L'étourdit 1972. Última versión con nuevas correcciones y notas
L'étourdit
– Versión de traducción
Disponemos
de dos traducciones de L'étourdit
al castellano, la primera es la que
apareció en Escansión
n°1, de 1984,
y pertenece a J. Delmont-Mauri, Diana Rabinovich y Julieta Sucre; su
título es “El atolondrado, el atolondradicho o las vueltas
dichas”. La otra, mucho más
reciente, es la publicada
en Otros escritos (Paidós,
2012),
se titula “El atolondradicho” y pertenece a Graciela Esperanza y
Guy Trobas.
Cotejamos
las dos versiones, especialmente la segunda, con el escrito original
tomado de “Pas-tout
Lacan”, en el sitio de la École Lacanienne de
Psychanalyse. Después de hacer
numerosas enmiendas al seguir el escrito en un grupo de lectura1
nos planteamos encarar una versión de traducción nueva,
explicitando los criterios seguidos.
Uno
de los tópicos fundamentales de este escrito es la prevalencia del
sentido sobre la significación; por
eso en esta versión preferimos
la traducción literal en
lugar de la búsqueda de
expresiones adecuadas al contexto discursivo. Antes de aspirar a que
el lector en castellano comprenda el significado,
nos inclinamos por la
posibilidad de que
lea-escuche lo que suena en la letra.
Es
que hay en el texto numerosas homofonías, condensaciones y
neologismos, donde el sonido que la letra porta es predominante,
y en esta línea
creemos que el equívoco no puede “traducirse” sin perder su
efectividad (más
drásticamente, que
un equívoco no tiene traducción posible).
Pero hay más que eso.
Advertimos
por ejemplo, en las versiones
disponibles, que buscar giros
que interpreten lo escrito
para adaptarlo al castellano,
invertir las sub-frases de
una frase, agregar y quitar signos de puntuación, etc., es a favor
de la comprensión
(y no siempre)
pero descuida el léxico
y
la sintaxis que Lacan eligió,
que pertenecen al sentido en
su acepción psicoanalítica.
Por eso hemos conservado la
disposición de las palabras
y las puntuaciones
originales. Nos
dimos cuenta también que no
es siempre posible o deseable eliminar los pronombres personales y
demostrativos que van antes del verbo, porque
a veces la frase en castellano los requiere para
ganar en legibilidad.
Siguiendo
estos criterios pusimos numerosas notas al pie así como, para
respetar los juegos de homofonía, invertimos el orden de la palabra
en francés y su traducción, poniendo entre corchetes la palabra en
castellano y dejando la palabra original en el cuerpo de la oración.
Como
precio por la literalidad, tal vez agregamos legibilidad en algunos
pasajes pero seguramente la quitamos en otros. Dejamos la versión
abierta a posibles correcciones, críticas, aportes, comentarios,
sugerencias. Insistimos una vez más en que no quisimos
“interpretar” a Lacan, sino seguirlo al ras de su escritura.
Patricia
Polari
Febrero
2018
Contribuyendo
al 50° aniversario del hospital Henri-Rousselle por el favor que los
míos y yo hemos recibido allí en un trabajo del cual indicaré lo
que sabía hacer, o sea pasar la presentación, rindo homenaje al
doctor Daumézon, que me lo ha permitido.
Lo
que sigue no prejuzga, según mi costumbre, nada del interés que
tomará su dirección: mi decir en Sainte-Anne fue vacuola, tal como
en Henri-Rousselle y, se lo imagina, desde casi el mismo tiempo,
guardando ahí en cualquier caso el precio de esa lettre
[carta/letra] que digo
llegar siempre donde debe.
Parto
de migajas, ciertamente no filosóficas, puesto que es de mi
seminario de este año (en París I) que ellas hacen el relieve.
Allí
he inscripto en dos ocasiones en la pizarra (una tercera en Milán
donde itinerante las había hecho pancarta para un flash sobre “el
discurso psicoanalítico”) estas dos frases:
Que
se diga queda olvidado detrás lo que se dice en lo que se oye.
Este
enunciado que parece de aserción por producirse en una forma
universal, es de hecho modal, existencial como tal: el subjuntivo del
cual se modula su sujeto, lo testimonia.
Si
el bienvenido que de mi auditorio me responde bastante para que el
término de seminario no sea demasiado indigno de lo que llevo de
palabra, no me hubiese de estas frases desviado, hubiera querido por
su relación de significación, demostrar el sentido que ellas toman
del discurso psicoanalítico. La oposición que aquí evoco debiendo
ser acentuada más adelante.
Recuerdo
que es con la lógica que este discurso toca lo real al encontrarlo
como imposible, en lo cual éste es ese discurso que la lleva a su
última potencia: ciencia, he dicho, de lo real. Que aquí me
perdonen lo que por estar interesados, no lo saben. Aunque yo los
cuidara, lo aprenderían bien pronto de los acontecimientos.
La
significación, por ser gramatical, ratifica primero que la segunda
frase trata sobre la primera, al hacerla su sujeto bajo la forma de
un particular. Ella dice: este enunciado, luego lo califica de
asertivo por plantearse como verdadero, confirmando serlo bajo la
forma de proposición llamada universal en lógica: es en todo caso
que el decir queda olvidado tras el dicho.
Pero
por antítesis, o sea en el mismo plano, en un segundo tiempo
denuncia de eso el semblante: al afirmarlo del hecho de que su sujeto
sea modal, y al probarlo porque él se modula gramaticalmente como:
que se diga. Eso que ella llama no tanto a la memoria, sino, como se
dice: a la existencia.
La
primera frase no es pues de ese plano tético de verdad que el primer
tiempo de la segunda asegura, como de ordinario, por medio de
tautologías (aquí dos). Lo que es recordado, es que su enunciación
es momento de existencia, esto es que, situada desde el discurso,
ella “ex-siste” a la verdad.
Reconozcamos
aquí la vía por donde adviene lo necesario: en buena lógica se
entiende, la que ordena sus modos de proceder desde donde accede, o
sea ese imposible, módico sin duda aunque por ello incómodo, de que
para que un dicho sea verdadero todavía hace falta que se lo diga,
que decir haya allí.
En
lo cual la gramática mide ya fuerza y debilidad de las lógicas que
se aíslan de ella, para, con su subjuntivo, escindirlas, y se indica
de ellas concentrar la potencia, por desbrozarlas a todas.
Pues,
vuelvo ahí una vez más, “no hay metalenguaje” tal que ninguna
de las lógicas, por denominarse con la proposición, pueda usarlo de
báculo (que en cada una quede su imbecilidad)4,
y si se cree reencontrarlo en mi referencia, más arriba, al
discurso, lo refuto porque la frase que parece ahí hacer de objeto
para la segunda, no por ello se aplica menos significativamente a
esta.
Pues
esta segunda, que se la diga queda olvidado detrás de lo que ella
dice. Y eso, de modo tanto más impactante por ser asertiva, sin
remisión al punto de ser tautológica en las pruebas que adelanta
-al denunciar en la primera su semblante, plantea su propio decir
como inexistente, ya que al impugnarla como dicho de verdad, es a la
existencia a la que hace responder de su decir, esto no por hacer
existir este decir ya que solo lo denomina, sino por negarle la
verdad -sin decirlo [sans le dire]-.
Al
extender este proceso, nace la fórmula, mía, de que no hay
universal que no deba contenerse con una existencia que la niega. Tal
como el estereotipo de que todo hombre sea mortal, no se enuncia
desde ninguna parte. La lógica que lo fecha, no es más que la de
una filosofía que finge esa nuliubicuidad, eso para hacer de
pretexto a lo que denomino discurso del amo.
Ahora
bien no es de este solo discurso, sino del lugar donde toman su turno
otros (otros discursos), el que designo del semblante, que un decir
toma su sentido.
Este
lugar no es para todos, sino que él les ex-siste, y es de allí que
se hommologue [“hommologa”]5
que todos sean
mortales. No
pueden serlo más que todos,
porque
a la muerte se los delega desde este lugar, hace
falta que sean todos, puesto
que es ahí donde
se veille [vela] por
la merveille
[maravilla]6
del bien de todos. Y particularmente cuando lo que ahí vela hace
semblante del significante-amo o del saber. De donde
la cantinela de la lógica filosófica.
No
hay pues universal que no se reduzca a lo posible. Aun la muerte, ya
que es aquí
la punta con la que ella solamente
se articula. Tan
universal como
se la plantee, ella no
permanece nunca más que
posible. Que la ley se aligere por afirmarse como formulada desde
ninguna parte, es decir por ser sin razón, confirma todavía
de dónde parte su decir.
Antes
de devolver al análisis el mérito de esta apercepción, cumplamos
con nuestras frases observando
que “en lo que se oye” de la primera, se conecta
igualmente
con la existencia del “reste
[queda] olvidado” que destaca la segunda y con el “lo que se
dice” que ella misma denuncia como, ese resto7,
cubriéndolo.
Donde
señalo de paso el defecto del ensayo “transformacional” de hacer
lógica con un recurso a una estructura profunda que sería un árbol
con pisos.
Y
vuelvo al sentido para recordar el esfuerzo que le hace falta a la
filosofía -la
última en salvar el honor por estar al día de
lo que
el analista hace
la
ausencia- para percibir
cuál es su recurso, el suyo, de todos los días: que nada esconde
tanto como lo que devela,
que la verdad, ἀλήθεια=
Verborgenheit8.
Así
que no reniego de la fraternidad de este decir, puesto
que lo no
repito
más
que
a partir de una práctica que, situándose
por
otro discurso, lo vuelve indiscutible
Para
los que me escuchan… o peor,9
este ejercicio no hubiese hecho más que confirmar la lógica con la
que se articulan en el análisis castración y Edipo.
Freud
nos pone en la vía de que l'ab-sens10
[el au-sentido, la ausencia] designa el sexo: es en la hinchazón de
este sentido ab-sexe
[au-sexo]11
que una topología se despliega
en la que es la palabra [mot]
la que zanja.
Partiendo
de la locución: “eso no va sin decir”, se ve que es el caso de
muchas cosas, incluso la mayoría, comprendida
ahí la cosa freudiana tal
como la situé por ser el dicho de la verdad.
No
ir sin… es hacer pareja, lo que, como se dice, “no va de suyo”.
Es
así como el dicho no va sin decir. Pero si el dicho se plantea
siempre como verdad, así fuese sin nunca sobrepasar un midit12
[mediodicho] (como yo me expreso), el decir no se acopla allí
más que por ex-sistirle, o sea por no ser de la dit-mensión13de
la verdad.
Es
fácil volver esto
sensible en
el discurso de la matemática donde constantemente el dicho se
renueva por tomar tema [sujet]
de un decir más bien que
de realidad alguna, librado,
ese decir, de sumarle
la
continuación propiamente lógica que implica como dicho.
No
se necesita el decir de Cantor para palpar esto. Esto comienza por
Euclides.
Si
he recurrido este año al primero, o sea a la teoría de los
conjuntos, es para devolver la maravillosa eflorescencia que, por
aislar en lógica lo incompleto de lo inconsistente, lo indemostrable
de lo refutable, incluso por adjuntarle ahí lo indecidible al no
lograr excluirse de la demostrabilidad, nos pone bastante al pie del
muro de lo imposible como para que se elimine el “no es eso”, que
es el vagido de la llamada a lo real.
Dije
discurso de la matemática. No lenguaje de la misma. Que se tenga en
cuenta para el momento en que retornaré al inconsciente,
estructurado como un lenguaje, he dicho desde siempre. Pues es en el
análisis que él se ordena en discurso.
Queda
por señalar que el matemático tiene con su lenguaje el mismo
embarazo que nosotros con el inconsciente, para traducirlo con ese
pensamiento que no sabe de qué habla, asi fuese para asegurarlo de
ser verdadero (Russell).
Por
ser el lenguaje más propicio para el discurso científico, la
matemática es la ciencia sin conciencia que promete nuestro buen
Rabelais, esa ante el que un filósofo14
sólo puede quedar atascado: la gaya ciencia se regocijaba de
presumir por ello la ruina del alma. Por supuesto, la neurosis le
sobrevive.
Señalado
esto, el decir se demuestra, y por escapar a lo dicho. Desde
entonces este privilegio,
no
lo asegura más que
al formularse en “decir que no”, si,
al ir al sentido, es el “contiene”
lo que ahí se
capta, no la contradicción, -la respuesta, no la retoma como
negación; -el rechazo, no la corrección.
Responder
así suspende lo que el dicho tiene de verdadero.
Lo
que se aclara con la luz rasante que el discurso analítico aporta a
los otros, revelando ahí los lugares modales con que su ronda se
cumple.
Metaforizaré
por el momento con el incesto la relación que la verdad mantiene
con lo real. El decir viene de donde él la ordena.
¿Pero
no puede haber también decir directo?
Decir
lo que hay, eso no les dice nada, queridos pequeños de la sala de
guardia, sin duda llamada así porque se guarda bien de contrariar el
patronazgo al que aspira (sea cual fuere).
