miércoles, 27 de septiembre de 2017

No hay relación heterosexual - Allouch


¿Qué agrega el nudo borromeo a la afirmación -afirmación que niega- no hay relación sexual, la cual se vislumbra imperfectamente en las elaboradas fórmulas de la sexuación? Imperfectamente, por dos cosas: porque quieren ser una escritura de lo que no puede escribirse, lo que en sí mismo es problemático, y porque las existencias singulares que pueblan los conjuntos abiertos no llegan a ser plasmadas en esta repartición de proposiciones particulares y universales, originales e inventivas respecto de las fórmulas clásicas.
Entre el nudo y la trenza, se trataría del tres en las dos diferentes formas de la no relación, una para cada semblante sexual. Dos diferentes formas para cada parlêtre de fallar la proporción (rapport) sexual, para que sea posible una relación (relation) sexual menos dolorosa y que preserve mejor la libertad.

“ (…) el ‘no hay’ no es de orden constatativo. El asunto de la relación sexual que hay y que no hay, que hay o que no hay, incumbe a una dinámica subjetiva. La inexistencia de la relación sexual no es algo dado; al igual que la división del sujeto, esta inexistencia se conquista, o no.”

sábado, 9 de septiembre de 2017

Leibson y Lutzky: Maldecir la psicosis

Leonardo Leibson y Julio Ricardo Lutzky: Maldecir la psicosis. Buenos Aires, Letra Viva, 2013.




Las psicosis fueron durante mucho tiempo confinadas a lo heredado de la psiquiatría de los siglos XVII y XVIII, sus semiologías y clasificaciones, sus valoraciones negativas como déficit, lesión, degeneración. Con la irrupción de Freud y su sorprendente novedad en lo que respecta a la neurosis, la locura se volvería legible y presuntamente deconstuible a partir de aquella. Pero es solamente después del estrecho, empático y desprejuiciado vínculo que Lacan establece con el loco que una inversión se vuelve posible, a partir de la cual es la psicosis –en singular, como estructura- la que ilumina la retorcida y paradojal relación que el animal humano establece con el lenguaje que lo parasita, que lo privilegia en la escala tanto como lo lesiona y lo trauma.
A partir de entonces, las generaciones siguientes de analistas trabajamos con las psicosis procurando especificar los lazos transferenciales en los que residen  gran parte de los éxitos de las estabilizaciones y curas, además de los propios intentos restitutivos que los sujetos en cuestión ponen en marcha de sus mismos recursos; tratando de desarmar también la enorme masa de preconceptos que se han ido adhiriendo no sólo al sujeto psicótico y sus posibilidades respecto del psicoanálisis como nuevo discurso, sino también con respecto a su papel en la cultura, en los avances científicos y en los fulgurantes descubrimientos en el arte.
En la práctica de acoger, acompañar, escuchar y aprender de los psicóticos que nos consultan o nos ha tocado ver en las instituciones, se reafirma una política y una ética, adoptadas en referencia a la maquinaria significante y su movimiento inmanente, y a las inscripciones corporales que van resultando de allí.
Hemos abrevado de lecturas diversas primero, después de lecturas cada vez más homogéneas a medida que el establecimiento de una doctrina sin precedentes sobre las psicosis, la de Lacan, fue derribando los saberes insuficientes, tendenciosos e inoperantes que habíamos heredado.

Sin embargo, pocas veces nos hemos topado con un libro que reúna orgánicamente nuestras posturas, las que ya hicimos nuestras, sobre las psicosis. Este libro, de psicoanalistas argentinos además, lo hace.