se realizó la castración.
Sabemos teóricamente desde que estudiamos la sublimación, que todo lo que es del orden de este destino de pulsión (que corre parejo con su otro destino sintomático pero no es para nada del mismo orden), tiene lugar partiendo del vacío de la castración. Es decir que todo aquello que yo voy a hacer de inventivo, de valioso, de creativo, para mí mismo o para todos, poco importa, pero que tenga ese valor de sacar parte del padecimiento sintomático, que deje alguna huella tal vez -por qué no-, un chico que dibuja o juega, un pintor que pinta; al contrario de lo que decía Freud no importa el reconocimiento social o cultural, importa ese camino o destino de pulsión que es distinto a los otros.
Sabemos y repetimos que parte del agujero de la castración, que no hay otra manera de sublimar, es decir de hacer circular la pulsión no sintomáticamente y eludiendo la represión; de un lleno no se puede partir, se parte de la castración, de la falta en ser, del dolor y de las experiencias más duras de la vida, de los duelos, de la muerte habitando en el corazón de la vida. Esa es la materia prima con la cual se hace algo; el revés del ideal, y lo contrario de la trascendencia, porque habla de un agujero inmanente, incluido, que está en nuestro cuerpo. La sublimación entonces, que forma parte de la estructura de la pulsión junto con su camino sintomático, es favorecida, facilitada, por lo que Lacan llamó destitución subjetiva en el fin del análisis.













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