Decir
lo que hay, durante mucho tiempo eso les elevaba a su hombre hasta
esa profesión que ya no los obsesiona más que por su vacío: el
médico que en todas las épocas y por toda la superficie del globo,
sobre lo que hay, se pronuncia. Pero es también a partir de esto de
que lo que hay, no tiene interés más que por deber ser conjurado.
A
tal punto la historia ha reducido esta función sagrada, que
comprendo vuestro malestar. Ni siquiera es posible, no es más el
tiempo, jugar al filósofo que fue la última muda con la que,
haciendo de valets de los emperadores y de los príncipes, los
médicos sobrevivieron (lean a Fernel).
Sepan
sin embargo, aunque el análisis sea de otra sigla -pero que ella los
tienta, eso se comprende- eso de lo cual yo testimonio primero.
Lo
digo, por el hecho de que esté demostrado sin excepción respecto de
esos que llamé mis “dandies”: no hay el menor acceso al decir de
Freud que no esté forcluido -y sin retorno en este caso- por la
elección de tal analista.
Es
que no hay formación del analista concebible fuera del mantenimiento
de este decir, y es que Freud, falto de haber forjado con el discurso
del analista, el lazo con el que se hubieran mantenido las sociedades
de psicoanálisis, las ha situado desde otros discursos que barran su
decir necesariamente.
Lo
que todos mis escritos demuestran.
El
decir de Freud se infiere de la lógica que toma como fuente el dicho
del inconsciente. Es en tanto que Freud ha descubierto ese dicho que
él ex-siste.
Restituir
ese decir es necesario para que el discurso se constituya del
análisis (es a lo que ayudo), esto a partir de la experiencia donde
resulta existir.
No
se puede, este decir, traducirlo en términos de verdad ya que de la
verdad no hay más que mediodicho, bien cortado, pero el que haya ese
midit net (se conjuga remontándolo: tu médites, je
médis)15
sólo recibe su sentido de ese decir.
Este
decir no es libre, sino que se produce por relevar a otros que
provienen de otros discursos. Es por cerrarse en el análisis (cf. mi
“Radiofonía”, el número justamente anterior de este
aperiódico), que su ronda sitúa los lugares con que se ciñe este
decir.
Lo
ciñen como real, es decir de lo imposible, el cual se anuncia: no
hay relación sexual.
Esto
supone que relación [rapport] (relación “en general”) no
hay más que enunciada, y que lo real no se asegura más que al
confirmarse con el límite que se demuestra de las continuaciones
lógicas del enunciado.
Aquí
límite inmediato, porque “no hay” [n'y a]16
nada para hacer relación con un enunciado.
De
este hecho, ninguna continuación lógica, no es que no sea negable,
sino que no basta para soportar ninguna negación: solamente el decir
que: nya [nohay].
Nia17
n'y apportant [negó no aportando allí] más que la justa
homofonía que hace falta en francés para, del pasado que significa,
de ningún presente del que se connote la existencia, marcar que nya
[nohay] la huella.
Pero,
¿de qué se trata? De la relación del hombre y de la mujer en tanto
que justamente serían propios, porque habitan el lenguaje, para
hacer enunciado de esta relación.
¿Es
la ausencia de esta relación lo que los exilia en estábitat18?
¿Es por abitarlo por lo que esta relación no puede ser más que
inter-dicta?19
Esta
no es la pregunta: más bien la respuesta, y la respuesta que la
soporta, -por ser eso que la estimula a repetirse-, es lo real.
Admitámoslo:
donde es-ahí. Nada que esperar de remontarse al diluvio, mientras
este ya se narra por retribuir la relación de la mujer con los
ángeles20.
Ilustremos
sin embargo esta función de la respuesta con un apólogo, logue
aux abois [logo acorralado] al estar proporcionado por el
psicólogo, ya que el alma es aboi [ladrido], y aun a
pronunciar (a), a minúscula, (a)boi.21
La
desgracia es que el psicólogo, por no sujetar su sector más que de
la teología, quiere que lo psíquico sea normal, mediante lo cual
elabora lo que lo suprimiría.
El
Innenwelt y el Umwelt en especial, mientras que haría
mejor en ocuparse del homme-volte22
[hombre-vuelta] que hace el laberinto del que el hombre no sale.
La
pareja estímulo-respuesta pasa a la confesión de sus invenciones.
Llamar respuesta a lo que permitiría al individuo mantenerse con
vida es excelente, pero que eso se termine rápido y mal, abre la
pregunta que se resuelve en que la vida reproduce al individuo, por
tanto reproduce asimismo la pregunta, o, como se dice en este caso
que ella se ré-pète23
[repite].
Es
bien lo que se descubre del inconsciente, el cual desde entonces
resulta ser respuesta, mas porque sea ella quien estimula.
Es(t)24
también con lo que, sea como fuere, el psicólogo regresa al
homme-volte [hombre-vuelta] de la repetición, esa que se sabe
producir desde el inconsciente.
La
vida sin duda reproduce, Dios sabe qué y por qué. Pero la respuesta
no se hace pregunta más que aquí donde no hay relación para
soportar la reproducción de la vida.
Salvo
que el inconsciente formule: “¿Cómo el hombre se reproduce?”,
lo que es el caso.
“-Por
reproducir la pregunta”, es la respuesta. O “para hacerte
hablar”, otro modo de dicho que tiene el inconsciente, al
ex-sistir.
Es
a partir de ahí que nos hace falta obtener dos universales, dos
todos suficientemente consistentes para separar en unos seres
hablantes, -quienes, por serlo, se creen unos seres-, dos mitades
tales que ellas no se enreden demasiado en la coiteración25
cuando arriben ahí.
Moitié
[mitad] dice en francés que es
un asunto de moi [yo],
la mitad de pollo que abría mi primer libro de lectura habiéndome
asimismo desbrozado la
división del sujeto.
El
cuerpo de los hablantes está sujeto a dividirse de los órganos, lo
bastante para tener que encontrarles función. Hacen falta a veces
eras: por un prepucio que toma uso con la circuncisión, vean al
apéndice esperarlo durante siglos, de la cirugía.
Es
así que por el discurso psicoanalítico, un órgano se hace el
significante. Ese que se puede decir que se aísla en la realidad
corporal como carnada, por funcionar ahí (siéndole delegada la
función por un discurso):
a)
en tanto fanera gracias a su aspecto de aditamento móvil que se
acentúa por su erectibilidad,
b)
para ser anzuelo, en lo que este último acento contribuye, en las
diversas pescas que hacen discurso de las voracidades con las que se
tapona la inexistencia de la relación sexual.
Se
reconoce, incluso en este modo de evacuación, por supuesto el órgano
que por estar, digamos, “en el activo” del macho, hace que a
este, en el dicho de la copulación, se le conceda el activo del
verbo. Es el mismo que sus nombres diversos, en la lengua que uso,
muy sintomáticamente feminizan.
No
hace falta sin
embargo engañarse:
en cuanto a la función que él
obtiene del discurso, ha
pasado al significante. Un
significante puede servir para muchas cosas al
igual que un órgano, pero no a las mismas. Para
la castración por ejemplo, si él
hace uso, no tiene
(afortunadamente en general) las mismas consecuencias que si fuese
el órgano. Para la función de carnada, si es el órgano el que se
ofrece como anzuelo a las voracidades que situábamos hace
un momento, digamos: de
origyne*, el
significante por el contrario es el pez que devora lo
que le hace falta a los discursos para
conservarse.
Este
órgano, pasado al significante, cava el lugar desde donde cobra
efecto para el hablante -sigámoslo en eso que se piensa: ser-, la
inexistencia de la relación sexual.
El
estado presente de los discursos que se alimentan pues de estos
seres, se sitúa por este hecho de inexistencia, por este imposible,
no de decir, sino que, apretado por todos los dichos, se demuestra
ahí como lo real.
El
decir de Freud así planteado se justifica por sus dichos primero,
con los que
se prueba lo que he dicho, -se confirma por
ser
delatado en el estancamiento de la experiencia analítica, lo cual
denuncio, -se desarrollaría con el resurgimiento del discurso
analítico, a lo cual me aplico,
puesto que, aunque sin recursos, es de mi incumbencia.26
En
la confusión en que el organismo parásito que Freud injertó en su
decir, hace él mismo injerto de sus dichos, no es pequeño asunto
que una gata encuentre a sus gatitos, ni el lector un sentido.
El
revoltijo
es insuperable por lo que allí se engancha de la castración, de los
desfiladeros por donde el amor se conserva
en el incesto, de la función del padre, del mito en que el Edipo se
redobla con la comedia del Padre-Orang, del perorante-Utan.27
Se
sabe que diez años yo había cuidado de hacer jardín a la francesa
de esas vías a las que Freud ha sabido pegarse en su diseño, el
primero, cuando sin embargo desde siempre lo que ellas tienen de
torcido era detectable para cualquiera que hubiese querido saber a
qué atenerse sobre lo que suple a la relación sexual.
Aún
hacía falta
que saliera a la luz la distinción de lo simbólico, de
lo imaginario y de
lo real: esto para que la
identificación a
la mitad hombre y a
la mitad mujer, donde acabo de evocar que el asunto del yo domina, no
fuese con su
relación confundida.
Basta
que el asunto de yo como el asunto de falo donde se ha querido bien
seguirme hace un momento, se articulen en el lenguaje, para devenir
asunto de sujeto y no ser más de la sola incumbencia de lo
imaginario. Piénsese que es desde el año 56 que todo esto habría
podido pasar por adquirido, si hubiera tenido allí consentimiento
del discurso analítico.
Pues
es en la “cuestión preliminar” de mis Escritos,
que debía leerse como la respuesta dada por lo percibido en las
psicosis, que introduzco el Nombre-del-Padre, y que de los campos (en
ese Escrito puestos en
grafo) de los cuales
él permite ordenar la psicosis misma, se puede medir
su potencia.
No
hay nada excesivo, en virtud
de lo que nos da la experiencia, en poner bajo la rúbrica de ser o
tener el falo (cf. mi Bedeutung
de los Escritos) la
función que suple a la relación sexual.
De
donde una inscripción posible (en la significación donde lo posible
es fundador, leibniziana)
de esta función como x,
a la
que los seres van a responder por su modo de hacer allí argumento.
Esta articulación de la función como proposición es la de Frege.
Es
solamente del orden del complemento que yo aporté más arriba a toda
posición del universal como tal, el que haga falta que en un punto
del discurso una existencia, como se dice: se inscriba en falso
contra la función fálica, para que plantearla sea “posible”,
que es el poco de existencia que ella puede pretender.
Es
bien en esta lógica que se resume todo lo tocante al complejo de
Edipo.
Todo
eso puede ser mantenido por
desarrollarse
en torno a lo que yo avanzo
de la correlación lógica de dos fórmulas que, al inscribirse
matemáticamente x
. x
y x
. x,
se enuncian:
la
primera, para todo x es satisfecho x,
lo cual puede traducirse con una V que anota valor de verdad; esto
traducido al discurso analítico, el
cual es la práctica de
hacer sentido, “quiere
decir” que todo sujeto en cuanto tal, ya que es eso lo que está en
juego en este discurso, se inscribe en la función fálica para
remediar
la ausencia de relación sexual (la práctica de hacer
sentido, es justamente la de referirse a este au-sentido);
la
segunda, hay por excepción
el caso, familiar en matemática (el argumento x=0 en la función
hiperbólica
1/x), el caso en que existe una x
para la cual x,
la función, no es
satisfecha, es decir que al
no funcionar es excluida de
hecho.
Es
precisamente de donde conjugo el todos de la universal, más
modificado de lo que se imagina en el paratodo
del cuantor, con el existe uno
que lo cuántico le aparea, siendo patente su diferencia con lo que
implica la proposición que Aristóteles llama particular. Los
conjugo porque el existe uno
en cuestión, al hacer de límite al paratodo,
es lo que lo afirma o lo confirma (eso que un proverbio objeta ya al
contradictorio de Aristóteles).
La
razón de ello es que lo que al discurso analítico concierne, es el
sujeto, que, como efecto de significación, es respuesta de lo real.
Esto lo articulaba yo, desde el 11 de abril del 56, y está recogido
en texto, con una cita del significante asemántico, eso para gente
que ahí hubiese podido tener interés por sentirse llamada a una
función de deyecto.
Desbroce
ciertamente no hecho para quien sea que por montarse en el discurso
universitario, lo desvía hacia ese goteo hermenéutico, incluso
semiologizante, del que me imagino responder, chorreante como está
ahora por todos lados , falto de que el análisis haya fijado su
deontología.
Que
yo enuncie la existencia de un sujeto por
plantearla en un decir que no
a la función proposicional x,
implica que ella
se inscribe
con un cuantor
del cual esta función se
encuentra cortada por el
hecho de que no tenga
en ese punto ningún valor que pueda anotarse de
verdad, lo que quiere decir
de error tampoco, lo falso solamente
a entender falsus
como de lo caído, en lo que ya he puesto el acento.
En
lógica clásica, piénsese, lo falso no se percibe más que por ser
de la verdad el revés, él la designa también.
Es
pues justo
escribir como lo hago: x
. x.
El uno que existe es el
sujeto supuesto porque la función fálica está
allí fuera de juego.
No es más, respecto a
la relación sexual que modo de acceso sin esperanza, la síncopa de
la función que no se sostiene más que d'y sembler
[por hacer ahí
semblante], más que de s'y embler [por
ahí
sustraerse],
diría yo, no pudiendo bastar
ni para inaugurar esta
relación, pero siendo
en cambio necesaria para consumar la
consistencia del suplemento
que hace de ella, y esto por fijar el límite donde este semblante no
es más que dé-sens28
[des-sentido, decencia].
Nada
opera entonces más que de equívoco significante, o sea de la
astucia por la cual l'ab-sens [el au-sentido, la ausencia] de
la relación se taponaría hasta el punto de suspensión de la
función.
Es
bien el dé-sens
[des-sentido,
decencia] que al ponerlo
a cuenta de la castración, lo denotaba yo de
lo simbólico también desde
el 56 (al inicio de las clases: relación
de objeto, estructuras freudianas: hay
de eso una reseña),
desmarcándolo por ahí de
la
frustración, imaginaria, de la privación, real.
El
sujeto se hallaba ahí ya supuesto, nada más que al tomarlo del
contexto que Schreber, por Freud, me había suministrado de la
exhaución de su psicosis.
Es
ahí que el nombre del padre, por hacer lugar de su playa, se
demostraba el responsable de ello según la tradición.
El
real de esta playa, de que allí fracase el semblante, “realiza”
sin duda la relación de la que el semblante hace el suplemento, pero
no más de lo que el fantasma sostiene nuestra realidad, no poco
tampoco, puesto que es toda, cerca de los cinco sentidos, si se me
cree.
La
castración releva de hecho como lazo con el padre, lo que en cada
discurso se connota de virilidad. Hay pues dos dit-mensiones29
del pourtouthomme [paratodohombre],
la del discurso con el cual se pourtoute30
[se “paratodea”]
y los lugares donde ça
se thomme31
El
discurso analítico se inspira en el decir de Freud por proceder de
la segunda primero, y de una decencia establecida por partir de esos
-a los que la herencia biológica hace largueza del semblante-. El
azar que parece no deber
reducirse tan pronto en esta repartición se formula con la sex-ratio
de la especie, estable, al parecer, sin que pueda saberse por qué:
esos valen entonces por una mitad, mâle [macho/mala]
suerte para mí [mâle heur à moi]32
Los
lugares de este thommage33
se disciernen:
-por hacer sentido del semblante, -por él, de la verdad de que no
hay relación; -de un goce que la suple; -incluso del producto de su
complejo, del efecto llamado (por mi oficio) del plus-de-gozar.
Sin
duda el privilegio de estas avenidas elegantes sería una ganancia a
repartir en dividendos más razonados que ese juego de cara o cruz
(dosificación de la sex ratio),
si no se probase con la otra dimensión de la cual ese thommage
se pourtoute, que
eso agravaría su caso.
El
semblante de suerte para una mitad, resulta ser en efecto de un orden
estrictamente inverso a la implicación que la promete a la mediación
de un discurso.
Me
atendré a probarlo con lo que padece por ello el órgano mismo.
No
sólo porque su thommage sea
un daño a priori por
hacer allí de sujeto en el decir de sus padres, pues para la hija,
eso puede ser peor.
Es
más bien que cuanto más por el a posteriori de los discursos
que lo esperan él esté happé34
(la happiness, como le dicen a eso en U.S.A.), tanto más el
órgano tendrá asuntos que cargar.
Se
le imputa ser emotivo… ¡Ah! no haber podido adiestrarlo mejor,
quiero decir educado. Hacia eso uno puede siempre precipitarse.
Se
ve bien en el Satyricon35
que de ser ordenado, incluso implorado, vigilado desde el primer año,
sometido a estudio in vitro, no cambia nada en sus humores,
que uno se engaña al poner a cuenta de su naturaleza, cuando, por el
contrario, no es más que por el hecho de que no le gusta lo que se
le hace decir que él se obstina.
Más
valdría para domesticarlo tener esa topología de la que dependen
sus virtudes, por ser la que dije a quien quisiera escucharme
mientras se proseguía la trama destinada a hacerme callar (año
61-62 sobre la identificación). La dibujé con un cross-cap,
o mitra, como se la llama aun. Que los obispos se la pongan de
sombrero, no sorprende.
¿Hace
falta decir que no hay nada que hacer si no se sabe con un corte
circular -¿de qué? ¿qué es él? Ni siquiera superficie, por nada
de espacio separar-, cómo sin embargo eso se deshace.
Se
trata de estructura, o sea de lo que no se aprende de la práctica,
lo cual explica para los que lo saben que no lo hayan sabido más que
recientemente. Sí, mais comment? [pero ¿cómo?]. Justamente
como eso: mécomment.36
Es
bien por el sesgo de esta función como la bastardía del
órgano-dinamismo estalla, más que por otra cosa. ¿Se cree que sea
por el órgano mismo que el Eterno femenino los atrae hacia arriba, y
que eso marcha mejor (o peor) porque la médula lo libera de
significar?
Digo
esto por los buenos viejos tiempo de una sala de guardia que en todo
eso se deja extraviar, lo que delata que su reputación de burdel no
se sostiene más que de las canciones que en ella se chillan.
Ficción
y canto de la palabra y del lenguaje, sin embargo, ¿no hubiesen
podido, esos muchachos y muchachas, se permettre [permitirse]
contra los Permaîtres37
de los cuales hace falta decir que tenían el sello, los doscientos
pasos que había que hacer para ir a donde yo hablé durante diez
años? Pero ni uno solo lo hizo de aquellos para quienes yo estaba
interdicto.
Después
de todo, ¿quién sabe? La estupidez tiene sus vías que son
impenetrables. Y si el psicoanálisis la propaga, se me ha escuchado,
en Henri-Rousselle justamente, asegurarme de eso al profesar que ello
resulta más para bien que para mal.
Concluyamos
que hay maldonne38
[malentendido] en alguna parte. El Edipo es lo que yo digo, no lo que
se cree.
Esto
por un deslizamiento que Freud no supo evitar por implicar -en la
universalidad de los cruzamientos en la especie donde eso habla, o
sea en del mantenimiento, fecundo al parecer, de la sex-ratio
(mitad-mitad) entre los que ahí hacen el mayor número, con sus
sangres mezcladas-, la significancia que descubría en el órgano,
universal en sus portadores.
Es
curioso que el reconocimiento, tan fuertemente acentuado por Freud,
de la bisexualidad de los órganos somáticos (cuando por otra parte
le faltaba la sexualidad cromosómica), no lo haya llevado a la
función de cobertura del falo desde la perspectiva del germen.
Pero
su touthommie [todohombría] delata su verdad con el mito que
crea en Tótem y Tabú, menos seguro que ese de la Biblia si
bien llevando su marca, para dar cuenta de las vías torcidas por
donde procede, ahí donde eso habla, el acto sexual.
Presumiremos
nosotros que de touthomme [todohombre], si queda huella
biológica, es que no haya más que raza para se thommer y ni
pizca para se pourtouter39.
Me
explico: la raza de la que hablo no es la que una antropología
sostiene por decirse física, la que Hegel ha bien denotado por el
cráneo y que lo merece todavía por encontrar ahí mucho después de
Lavater y Gall lo más pesado de sus mediciones.
Pues
no es por aquí, como se se lo ha visto por una tentativa grotesca de
fundar un Reich llamado tercero, no es por aquí que ninguna raza se
constituye (ese mismo racismo en los hechos tampoco).
Ella
se constituye del modo en que se transmiten por el orden de un
discurso los lugares simbólicos, esos con los que se perpetúa la
raza de los amos y no menos la de los esclavos, de los pedantes
también, a los que les hacen falta para responderles los pédés40,
los scients41,
agregaría yo, a quienes no pueden faltar los sciés42.
Prescindo
pues perfectamente del tiempo de cervage [“cervidumbre”]43,
de los Bárbaros expulsados de donde los griegos se sitúan, de la
etnografía de los primitivos y del recurso a las estructuras
elementales, para asegurar lo que es del racismo de los discursos en
acción.
Me
gustaría más apoyarme en el hecho de que de las razas, lo que
tenemos más seguro es el hecho del horticultor, incluso de los
animales que viven de nuestra doméstica, efectos del arte, por tanto
del discurso: esas razas de hombre, eso se conserva por el mismo
principio que las de perro y de caballo.
Esto
antes de señalar que el discurso analítico pourtoute44
[paratodea] eso a contrapendiente, lo que se concibe si resulta
en cerrar con su bucle lo real.
Pues
es aquel en que el analista debe ser primero el analizado, si, como
se sabe, es bien
ese el
orden en el
que
se traza su carrera. El analizante, aunque no
sea más que
a mí a quien debe el
ser
así designado (pero qué reguero de pólvora se iguala al éxito de
esta activación), el analizante es ese cuyo cervice
[“cervicio”]45
(oh sala de guardia), el cuello que se doblega, debía
enderezarse.
Hemos
seguido hasta aquí a Freud sin más en lo que de la función sexual
se enuncia con un paratodo,
pero también
quedándonos con una mitad, de las dos que identifica, con el mismo
rasero en lo
que a él respecta,
por transportar
ahí dit-mensiones
iguales.
Ese
transporte sobre la otra demuestra bastante lo que es de l'ab-sens
[au-sentido, ausencia] de la relación sexual. Pero es más bien, a
ese ab-sens, forzarlo.
Es
de hecho el escándalo del discurso analítico, y es bastante decir
como están las cosas en la Sociedad que lo soporta, que ese
escándalo no se traduzca más que por ser ahogado, si se puede
decir, a la luz del día.
Al
punto que es un mundo levantar nada de ese debate difunto de los años
30, no por cierto que al pensamiento del Maestro no se enfrentasen
Karen Horney, Hélène Deutsch, incluso Ernest Jones, otros aun.
Pero
la tapa que se puso encima desde entonces, desde la muerte de Freud,
suficiente para que no se filtre más el menor humo, dice mucho sobre
la contención a la que Freud, en su pesimismo, deliberadamente se
entregó para perder, queriéndolo salvar, su discurso.
Indiquemos
solamente que las mujeres aquí nombradas, apelaron ahí -es su
inclinación en este discurso- del inconsciente a la voz del cuerpo,
como si justamente no fuera del inconsciente que el cuerpo tomara
voz. Es curioso constatar, intacta en el discurso analítico, la
desmesura que hay entre la autoridad con que las mujeres hacen efecto
y lo ligero de las soluciones con que ese efecto se produce.
Las
flores me conmueven, tanto más cuanto que son de retórica, con las
que Karen, Hélène, -cual no importa, lo olvido ahora, pues no me
gusta reabrir mis seminarios-, con las que entonces Horney o la
Deutsch adornan el encantador dedal que les hace de reserva de agua
en la blusa tal como se lleva al dating46,
o sea eso de lo cual parece que una relación se espera, aunque no
fuera más que de su dicho.
Para
Jones, el sesgo de cervice47
(cf. la última línea antes del último intervalo) que ha
tomado al calificar a la mujer con la deuterofalicidad, sic, o
sea al decir exactamente lo contrario de Freud, a saber que ellas no
tienen nada que hacer con el falo, todo teniendo el aire de decir la
misma cosa, a saber que ellas pasan ahí por la castración, es sin
duda la obra maestra por la cual Freud ha reconocido que para el
cervilismo48
a esperar de un biógrafo, tenía ahí a su hombre.
Agrego
que la sutileza lógica no excluye la debilidad mental que, como una
mujer de mi escuela lo demuestra, proviene del decir parental más
bien que de una obtusión nativa. Es a partir de esto que Jones era
el mejor entre los goyim49,
puesto que con los judíos Freud no estaba seguro de nada.
Pero
me extravío al volver al tiempo donde esto, lo he machacado,
¿machacado para quién?
El
no hay relación sexual no implica que no haya relación al
sexo. Es bien eso mismo que la castración demuestra, pero no más: a
saber que esa relación al sexo no sea distinta en cada mitad, por el
hecho mismo de que las reparta.
Subrayo.
No he dicho: que las reparta por repartir ahí el órgano, velo en el
que se han confundido Karen, Hélène, Dios tenga sus almas si no
está ya hecho. Pues lo que es importante, no es que eso parta de los
cosquilleos que los pequeñitos sienten en la mitad de sus cuerpos,
que hay que devolver a su yo-de-arriba, es que esta mitad haga ahí
entrada de emperatriz para no volver más que como
significante-m'être50
de este asunto de relación al sexo. Esto muy simplemente (acá en
efecto Freud tiene razón) de la función fálica, por eso de que es
de una única fanera para obrar de suplemento, que ella, esta
función, se organiza, encuentra el organon que aquí reviso.
Lo
hago porque a diferencia de él, -para las mujeres nada lo guiaba, es
también eso lo que le permitió avanzar tanto escuchando a las
histéricas que “hacen el hombre”-, a direrencia de él, repito,
no obligaré a las mujeres a medir con el calzador de la castración
la vaina encantadora que ellas no elevan al significante, aun si el
calzador, por otro lado, no es solamente al significante, sino
asimismo al pie que ayuda.
A
hacer calzado, eso es seguro, de ese pie, las mujeres (y que se me
perdone entre ellas esta generalidad que más bien repudio, pero los
hombres sobre esto son duros de oreja), las mujeres, dije, se dedican
en ocasiones. Que el calzador se recomiende ahí, se sigue de ello,
pero que ellas puedan prescindir de él debe ser previsto, no
solamente en el M.L.F. que es de actualidad, sino por eso de que no
hay relación sexual, de lo que lo actual no es más que testimonio,
aunque, lo temo, momentáneo.
A
ese título la elucubración freudiana del complejo de Edipo, que
hace de la mujer pez en el agua, porque la castración esté en ella
de partida (Freud dixit), contrasta dolorosamente con el hecho
del estrago que es en la mujer, para la mayoría, la relación a su
madre, de la que ella parece esperar como mujer más sustento que de
su padre,- lo que no va con él siendo segundo, en ese estrago.
Acá
bajo mis cartas al plantear el modo cuántico bajo el cual la otra
mitad, mitad de sujeto, se produce por satisfacer a una función, o
sea a completarla por su argumento.
De
dos modos depende que el sujeto aquí se proponga ser dicho mujer.
Helos aquí:
x.x
y x.x
Su
inscripción no es usual en matemática. Negar, como la barra puesta
arriba del cuantor lo marca, negar que existe uno no se hace,
y menos aun que pourtuout [paratodo] se pourpastoute51
[“paranotode”].
Es
aquí sin embargo que se libra el sentido del decir, ya que,
conjugándose ahí el nyania52
que susurran los sexos en compañía, suple el que entre ellos,
relación nyait [nohaya].
Lo
que es a tomar no en el sentido de que, de reducir nuestros cuantores
a su lectura según Aristóteles, igualaría el nexistun
[noexisteuno]
al nulnest
[ningunoes]
de su universal negativa, haría volver el μή
πάντες53,
el pastout
[notodo] (que él ha sabido sin embargo formular), a testimoniar de
la existencia de un sujeto para decir que no a la función fálica, a
suponer eso por la llamada contrariedad de dos particulares.
No
es el sentido del decir, que se inscribe con estos cuantores.
Es:
que por introducirse como mitad a decir de las mujeres, el sujeto se
determina porque, no existiendo suspensión de la función fálica,
todo puede decirse de eso, aun lo proveniente de la sinrazón. Pero
es un todo fuera de universo, lo cual se lee directamente con el
segundo cuantor como notodo.
El
sujeto en la mitad en la que se determina con los cuantores negados,
esto es de que nada de existente haga límite a la función, no
sabría asegurarse en ello lo que sea de un universo. Así al
fundarse con esa mitad, “ellas” notodas
son, y en consecuencia y por eso mismo, ninguna tampoco es toda.
Podría
aquí, al desarrollar la inscripción que hice por una función
hiperbólica, de la psicosis de Schreber, demostrar ahí lo que tiene
de sardónico el efecto empuje-a-la-mujer que se especifica con el
primer cuantor: habiendo precisado bien que es por la irrupción de
Un
padre como
sin razón, que se precipita aquí el efecto experimentado
como forzamiento, en el campo de un Otro a pensarse como a todo
sentido lo más extranjero.
Pero
llevar a su potencia de extrema lógica la función, eso
desorientaría. Ya he podido medir el esfuerzo que la buena voluntad
ha puesto en aplicarla a Hölderlin: sin éxito.
Cuánto
más cómodo no es, incluso exquisitez a prometerse, poner a cuenta
del otro cuantor el singular de un “confín”, para que haga a la
potencia lógica del notodo
habitarse con el recreo del goce que la feminidad hurta, aun cuando
viene a conjugarse con lo que hace thomme54…
Pues
este “confín”, por enunciarse aquí de lógica, es bien el mismo
con que se ampara Ovidio al figurarlo como Tiresias en mito. Decir
que la mujer no es toda, es eso lo que el mito nos indica en que sea
la única cuyo goce sobrepasa a aquel que surge del coito.
Es
también por lo cual es como la única que ella quiere ser reconocida
por la otra parte: no se lo sabe sino demasiado.
Pero
es también donde se capta lo que hay allí que aprender, a saber que
si se satisficiera la exigencia del amor, el goce que se tiene de una
mujer la divide, haciendo de su soledad partenaire,
mientras que la unión queda en el umbral. Pues cómo reconocería el
hombre servir mejor para la mujer de la que quiere gozar, sino
devolviéndole ese goce suyo que no la hace toda de él: por
re-suscitarlo en ella.
Lo
que se llama el sexo (incluso el segundo, cuando es una boba) es
propiamente, por soportarse de notoda,
el Έτερος55
que no puede cerrarse en universo.
Llamemos
heterosexual, por definición, a lo que ama a las mujeres, cualquiera
sea su sexo propio. Así será más claro.
Dije:
amar, no: estar a ellas prometido por una relación que no hay. Es
incluso eso lo que implica lo insaciable del amor, lo cual se explica
con esta premisa.
Que
haya hecho falta el discurso analítico para que esto venga a
decirse, muestra bastante que no es en todo discurso que un decir
viene a ex-sistir. Pues la pregunta sobre ello fue durante siglos
barajada en términos de intuición del sujeto, el cual era muy capaz
de verlo, y hacerse gárgaras calientes con ello, sin que nunca eso
haya sido tomado en serio.
Es
de la lógica del Έτερος
que hay que partir. Siendo notable que es ahí donde desemboca el
Parménides
a partir de la incompatibilidad del Uno con el Ser. Pero ¿cómo
comentar ese texto ante setecientas personas?
Queda
la cantera siempre abierta al equívoco del significante: el Έτερος,
por
declinarse en el Έτερα56,
s'éthérise
[“se
eteriza”], incluso s'hétaïrise
[“se
hetairiza”]57…
El
apoyo del deux
[dos]
para hacer d'eux
[de
ellos] que parece tendernos ese notodo,
hace ilusión, pero la repetición que es en suma el transfinito
muestra que se trata de un inaccesible, a partir de lo cual, lo
enumerable estando seguro, la reducción lo deviene también.
Es
aquí que s'emble58
[se
hurta],
quiero decir: s'emblave
[se
siembra] le
semblable [el
semejante] del
cual sólo yo he intentado desanudar el equívoco, por haberlo
registrado en el hommosexué59
[homosexuado],
o sea en eso que se llamaba hasta aquí el hombre en resumen, que es
el prototipo del semblable
[semejante]
(cf.
mi
estadio del espejo).
Es
el Έτερος,
observémoslo,
quien, por sustraerse ahí como elemento de discordia, erige al
hombre en su estatuto que es el de hommosexuel60.
No por mis oficios, lo subrayo, por el de Freud quien este apéndice
se lo devuelve, y con todas las letras.
Il
ne s'emble (no
se sustrae)
así sin embargo más que por un decir ya bien avanzado. Lo que
impresiona de entrada es hasta qué punto el hommodit61
pudo bastarse con lo ordinario del inconsciente, hasta el momento en
que, al decirlo “estructurado como un lenguaje”, he dejado pensar
que de tanto hablar, no era gran cosa lo dicho: que eso cause
et
cause62
[habla
y habla], pero que eso es todo lo que sabe hacer. Se me ha tan poco
comprendido, mejor así, que puedo aspirar a que un día se me haga
objeción.
Como
sea, se flota en el islote falo, porque uno se atrinchera ahí con lo
que se suprime de eso.
Así
la historia se hace de maniobras navales donde los barcos hacen su
ballet con un número limitado de figuras.
Es
interesante que unas mujeres no desdeñen calificarse ahí: es
incluso por eso que la danza es un arte que florece cuando los
discursos se mantienen en su lugar, teniendo ahí el paso los que
tienen con qué, para el significante conveniente.
Pero
cuando el notoda
llega
a decir que no se reconoce en éste, ¿qué dice sino lo que se
encuentra en lo que le he aportado, o sea:
el
cuadrípodo de la verdad y del semblante, del gozar y de lo que de un
plus-de, se escabulle
para desmentir que de él se defiende,
y
el bípodo del cual la distancia muestra l'ab-sens
[el
au-sentido, ausencia] de la relación,
después
el trípode que se restituye con la entrada del falo sublime que guía
al hombre hacia su verdadero lecho por aquello de que su ruta, él la
haya perdido.
“Me
has satisfecho petithomme63.
Has
comprendido, era lo que hacía falta. Ve, d'étourdit64
no hay en exceso, para que él te vuelva l'après
midit65.
A
través de la mano que te responderá con que Antígona la llames, la
misma que puede desgarrarte porque j'en
sphynge [“de
ella esfinjo”, o “hago esfinge”] mi notoda,
sabrás incluso atardeciendo hacerte el igual de Tiresias y como él,
por haber hecho de Otro, adivinar lo que te he dicho”.
Sus
dichos no sabrían completarse, refutarse, inconsistirse,
indemostrarse, más que a partir de lo que ex-siste de las vías de
su decir.
De
dónde el analista, de qué otra fuente que de este Otro, el Otro de
mi grafo y significado como de S de A barrado: notoda,
de dónde sabría criticar lo que rebosa de la chicana lógica con la
cual la relación al
sexo se pierde, al querer que sus caminos vayan a la otra mitad?
Que
una mujer aquí no sirva al hombre más que para que él cese de amar
a otra; que de no conseguirlo sea por él acusada, mientras que es
bien por lograrlo, que ella lo falla,
-que,
torpe, el mismo se imagine que por tener dos, la hace toda,
-que
la mujer en el pueblo sea la burguesa, que en otro lugar el hombre
quiera que ella no sepa nada:
de
dónde sabría él reencontrarse en estas gentilezas -hay otras-
salvo de la lógica que allí se denuncia y con la cual pretendo
romper?
Me
ha complacido detectar que Aristóteles se doblega a ella,
curiosamente por fabricarnos los términos que yo retomo de otro
déduit68.
No hubiera tenido su interés sin embargo que encaminara su Mundo con
el notodo
al negarle lo universal? La existencia de un mismo golpe no
languidecería más por la particularidad, y para Alejandro su amo la
advertencia hubiera podido ser buena: si es de un ab-sens
[au-sentido, ausencia] como no-uno del cual se negaría el universo
que se sustrae el notodo
que ex-siste, él habría reído, el primero de todos es el caso
decirlo, de su designio de “empirer”69
el
universo
.
Allí
es justamente donde passifou [notanloco], el filósofo toca
tanto mejor la tonada del mediodicho cuanto que puede hacerlo en
buena conciencia. Se lo mantiene para decir la verdad: como el loco,
sabe que es totalmente factible, con la condición de que no suture
(Sutor…)70
además su semellité 71[“suelidad”].
Un
poco de topología viene ahora.
Tomemos
un toro (una superficie formando “anillo”). Salta a la vista que
al pellizcarlo entre dos dedos a todo lo largo a partir de un punto
para volver a él, el dedo de arriba al principio quedando abajo al
final, es decir, habiendo operado una media vuelta de torsión
durante el cumplimiento de la vuelta completa del toro, se obtiene
una banda de Moebius: a condición de considerar la superficie así
aplanada confundiendo las dos láminas producidas de la superficie
primera. En eso es que la évidence [evidencia] se homologa
con el évidement [vaciamiento].
Vale
demostarla de manera menos grosera. Procedamos a un corte siguiendo
el borde de la banda obtenida (se sabe que él es único). Es fácil
ver que cada lámina, desde entonces separada de la que la redobla,
se continúa sin embargo justamente en esta. En consecuencia, el
borde de una lámina tomado en un punto es el borde de la otra lámina
cuando una vuelta lo ha llevado a un punto conjugado por ser del
mismo “través”, y cuando con una vuelta suplementaria él vuelve
a su punto de partida, ha, por haber hecho un doble bucle repartido
sobre dos láminas, dejado de lado otro doble bucle que constituye un
segundo borde. La banda obtenida tiene pues dos bordes, lo que basta
para asegurarle un derecho y un revés.
Su
relación con la banda de Moebius que ella figuraba antes de que ahí
hiciéramos corte es...que el corte la haya producido.
Acá
está el juego de manos: no es por volver a coser el mismo corte que
la banda de Moebius será reproducida puesto que no era más que
“fingida” con un toro aplanado, pero es por un deslizamiento de
las dos láminas una sobre otra (y también en los dos sentidos) que
estando el doble bucle de uno de los bordes afrontado a él mismo, su
costura constituye la banda de Moebius “verdadera”.
Donde
la banda obtenida del toro se revela ser la banda de Moebius
bipartita -con un corte no de doble vuelta, sino que se cierra con
una sola (hagámosla por la mediana para cogerla… imaginariamente).
Pero
a la vez lo que aparece, es que la banda de Moebius no es nada más
que ese corte mismo, ese por el cual de su superficie ella
desaparece.
Y
la razón de eso es que al proceder a unir a sí mismo, tras el
deslizamiento de una lámina sobe la otra de la banda bipartita, el
doble bucle de uno de los bordes de esta misma banda, es a lo largo
de la cara revés de esta banda que cosíamos su cara derecha.
Donde
se toca que no es por la torsión ideal con la que una banda se
tuerce media vuelta como la banda de Moebius ha de ser imaginada; es
a todo su largo que ella no hace más que uno de su anverso y su
reverso. No hay uno de sus puntos donde el uno y el otro no se unan.
Y la banda de Moebius no es nada más que el corte de una sola
vuelta, cualquiera (aunque puesta en imagen a partir de la impensable
“mediana”), que la estructure con una serie de líneas sin
puntos.
Lo
que se confirma al imaginar a ese corte redoblarse (por estar “más
próximo” a su borde): este corte dará una banda de Moebius, ella
verdaderamente mediana, la que, aplastada, quedará haciendo cadena
con la Moebius bipartita que sería aplicable sobre un toro (eso por
constar de dos rollos de un mismo sentido y uno de sentido contrario
o, de manera equivalente: por obtenerse de la misma, tres rollos de
un mismo sentido): se ve aquí que l'ab-sens [el au-sentido]
que resulta del corte simple, hace l'absence [la ausencia] de
la banda de Moebius. De donde este corte = la banda de Moebius.
Queda
que este corte no tiene esta equivalencia más que por bipartir una
superficie que limita el otro borde: con una doble vuelta
precisamente, o sea con eso que hace a la banda de Moebius. La banda
de Moebius es pues eso que al operar sobre la banda de Moebius, la
vuelve a llevar a la superficie tórica.
El
agujero del otro borde puede sin embargo suplementarse de otro modo,
a saber con una superficie que, por tener el doble bucle por borde,
lo llena; -con otra banda de Moebius, eso va de suyo, y esto da la
botella de Klein.
Hay
aún otra solución: tomar este borde del recorte en disco que al
desenrollarlo él extiende sobre la esfera. Por hacer ahí círculo,
puede reducirse al punto: punto fuera de línea que, por suplementar
la línea sin puntos, se encuentra componer eso que en la topología
se designa como cross-cap.
Es
la aesfera [l'asphère], a escribir: l, apóstrofe. El
plano proyectivo dicho de otro modo, de Desargues, plano cuyo
descubrimiento como reduciendo su horizonte a un punto, se precisa
por el hecho de que este punto sea tal que toda línea trazada de
llegar ahí no lo franquea más que al pasar de la cara derecha del
plano a su cara revés.
Este
punto, asimismo, se extiende con la línea inasible con la que se
dibuja en la figuración del cross-cap, la travesía necesaria
de la banda de Moebius por el disco con que acabamos de suplementarla
dado que ella se apoya sobre su borde.
Lo
notable de esta secuencia es que la aesfera (escrita: l,
apóstrofe) por comenzar en el toro (ella se presenta ahí de primera
mano) no viene a la evidencia de su aesfericidad más que al
suplementarse con un corte esférico.
Este
desarrollo es a tomar como la referencia -expresa, quiero decir ya
articulada- de mi discurso en donde estoy: contribuyendo al discurso
analítico.
Referencia
que no es en nada metafórica. Diría: es de la textura que se trata,
de la textura de este discurso, -si justamente eso no fuera caer en
la metáfora.
Para
decirlo, caí allí; eso ya está hecho, no por el uso del término
al instante repudiado, sino por haber, para hacerme entender por a
quienes me dirijo, hecho-imagen a todo lo largo de mi exposición
topológica.
Que
se sepa que era factible de una pura álgebra literal, de un recurso
a los vectores con los que de ordinario se desarrolla de punta a
punta esta topología.
La
topología, ¿n'est-ce pas ce n'espace [no es ese noespacio]72
adonde nos lleva el discurso matemático y que necesita revisión de
la estética de Kant?
No
otra textura a darle que ese lenguaje de puro matema, por ello
entiendo el único que puede enseñarse: esto sin recurso a alguna
experiencia, que por estar siempre sea cual sea ella, fundada en un
discurso, permite las locuciones que no apuntan en última instancia
nada más que a, ese discurso, establecerlo.
¿Qué
me autoriza en mi caso a referirme a ese puro matema?
Señalo
de entrada que si excluyo de él la metáfora, admito que pueda ser
enriquecido y que como tal no sea, por esta vía, más que
recreación, o sea eso de lo cual toda suerte de campos matemáticos
nuevos se han abierto. Me mantengo, pues, en el orden que yo aislé
de lo simbólico, al inscribir ahí lo que es del inconsciente, para
allí tomar referencia de mi presente discurso.
Contesto
pues a mi pregunta: que hace falta de entrada tener la idea, la cual
se toma de mi experiencia, de que cualquier cosa no puede ser dicha.
Y hace falta decirlo [le dire].
Eso
es como decir que hace falta el decir de entrada [le dire
d'abord]73.
El
“significado” del decir no es, como pienso haberlo hecho sentir
con mis frases desde un principio, más que ex-sistencia al dicho
(aquí al dicho de que todo no puede decirse). O sea: que no es el
sujeto, el cual es efecto de dicho.
En
nuestras esferas, el corte, corte cerrado, es el dicho. Él hace
sujeto74:
sea lo que sea que él ciña…
En
especial, como lo figura la conminación de Popilio de responder ahí
por sí o por no, en especial, digo, si lo que ciñe, es el concepto,
del cual se define el ser mismo: con un círculo alrededor – a
recortarse de una topología esférica, aquella que sostiene lo
universal, el en-cuanto-al-todo: topología del universo. Lo molesto
es que el ser no tiene por sí mismo ninguna especie de
sentido. Cierto que allí donde está, es el significante-maître
[amo], como lo demuestra el discurso filosófico que, por
mantenerse a su servicio, puede ser brillante, o sea: ser bello, pero
en cuanto al sentido lo reduce al significante m'être [serme
o “meser”]75.
M'être sujeto redoblándolo al infinito en el espejo.
Evocaré
aquí la supervivencia magistral, cuán sensible cuando ella se
abraza a los hechos “modernos”, la supervivencia de ese discurso,
el de Aristóteles y el de Santo Tomás, bajo la pluma de Etienne
Gilson, la cual no es más que placer: m'est76
[me es] “plus de gozar”.
Es
también que le doy sentido con otros discursos, el autor también,
como acabo de decirlo. Explicaré esto, lo que produce el sentido, un
poco más adelante.
El
ser se produce pues “en especial”. Pero nuestra aesfera bajo
todos sus avatares atestigua que si el dicho se concluye con un corte
que se cierra, hay ciertos cortes cerrados que de esta aesfera no
hacen dos partes: dos partes a denotarse del sí y del no en cuanto a
lo que es (“del ser”) de una de ellas.
Lo
importante es que sean estos otros cortes los que tengan efecto de
subversión topológica. Pero ¿qué decir del cambio por ellos
sobrevenido?
Podemos
denominarlo topológicamente: cilindro, banda, banda de Moebius. Pero
encontrar ahí lo que hay de eso en el discurso analítico, no puede
hacerse más que interrogando la relación del decir al dicho.
Digo
que un decir se especifica allí con la demanda cuyo estatuto lógico
es del orden de lo modal, y que la gramática lo certifica.
Otro
decir, según yo, es allí priviligiado: es la interpretación, que,
ella, no es modal, sino apofántica. Añado que en el registro de la
lógica de Aristóteles, ella es particular, por interesar al sujeto
de los dichos particulares, los cuales son notodos (asociación
libre) unos dichos modales (demanda entre otros).
La
interpretación, he formulado en su tiempo, se refiere a la causa del
deseo, causa que ella revela, eso por la demanda que con su modal
envuelve el conjunto de los dichos.
Quienquiera
me siga en mi discurso sabe bien que esta causa yo la encarno en el
objeto (a), y este objeto, lo reconoce (por haberlo yo
enunciado desde hace tiempo, diez años, el seminario 61-62 sobre la
identificación, donde esta topología yo la he introducido), lo ha,
lo adelanto, reconocido ya en lo que designo aquí con el disco
suplementario con que se cierra la banda de Moebius, eso de lo que se
compone el cross-cap.
Es
la topología esférica de este objeto llamado (a) la que se
proyecta sobre lo otro del compuesto, heterogéneo, que
constituye el cross-cap.
“Imaginemos”
todavía según lo que se figura de ella gráficamente de manera
usual, esta otra parte. ¿Qué vemos ahí? Su inflación.
Nada
más natural para ella que se tome por esférica. Ahí no es menos,
tan delgada como se la reduzca a la parte torcida de una media
vuelta, una banda de Moebius, o sea la puesta en valor de la aesfera
del notodo: es lo que soporta lo imposible del universo, -o
sea, a tomar nuestra fórmula, lo que allí se reúne con lo real.
El
universo no está en otra parte más que en la causa del deseo, lo
universal tampoco. Es de ahí que procede la exclusión de lo real…
...de
ese real: que no hay relación sexual, ello debido a que un
animal tiene estábitat77
que es el lenguaje, que abitarlo [l'abiter] es asimismo lo que
para su cuerpo hace órgano, -órgano que, por así ex-sistirle, lo
determina con su función, ello antes de que él la encuentre. Es
inclusive por eso que él está reducido a encontrar que su cuerpo es
no-sin otros órganos, y que la función de cada uno, se le vuelve
problema, eso de lo cual el dicho esquizofrénico se especifica por
quedar tomado sin el auxilio de ningún discurso establecido.
Tengo
la tarea de desbrozar el estatuto de un discurso, aquí donde sitúo
que hay… discurso: y lo sitúo con el lazo social al que se someten
los cuerpos que, a este discurso, loabitan [labitent].
Mi
empresa parece desesperada (lo es por el hecho mismo, ahí reside la
desesperación) porque es imposible que los psicoanalistas formen un
grupo.
No
obstante el discurso psicoanalítico (es mi desbroce) es justamente
aquel que puede fundar un lazo social limpio de ninguna necesidad de
grupo.
Como
se sabe que no cuido mis términos cuando se trata de resaltar una
apreciación que, mereciendo un acceso más estricto, debe prescindir
de él, diré que mido el efecto de grupo según lo que él agrega de
obscenidad imaginaria al efecto de discurso.
Tanto
menos se asombrará uno, espero, de ese decir cuanto que es
históricamente verdadero que sea la entrada en juego del discurso
analítico la que ha abierto la vía a las prácticas llamadas de
grupo y que estas prácticas no suscitan más que un efecto, si oso
decir, purificado del discurso mismo que permitió su experiencia.
Ninguna
objeción acá a la práctica llamada de grupo, siempre que esté
bien indicada (eso es poco).
La
observación presente de lo imposible del grupo psicoanalítico es a
la vez lo que de él funda, como siempre, lo real. Este real, es esa
obscenidad misma: también de ella “vive él” (entre comillas)
como grupo.
Esta
vida de grupo es la que preserva la institución llamada
internacional, y lo que intento proscribir de mi Escuela, -contra las
advertencias que recibo por eso de algunas personas dotadas para
ello-.
Esto
no es acá lo importante, ni que sea difícil a quien se instala en
un tal discurso vivir de otra manera que en grupo; -es lo que llama
allí, entiendo: a ese escudo del grupo, la posición del analista
tal como ella es definida por su propio discurso.
¿Cómo
el objeto (a) en tanto que él es desfavorable a la mirada del
semblante donde el análisis lo sitúa, se soportaría de otro
confort que el grupo?
Ya
he perdido aquí un montón de gente: ligero de corazón, y listo a
que otros me critiquen por eso.
No
soy yo quien vencerá, es el discurso al que sirvo. Voy a decir ahora
por qué. Estamos en el reino del discurso científico y lo voy a
hacer sentir. Sentir desde ahí donde se confirma mi crítica, más
arriba, del universal de aquello de que “el hombre sea mortal”.
Su
traducción en el discurso científico, es el seguro de vida. La
muerte, en el decir científico, es asunto de cálculo de
probabilidades. Es, en ese discurso, lo que ella tiene de verdadero.
Hay
no obstante, de nuestro tiempo, gente que se rehusa a contratar un
seguro de vida. Es que ellos quieren de la muerte otra verdad que
aseguran ya otros discursos. Ese del amo por ejemplo que, de creer a
Hegel, se fundaría en la muerte tomada como riesgo; ese del
universitario, que actuaría de memoria “eterna” del saber.
Estas
verdades, como esos discursos, son cuestionadas, por ser
eminentemente cuestionables. Otro discurso salió a la luz, el de
Freud, para el cual la mort [la muerte], es l'amour [el
amor].
Esto
no quiere decir que el amor no incumba también al cálculo de
probabilidades, que no le deja más que la chance ínfima que el
poema de Dante ha sabido realizar. Esto quiere decir que no hay
seguro de amor, porque eso sería un seguro de odio también.
El
amor-odio es eso de lo cual un psicoanalista, aun no lacaniano, no
reconoce a justo título más que la ambivalencia, o sea la cara
única de la banda de Moebius, -con esta consecuencia, ligada a lo
cómico que le es propio, de que en su “vida” de grupo, él no
denomine nunca más que al odio.
Reengancho
lo de antes: tanto menos motivo para el seguro de amor cuanto que no
se puede más que perder ahí, como hizo Dante, que en los círculos
de su infierno omite el del conjungo78
sin fin.
Entonces
ya demasiado commentaire79
en la imaginería de ese decir que es mi topología. Un
analista verdadero no entendería ahí más que hacer a este decir,
hasta que se pruebe otro mejor, ocupar el lugar de lo real.
El
lugar del decir es en efecto el análogo en el discurso matemático
de ese real que otros discursos aprietan con lo imposible de sus
dichos. Esta dit-mension80
de un imposible que va incidentalmente hasta comprender el impasse
propiamente lógico, es por otra parte lo que se llama la estructura.
La
estructura es lo real que emerge en el lenguaje. Por supuesto ella no
tiene ninguna relación con la “buena forma”.
La
relación de órgano del lenguaje al ser hablante es metáfora. Él
es aún estábitat81
que, por que labitante [labitant] sea ahí parásito, debe ser
supuesto darle el golpe de un real.
Es
evidente que de “expresarme así”, como será traducido lo que
acabo de decir, yo me deslizo a una “concepción del mundo”, o
sea al residuo de todo discurso.
Es
bien de lo que el analista podría ser salvado por esto de que su
discurso lo rechaza a él mismo, al iluminarlo como desecho del
lenguaje.
Es
por lo que parto de un hilo, ideológico no tengo elección, ese del
cual se teje la experiencia instituida por Freud. ¿En nombre de qué,
si ese hilo proviene de la trama mejor puesta a la prueba de sostener
juntas las ideologías de un tiempo que es el mío, lo rechazaría
yo? ¿En nombre del goce? Pero justamente, es lo propio de mi hilo
librarse de eso82:
es incluso el principio del discurso psicoanalítico, tal como, él
mismo, se articula.
Lo
que digo vale el lugar donde pongo el discurso del que el análisis
se invoca, entre los otros a repartirse la experiencia de este
tiempo. El sentido, si hay ahí uno por hallar, ¿podría venirme de
un tiempo otro?: lo intento siempre en vano.
No
es sin razón que el análisis se funda en el sujeto supuesto saber:
sí, ciertamente él le supone poner en cuestión el saber, por eso
es mejor que sepa a propósito de eso.
Admiro
al respecto el aire contrariado que toma la confusión, por ello de
que la elimino.
Queda
que la ciencia ha arrancado, netamente del hecho de dejar caer la
suposición, que es el caso llamar natural, en tanto ella implica que
los enchufes del cuerpo sobre la “naturaleza” lo sean, -lo cual
por falsificarse, arrastra a una idea de lo real que yo bien diría
ser verdadera. ¡Por desgracia! esa no es la palabra que a lo real
conviene. Nos gustaría poder probar que es falsa, si por ello se
entendiese caída (falsa83),
o sea deslizándose de los brazos del discurso que la abraza.
Si
mi decir se impone, no, como se dice, con un modelo, sino con el
propósito de articular topológicamente el discurso mismo, es del
defecto en el universo que procede, a condición de que tampoco él
pretenda suplirlo.
“Realizando
la topología” de esto, yo no salgo del fantasma mismo para dar
cuenta de ella, pero recogiéndola en flor de la matemática, esta
topología, -o sea de que ella se inscriba en un discurso, el más
vaciado de sentido que haya, de prescindir de toda metáfora, de ser
metonímicamente de ab-sens [au-sentido, ausencia], yo
confirmo que es del discurso que se funda la realidad del fantasma,
que de esta realidad lo que hay de real se encuentra inscripto.
¿Por
qué ese real no sería el número, y tragado crudo después de todo,
que vehicula bien el lenguaje? Pero eso no es tan simple, es el caso
decirlo (caso que yo me apuro siempre a conjurar diciendo que ese es
el caso).
Pues
lo que se profiere con el decir de Cantor es que la serie de los
números no representa nada más en el transfinito que la
inaccesibilidad que comienza con el deux [dos],
por lo que d'eux [de ellos] se constituye lo enumerable al
infinito.
Desde
entonces una topología se necesita dado que lo real no le vuelve más
que del discurso del análisis, para este discurso, confirmarlo, y
que sea por la hiancia que este discurso abre al volver a cerrarse
más allá de los otros discursos, que este real se encuentre
ex-sistir.
Es
eso lo que voy a hacer palpar ahora.
Mi
topología no es sustancia que plantee más allá de lo real aquello
en lo cual una práctica se motiva. Ella no es teoría.
Sino
que debe dar cuenta de que, cortes del discurso, los hay tales que
modifican la estructura que este recibe de origen.
Es
pura escapatoria exteriorizar este real con estándares, estándares
llamados de vida que primarían para los sujetos en su existencia,
por no hablar más que para expresar sus sentimientos sobre las
cosas, la pedantería de la palabra “afecto” no cambia ahí nada.
¿Cómo
esta secundariedad mordería sobre lo primario que ahí se sustituye
a la lógica del inconsciente?
¿Sería
eso efecto de la sabiduría que allí intervendrá? Los estándares a
los que se recurre, lo contradicen justamente.
Pero
por argumentar dentro de esta banalidad, se pasa ya a la teología
del ser, a la realidad psíquica, o sea a lo que no se avala
analíticamente más que con el fantasma.
Sin
duda el análisis mismo da cuenta de esta trampa y desplazamiento,
pero ¿no es esta bastante grosera para denunciarse en todas partes
donde un discurso sobre lo que hay, se descarga de la responsabilidad
de producirla?
Pues
hace falta decirlo, el inconsciente es un hecho en tanto que él se
soporta del discurso mismo que lo establece, y, si unos analistas son
solamente capaces de rechazar el fardo, es por alejar de ellos mismos
la promesa de rechazo que allí los llama, ello en la medida de que
su voz habrá allí tenido efecto.
Que
se lo sienta en el lavado de manos con que ellos alejan de sí la
llamada transferencia, al rehusar lo sorprendente del acceso que ella
ofrece sobre el amor.
Al
prescindir en su discurso, según la línea de la ciencia, de todo
savoir-faire de los cuerpos, pero por otro discurso, - el
análisis, - por evocar una sexualidad de metáfora, metonímica a
pedir de boca por sus accesos más comunes, aquellos llamados
pregenitales, a leer extra-, toma cuerpo por revelar la torsión del
conocimiento. ¿Sería allí fuera de lugar dar el paso de lo real
que da cuenta de ella al traducirlo por una ausencia situable
perfectamente, la de la “relación” sexual en ninguna
matematización?
Es
en qué los matemas con los que se formula en impasses lo
matematizable, él mismo a definir como lo que de real se enseña,
son susceptibles de coordinarse con esta ausencia tomada a lo real.
Recurrir
al notodo, al hommoinsun84,
o sea a los impasses de la lógica, es, por mostrar la salida fuera
de las ficciones de la Mundanidad, hacer fixión85
otra de lo real: o sea de lo imposible que lo fija desde la
estructura del lenguaje. Es también trazar la vía por la que se
reencuentra en cada discurso lo real con que se envuelve, y
desestimar los mitos con los que se lo suple ordinariamente.
Pero
proferir de ahí que hace falta lo real de que nada sea todo, eso
cuya incidencia respecto de la verdad iría directamente a un
aforismo más escabroso, -o, de tomarla por otro sesgo, emitir que lo
real necesita de verificaciones sin objeto, esto es aquí solamente
relanzar la tontería de prenderse del noúmeno: o sea que el ser
huye al pensamiento… Nada viene al cabo de este ser que un poco más
dafnizo, incluso laurifice86
[“laurifico”] en ese noúmeno, del cual más vale decir que
para que se sostenga, hace falta que haya de eso varias capas…
Mi
preocupación es que los aforismos, que por lo demás me contento en
presentar en capullo, hagan reflores de las fosas de la metafísica
(pues el noúmeno es la broma, la susbsistencia fútil…). Apuesto a
que ellos se probarán ser plus-de-nonsense87,
más divertidos, para decirlo, que lo que nous mène88
[nos lleva] así…
...¿a
qué? Hace falta sobresaltarme, que jure que yo no lo ví de
inmediato mientras que ustedes, ya… esas verdades primeras, pero
ese es el texto mismo con el que se formulan los síntomas de las
grandes neurosis, de las dos que, de tomar en serio lo normal, nos
dicen que es más bien norme-male89.
He
aquí lo que nos vuelve a llevar al suelo, quizá no el mismo, pero
puede ser también que ese sea el bueno y que el discurso analítico
se ande ahí menos con pies de plomo.
Pongamos
en marcha aquí el asunto del sentido, más arriba prometido en su
diferencia respecto de la significación.
Nos
permite engancharlo a la enormidad de la condensación entre “eso
que piensa” en nuestra época (con los pies que venimos de decir) y
la topología inepta a la que Kant dio cuerpo desde su propio
estamento, el del burgués que no puede imaginar más que
trascendencia, la estética como la dialéctica.
Esta
condensación en efecto, debemos decirla para escuchar “en el
sentido analítico”, según la fórmula recibida. Cuál es este
sentido, si justamente los elementos que ahí se condensan, se
califican unívocamente por una imbecilidad semejante, incluso si son
capaces de jactarse de ello del lado de “eso que piensa”, la
máscara de Kant en cambio parece de palo ante el insulto, por su
reflexión cerca de Swedenborg: dicho de otra manera, ¿hay un
sentido de la imbecilidad?
En
ello se palpa que el sentido no se produce más que por la traducción
de un discurso en otro.
Provistos
como aquí estamos de esta pequeña luz, vibra la antinomia que se
produce de sentido a significación: que un débil sentido venga a
surgir a la luz rasante de las llamadas “críticas” de la razón
pura y del juicio (para la razón práctica yo he dicho de ella lo
juguetón poniéndolo del lado de Sade, él no más divertido, pero
lógico), desde que su sentido entonces se eleva, los dichos de Kant
no tienen más significación.
La
significación, ellos no la tienen pues más que a partir del momento
en que no tenían sentido, ni siquiera sentido común.
Esto
nos ilumina las tinieblas que nos dejan a tientas. El sentido no
falta en los vaticinios llamados presocráticos: imposible decir
cuál, pero çasysent90
[esoahísesiente]. Y que Freud se relamiera con ellos, no con los
mejores por lo demás ya que es de Empédocles, no importa, tenía,
él, sentido de la orientación; eso nos basta para ver que la
interpretación es del sentido y va contra la significación.
Oracular, lo que no sorprende por lo que sabemos ligar de oral a la
voz, del desplazamiento sexual.
Es
la miseria de los historiadores: no poder leer más que el sentido,
allí donde no tienen otro principio que recurrir a los documentos de
la significación. También ellos llegan pues a la trascendencia, la
del materialismo por ejemplo, que, “histórico”, ¡lo es por
desgracia! lo es al punto de devenirlo irremediablemente.
Felizmente
el análisis está allí para volver a inflar la historiola
[historiole]: pero no lográndolo más que porque está tomado
en su discurso, en su discurso de hecho, él nos deja en la estacada
respecto de lo que no es de nuestro tiempo, no cambiando por aquí
nada de lo que la honestidad fuerza al historiador a reconocer desde
que él tiene que situar el menor çasysent. Que tenga la
carga de la ciencia del embarazo, es bien lo embarazoso de su aporte
a la ciencia.
Importa
pues a muchos, ¿a estos como a muchos otros?, que la imposibilidad
de decir verdadero de lo real se motive en un matema (se sabe cómo
lo defino), en un matema con el que se sitúa la relación del decir
al dicho.
El
matema se profiere del solo real reconocido primero en el lenguaje: a
saber el número. No obstante la historia de la matemática demuestra
(es el caso decirlo) que puede extenderse a la intuición, a
condición de que este término esté lo más castrado que se pueda
de su uso metafórico.
Hay
pues acá un campo del cual lo más impactante es que su desarrollo,
en contra de los términos con los que se lo absorbe, no procede por
generalización, sino por reorganización topológica, por una
retroacción sobre el inicio tal que borra su historia.
Ninguna
experiencia más segura para resolver ahí el embarazo. De donde su
atractivo para el pensamiento: que allí encuentra el nonsense91
propio del ser, o sea del deseo de una palabra sin más
allá.
Nada
sin embargo para dar cuenta del ser que, dado que lo enunciamos así,
no dependa de nuestra benevolencia.
Muy
otro es el hecho de lo indecidible, para tomar de eso el ejemplo de
vanguardia del que se recomienda para nosotros el matema: es lo real
del decir del número que está en juego, cuando de ese decir es
demostrado que no es verificable, ello en ese grado segundo que no se
pueda siquiera asegurarlo, como se hace con otros ya dignos de
retenernos, con una demostración de su indemostrabilidad por las
premisas mismas que supone, -entendamos bien con una contradicción
inherente al suponerlo demostrable.
No
se puede negar que haya allí progreso sobre lo que del Menón
queda por preguntar de lo que hace a lo enseñable. Es ciertamente la
última cosa por decir que entre los dos hay un mundo: siendo aquello
de lo que se trata que a este lugar viene lo real, del cual el mundo
no es más que caída irrisoria.
Es
sin embargo el progres [progreso] lo que hay que restringir
allí, ya que no pierdo de vista el regret [añoranza] que le
responde, a saber que la opinión verdadera a la que en el Menón
da sentido Platón, no tiene para nosotros más que ab-sens
[au-sentido, ausencia] de significación, lo que se confirma al
referirla a la de nuestros bien-pensantes.
¿Un
matema la hubiese soportado, que nuestra topología nos proporciona?
Intentémoslo.
Ello
nos conduce al asombro de que evitáramos sostener de la imagen
nuestra banda de Moebius, esta imaginación volviendo vanas las
observaciones que hubieran necesitado que un dicho otro se
encontrara articulado allí: mi lector no devenía otro más que
porque el decir pase al dicho, ese decir siendo a tomar por al dicho
ex-sistir, por lo que lo real me ex-sist(ait)92
sin que alguien, dado que fuese verificable, pudiera hacerlo
pasar al matema. La opinión verdadera, ¿es eso la verdad en lo real
en tanto que es él el que barra su decir?
Lo
probaré del volver a decir que voy a hacer de ello.
Línea
sin puntos, he dicho del corte, en tanto es, él, la banda de Moebius
por eso de que uno de sus bordes, después de la vuelta con la que se
cierra, se continúa en el otro borde.
Pero
ello, sin embargo no puede producirse más que de una superficie ya
picada por un punto que he dicho fuera de línea por especificarse
con un doble bucle sin embargo extendible sobre una esfera: de suerte
que sea de una esfera, que él se recorte, pero con un doble
abrochamiento que haga de la esfera una aesfera o cross-cap.
Eso
que él hace pasar sin embargo en el cross-cap, por tomarse
prestado de la esfera, es que un corte que él vuelve moebiano en la
superficie que determina al hacerla allí posible, la vuelve, a esta
superficie, al modo esférico: pues es porque el corte le equivale,
que eso con lo que ella se suplementaba en cross-cap “se
proyecta allí”, he dicho.
Pero
como de esta superficie, para que ella permita este corte, se puede
decir que está hecha de líneas sin puntos por donde en todas partes
su cara del derecho se cose a su cara del revés, es en todas partes
que el punto suplementario al poder esfericizarse, puede ser fijado
en un cross-cap.
Pero
esta fixión debe ser elegida como único punto fuera de línea, para
que un corte, con darle una vuelta y una sola, tenga ahí efecto de
resolverla en un punto esféricamente extendible.
El
punto pues es la opinión que puede ser dicha verdadera porque el
decir que le da la vuelta la verifica en efecto, mas sólo porque el
decir sea lo que la modifica al introducir la δόξα93
como real.
Así
un decir tal como el mío, es por ex-sistir al dicho que él permite
de eso el matema, pero no hace para mí matema y se plantea así como
no-enseñable antes de que el decir sea producido, como enseñable
sólo después de que yo lo he matematizado según los criterios
menónicos que sin embargo no me lo habían certificado.
Lo
no-enseñable, lo he hecho matema al asegurarlo con la fixión de la
opinión verdadera, fixión escrita con una x, pero no sin recurso de
equívoco.
Así
un objeto tan fácil de fabricar como la banda de Moebius en tanto
que ella se imagina pone al alcance de todas las manos lo que es
inimaginable desde que su decir al olvidarse, hace al dicho
aguantarse [s'endurer].
De
dónde ha procedido mi fixión de este punto δόξα que yo no he
dicho, no lo sé y no puedo entonces como tampoco Freud dar cuenta
“de lo que enseño”, salvo al seguir sus efectos en el discurso
analítico, efecto de su matematización que no viene de una machine
[máquina], pero que resulta depender del machin [aparato] una
vez que él lo ha producido.
Es
notable que Cicerón haya sabido ya emplear ese término “Ad
usum autem orationis, incridibile est, nisi diligenter attenderis,
quanta opera machinata natura sit”94
(Cicerón, De natura deorum, 59, 149), pero más aún
que yo lo haya hecho exergo a los tanteos de mi decir desde el ll
de abril de 1956.
La
topología no está “hecha para guiarnos” en la estructura. Esa
estructura, ella lo es como retroacción del orden de cadena en que
consiste el lenguaje.
La
estructura, es lo aesférico oculto en la articulación lenguajera en
tanto que un efecto de sujeto se capta en ella.
Está
claro que, en cuanto a la significación, ese “se capta en ella”
de la subfrase, seudomodal, se repercute del objeto mismo que como
verbo él envuelve en su sujeto gramatical, y que hay falso efecto de
sentido, resonancia de lo imaginario inducido de la topología, según
que el efecto de sujeto haga remolino de aesfera o que lo subjetivo
de este efecto se “refleje” allí.
Aquí
hay que distinguir la ambigüedad que se inscribe de la
significación, o sea del bucle del corte, y la sugerencia de
agujero, es decir de estructura que de esta ambigüedad hace sentido.
Así
el corte, el corte instaurado desde la topología (al hacerlo ahí,
de derecho, cerrado, que se lo note de una buena vez, en mi uso al
menos), es el dicho del lenguaje, pero por no olvidar más su decir.
Por
supuesto están ahí los dichos que son objeto de la lógica
predicativa y cuya suposición universalizante incumbe solamente a la
esfera, digo: la, digo: esfera, o sea: que justamente la estructura
no encuentra ahí más que un suplemento que es el de la ficción de
lo verdadero.
Se
podría decir que la esfera, es lo que prescinde de topología. El
corte ciertamente recorta ahí (al cerrarse) el concepto sobre el que
reposa la feria del lenguaje, el principio del intercambio, del
valor, de la concesión universal. (Digamos que no es más que
“materia” para la dialéctica, asunto de discurso del amo). Es
muy difícil sostener esta dit-mension95
pura, porque estando por todas partes, pura no lo es jamás pero lo
importante es que ella no es la estructura. Ella es la ficción de
superficie con que la estructura se viste.
Que
el sentido le sea ajeno, que “el hombre es bueno” y asimismo el
dicho contrario, no quiera decir estrictamente nada que tenga un
sentido, se puede a justo título asombrarse de que nadie haya hecho
de esta observación (de la cual una vez más l'évidence [la
evidencia] remite al ser como évidement [vaciamiento]),
referencia estructural. ¿Nos arriesgaremos a decir que el corte a
fin de cuentas no ex-siste a la esfera? -Por la razón de que nada lo
obliga a cerrarse, puesto que al permanecer abierto ella produce ahí
el mismo efecto, calificable de agujero, pero porque aquí este
término no pueda ser tomado más que en la acepción imaginaria de
ruptura de superficie: evidente es cierto, pero por reducir lo que
puede ceñir al vacío de un posible cualquiera del cual la sustancia
no es más que correlato (composible sí o no: desenlace del
predicado en lo proposicional con todos los pasos en falso con que
uno se divierte).
Sin
la homosexualidad griega, luego árabe, y el relevo de la eucaristía
todo ello hubiese necesitado de Otro recurso mucho antes. Pero se
comprende que de las grandes épocas que acabamos de evocar, la
religión sola a fin de cuentas, por constituir la opinión
verdadera, la όρθή δόξα96,
pudo a este matema dar el fondo con que se encontraba de hecho
investido. Quedará siempre algo de eso incluso si se cree lo
contrario, y es por eso que nada prevalecerá contra la Iglesia hasta
el final de los tiempos. Puesto que los estudios bíblicos no han
todavía salvado de eso a nadie.
Sólo
aquellos para quienes este tapón no tiene ningún interés, los
teólogos por ejemplo, trabajarán en la estructura… Si el corazón
se lo dice, pero cuidado con la náusea97.
Lo
que la topología enseña, es el lazo necesario que se establece del
corte al número de vueltas de los que él consta para que así sea
obtenida una modificación de la estructura o de la aesfera, único
acceso concebible a lo real, y concebible de lo imposible en el que
ella lo demuestra.
Así
de la vuelta única en la aesfera hace jirón esféricamente estable
por introducir ahí el efecto del suplemento que ella toma del punto
fuera de línea, la όρθή δόξα. Rizarla doble, esta vuelta,
obtiene muy otra cosa: caída de la causa del deseo de donde se
produce la banda moebiana del sujeto, demostrando en dicha caída no
ser más que ex-sistencia al corte en doble bucle del que resulta.
Esta
ex-sistencia es decir y lo prueba con que el sujeto quede a merced de
su dicho si él se repite, o sea: como la banda moebiana por allí
encontrar su fading (desvanecimiento).
Punto-nudo
(es el caso98
decirlo), es la vuelta de la que se hace el agujero, pero solamente
en ese “sentido” que de la vuelta, este agujero s'imagine [se
imagina], o s'y machine [se maquina], como se quiera.
La
imaginación del agujero tiene consecuencias ciertamente: ¿es
necesario evocar su función “pulsional” o, para decirlo mejor,
lo que de ella deriva (Trieb)? Es la conquista del análisis
haber hecho de eso matema, cuando la mística antes no testimoniaba
de su prueba más que haciéndola indecible. Pero de permanecer en
ese agujero, es la fascinación la que se reproduce, de la que el
discurso universal mantiene su privilegio, más aún la vuelve
cuerpo, a partir del discurso analítico.
Con
la imagen jamás se hará nada de eso. El semblable
[semejante] s'oupirera99
incluso de lo que s'y emblave [se siembra allí].
El
agujero no se motiva en el guiño del ojo, ni en el síncope mnésico,
ni en el grito. Que se lo aproxime al percibirse que la palabra [mot]
se toma prestada de motus100,
es de aplicación allí desde donde la topología se instaura.
Un
toro no tiene agujero, central o circular, más que para quien lo
mira como objeto, no para quien es su sujeto, o sea de un corte que
no implica ningún agujero, pero que lo obliga a un número preciso
de vueltas de decir para que ese toro se haga (se haga si lo demanda,
pues después de todo un toro vale más que un través101),
se haga, como prudentemente nos contentamos con imaginarlo, banda de
Moebius, o contrebande [contrabando/contrabanda] si la palabra
les gusta más.
Un
toro, como lo demostré hace diez años a gente falta de empantanarme
en su contrabando con ellos, es la estructura de la neurosis en tanto
que el deseo puede, por la re-petición indefinidamente enumerable de
la demanda, rizarse en dos vueltas. Es con esta condición al menos
que ahí se decide la contrabanda del sujeto, -en ese decir que se
llama la interpretación.
Quisiera
solamente faire un sort [hacer un sortilegio] a la
sorte [suerte] de incitación que puede imponer nuestra
topología estructural.
He
dicho la demanda enumerable en sus vueltas. Está claro que si el
agujero no es para imaginar, la vuelta no ex-siste más que del
número con que ella se inscribe en el corte del cual sólo el cierre
cuenta.
Insisto:
la vuelta en sí no es contable; repetitiva, ella no cierra nada, no
está ni dicha ni por decir, es decir ninguna proposición. Con lo
cual sería demasiado decir que no depende de una lógica, que queda
por hacer a partir de la modal.
Pero
si como lo asegura nuestra figuración primera del corte con que del
toro se hace la banda de Moebius, una demanda ahí basta, pero que
puede repetirse por ser enumerable, es como decir que no se aparea a
la doble vuelta con que se funda la banda más que al plantearse por
el transfinito (cantoriano).
Queda
que la banda no sabría constituirse más que del hecho de que las
vueltas de la demanda sean de número impar.
Lo
transfinito, permaneciendo exigible, porque nada, lo hemos dicho, se
cuenta allí sino porque el corte se cierra, el llamado transfinito,
tal Dios mismo del cual se sabe que se felicita por ello, le es
ordenado ahí ser impar.
He
aquí lo que agrega una dit-mensión102
a la topología de nuesta práctica del decir.
¿No
debe ella volver a entrar en el concepto de repetición en tanto que
no es abandonada a sí misma, sino que esta práctica la condiciona,
como lo hemos hecho también observar del inconsciente?
Es
impactante, -aunque ya visto por lo que digo, que se lo recuerde-,
que el orden (entendamos: el ordinal) del cual he efectivamente
desbrozado la vía en mi definición de la repetición y a partir de
la práctica, ha pasado totalmente en su necesidad desapercibido por
mi audiencia.
De
ello marco aquí la referencia para una retoma por venir.
Digamos
sin embargo el fin del análisis del toro neurótico.
El
objeto (a) por caer del agujero de la banda se proyecta après
coup en lo que llamaremos, por abuso imaginario, el agujero
central del toro, o sea alrededor de lo cual el transfinito impar de
la demanda se resuelve con la doble vuelta de la interpretación.
De
esto, es de lo cual el psicoanalista ha tomado función al situarlo
por su semblante.
El
analizante no termina más que al hacer del objeto (a) el
representante de la representación de su analista. Es pues en tanto
dure su duelo por el objeto (a) al que por fin lo ha reducido,
que el psicoanalista persiste en causar su deseo: más bien
maníaco-depresivamente.
Es
el estado de exultación que Balint, al tomarlo de lado, no ha
descrito menos bien: más de un “éxito terapéutico”, encuentra
allí su razón, y sustancial eventualmente. Luego, el duelo se
acaba.
Queda
lo estable del aplanamiento del falo, o sea de la banda, donde el
análisis encuentra su fin, el que asegura su sujeto supuesto del
saber:
...que,
el diálogo de un sexo con el otro estando interdicto porque un
discurso, sea cual sea, se funda por excluir lo que el lenguaje lleva
en sí de imposible, a saber la relación sexual, de ello resulta
para el diálogo al interior de cada (sexo) algún inconveniente,
...que
nada sabría decirse “seriamente” (o sea para formar de serie
límite) más que por tomar sentido del orden cómico, -al cual no
hay sublime (incluso Dante aquí otra vez) que no haga reverencia-,
...y
luego que el insulto, si resultase por el έρος103
ser del diálogo la primera palabra como la última (véaseaomero104),
el juicio también, hasta lo “último” permanece fantasma, y para
decirlo, no llega a lo real más que al perder toda significación.
De
todo esto sabrá hacerse una conducta. Hay ahí más de una, incluso
a montones, por convenir a las tres dit-mensions105
de lo imposible: tales como ellas se despliegan en el sexo, en el
sentido, y en la significación.
Si
es sensible a lo bello, a lo cual nada lo obliga, lo situará con el
entre-dos-muertes, y si alguna de estas verdades le parest106
buena para hacer oir, no es más que del mediodecir de la vuelta
simple que se fiará.
Estos
beneficios, al sostenerse en un segundo-decir, no están menos
establecidos, porque ellos lo dejen olvidado.
Ahí
está lo tajante de nuestra enunciación de partida. El dicho
primero, idealmente espontáneo del analizante, no tiene sus efectos
de estructura más que porque parsoit [“paresea”] el
decir, dicho de otra manera que la interpretación haga parêtre
[“pareser”]107.
¿En
qué consiste el parêtre? En eso que producen los cortes
“verdaderos”: a entender estrictamente los cortes cerrados a los
que la topología no permite reducirse al punto fuera-de-línea ni,
lo que es la misma cosa, hacer más que agujero imaginable.
De
este parêtre, no tengo que exponer el estatuto de otro modo
que con mi recorrido mismo, habiéndome ya dispensado de connotar su
emergencia en el punto, más arriba, donde la he permitido.
Hacer
una arrêt(re)108
[“parada en el ser”] en este recorrido sería al mismo tiempo le
pén-êtrer109
[penetrarlo], hacerlo ser, y aun casi es todavía demasiado.
Este
decir que yo llamo a la ex-sistencia, este decir a no olvidar, del
dicho primario, es con el que el psicoanálisis puede pretender
cerrarse.
Si
el inconsciente está estructurado como un lenguaje, yo no he
dicho: por-. La audiencia, si hace falta debe entenderse por
ella algo como una acústica mental, la audiencia que tenía entonces
era mala, los psicoanalistas no teniéndola mejor que los otros. A
falta de un señalamiento suficiente de esta elección (evidentemente
ni uno de esos trazos que los tocarían, por les é-pater110
[asombrarlos] sin más por otra parte), me hizo falta, ante la
audiencia universitaria, ella que en este campo no puede más que
engañarse, exhibir las circunstancias naturales que me impidieron
elevar mis golpes sobre mis propios alumnos, para explicar que haya
dejado pasar una extravagancia tal como hacer del inconsciente “la
condición del lenguaje”, cuando es manifiestamente por el lenguaje
que doy cuenta del inconsciente: el lenguaje, hice entonces
transcribir en el texto revisado de una tesis, es la condición del
inconsciente.
Nada
sirve de nada, cuando se está tomado por ciertas horquillas
mentales, ya que estoy aquí forzado a recordar la función,
especificada en lógica, del artículo que lleva a lo real de lo
único el efecto de una definición, -un artículo, él, “parte del
discurso”, es decir, gramatical, haciendo uso de esta función en
la lengua de la que me sirvo, por ser ahí definido definido.
El
lenguaje no puede designar más que la estructura de la que hay
efecto de lenguajes, estos varios abriendo el uso del uno entre otros
que da a mi como su muy preciso alcance, el del como un
lenguaje, por el cual justamente diverge del inconsciente el
sentido común. Los lenguajes caen bajo el golpe del notodos
de la manera más cierta ya que la estructura no tiene aquí otro
sentido, y que es en eso que ella atañe a mi recreación topológica
de hoy.
Así
la referencia de la cual sitúo el inconsciente es justamente lo que
a la lingüística le escapa, porque como ciencia nada tiene que
hacer con el parêtre111,
como tampoco noumène112
[nos lleva al noúmeno]. Pero ella nous mène113
efectivamente, y Dios sabe dónde, pero seguramente no al
inconsciente, que por tomarla en la estructura, la desorienta en
cuanto a lo real con que se motiva el lenguaje: ya que el
lenguaje, es eso mismo, esa deriva.
El
psicoanálisis no accede ahí, él, más que por la entrada en juego
de Otra dit-mension114
que se abre ahí porque el animador (del juego) “haga
semblante” de ser el efecto de lenguaje mayor, el objeto del cual
se (a)nima el corte que así permite: es el objeto (a), para
llamarlo con la sigla que le asigno.
Esto,
el analista lo paga al deber representar la caída de un discurso,
luego de haber permitido al sentido ceñirse alrededor de esta caída
a la que se consagra.
Lo
que denuncia la decepción que causo a muchos lingüistas sin salida
posible para ellos, si bien de eso tengo, yo, el desenredo.
¿Quién
no puede ver en efecto al leerme, incluso al haberme oído decir en
claro, que el analista está desde Freud muy adelantado en esto sobre
el lingüista, sobre Saussure por ejemplo, quien se queda en el
acceso estoico, el mismo que el de San Agustín? (cf., entre otros,
el De magistro, del cual por fechar en él mi apoyo, indiqué
bastante el límite: la distinción signans-signatum).
Muy
adelantado, yo dije en qué: la condensación y el desplazamiento
antecediendo al descubrimiento, con ayuda de Jakobson, del efecto de
sentido de la metáfora y la metonimia.
Por
muy poco que el análisis se sustente con la chance que le ofrezco,
este avance, él lo conserva, -y lo conservará con tantos relevos
como los que el porvenir quiera aportar a mi palabra.
Pues
la lingüística en cambio para el análisis no desbroza nada, y el
sostén mismo que he tomado de Jakobson, no es, en relación a lo que
se produce para borrar la historia de la matemática del orden del
après-coup, sino del contragolpe, -en beneficio, y
decir-segundo, de la lingüística.
El
decir del análisis en tanto que él es eficaz, realiza lo apofántico
que con su sola ex-sistencia se distingue de la proposición. Es así
que pone en su lugar a la función proposicional, en tanto que,
pienso haberlo mostrado, ello nos da el único apoyo para suplir al
ab-sens [au-sentido, ausencia] de la relación sexual. Este
decir ahí se renombra, con el embarazo que traicionan unos campos
tan desperdigados como el oráculo y el fuera-de-discurso de la
psicosis, por el préstamo que les hace del término interpretación.
Es
el decir del que vuelven a asirse, por fijar ahí el deseo, los
cortes que no se sostienen como no cerrados más que por ser
demandas. Demandas que por aparear lo imposible con lo contingente,
lo posible con lo necesario, amonestan las pretensiones de la lógica
que se dice modal.
Este
decir no procede más que del hecho de que el inconsciente, por estar
“estructurado como un lenguaje”, es decir lalangue115
que habita, está sujeto al equívoco con que cada una se distingue.
Una lengua entre otras no es nada más que la integral de los
equívocos que su historia ha dejado ahí persistir. Es la vena de la
que lo real, lo único para el discurso analítico en motivar su
salida, lo real de que no hay relación sexual, ha hecho ahí
depósito en el curso de las edades. Esto en la especie en la que
este real introduce al uno, o sea a lo único del cuerpo que
de eso toma órgano, y por ese hecho hace ahí órganos
descuartizados por una disyunción por donde sin duda otros reales se
ponen a su alcance, pero no sin que la vía cuádruple de esos
accesos se infinitice para que se produzca de allí el “número
real”.
El
lenguaje pues, en tanto esta especie tiene en él su lugar, no hace
allí efecto de otra cosa más que de la estructura por
la que se motiva esta incidencia de lo real.
Todo
lo que de él parest116
un semblante de comunicación es
siempre sueño, lapsus o joke.
Nada
que hacer pues con lo que se imagina y se confirma en muchos puntos
de un lenguaje animal.
Lo
real allí no ha de apartarse de una comunicación unívoca de la
cual también los animales, al darnos el modelo, nos harían sus
delfines: una función de código se ejerce ahí por donde se hace la
neguentropía de resultados de observación. Más aún, se organizan
ahí unas conductas vitales con símbolos en todo semejantes a los
nuestros (erección de un objeto al rango del significante del amo en
el orden del vuelo de migración, simbolismo de la parada tanto
amorosa como de combate, señales de trabajo, marcas de territorio),
con la salvedad de que estos símbolos no son jamás equívocos.
Estos
equívocos con los que se inscribe lo accesorio de una enunciación
se concentran en tres puntos-nudo donde se observará no sólo la
presencia de lo impar (más arriba juzgado indispensable), sino que
ninguno imponiéndose como el primero, el orden con que vamos a
exponerlos se mantiene ahí y con un doble bucle más bien que con
una sola vuelta.
Comienzo
por la homofonía, -de la que
la ortografía depende. Que en la lengua que es la mía, como con
ella jugué más arriba, deux
[dos] haga equívoco con d'eux
[de ellos], conserva huella de ese juego del alma por el cual faire
d'eux deux-ensamble [hacer
de ellos dos-juntos]
encuentra su límite en “faire deux”
d'eux [hacer
dos de ellos].
Sostengo
que todas las jugadas están aquí permitidas por la razón de que
estando cualquiera a su alcance sin poder ahí reconocerse, son ellas
las que nos juegan. Salvo que los poetas las hagan cálculo y el
psicoanalista se sirva allí donde conviene.
Donde
es conveniente para su fin: o sea para, de su decir que ahí
re-hiende al sujeto, renovar la aplicación que de él se representa
sobre el toro, sobre el toro en el que consiste el deseo propio a la
insistencia de su demanda.
Si
una hinchazón imaginaria puede aquí ayudar a la transfinitización
fálica, recordemos sin embargo que el corte no funciona menos al
llevarlo sobre ese arrugado,
que en el dibujo jirafoide del pequeño Hans he glorificado en su
tiempo.
Pues
la interpretación se secunda aquí con la gramática. A lo que, en
este caso como en los otros, Freud no se priva de recurrir. No
insisto sobre lo que subrayo de esta práctica confesada en muchos
ejemplos.
Sólo
destaco que es eso lo que los analistas imputan púdicamente a Freud
como un deslizamiento hacia el adoctrinamiento. Esto en unas fechas
(cf. la del Hombre de las Ratas) en que él no tiene más trasmundo
que proponerles que el sistema Ψ acosado por “incitaciones
internas”.
Así
los analistas que se aferran a la baranda de la “psicología
general” no son siquiera capaces de leer, en esos casos
deslumbrantes, que Freud hace a los sujetos “repetir su lección”
en su gramática.
Con
la salvedad de que él nos repite que, del dicho de cada uno de
ellos, debemos estar dispuestos a revisar las “partes del discurso”
que hemos creído poder retener de los precedentes.
Por
supuesto eso es aquí lo que los lingüistas se proponen como ideal,
pero si la lengua inglesa parest119
propicia a Chomsky, he marcado
que mi primera frase se inscribe en falso por un equívoco contra su
árbol transformacional.
“Yo
no te lo hago decir”. ¿No es esta acaso el mínimo de la
intervención interpretativa? Pero no es su sentido lo que importa en
la fórmula que lalangue120
que uso aquí permite dar de
eso, es que la amorfología de un lenguaje abra el equívoco entre
“Tú lo has dicho” y “Yo lo tomo aún menos a mi cargo, cuando
cosa parecida, no te la he hecho por quienquiera hacer decir”.
Cifra
3 ahora: es la lógica, sin la cual la interpretación sería
imbécil, los primeros en servirse de ella son bien entendido los
que, para del inconsciente trascendentalizar la existencia, se arman
con las observaciones de Freud de que sea insensible a la
contradicción.
Sin
duda no les ha llegado todavía que más de una lógica se ha jactado
de prohibirse este fundamento, sin por ello quedar menos
“formalizada”, lo que quiere decir apta para el matema.
¿Quién
reprocharía a Freud un tal efecto de oscurantismo y los nubarrones
de tinieblas que de inmediato, de Jung a Abraham, se acumularon para
responderle? -Ciertamente yo no, que tengo también, en este lugar
(desde mi reverso), algunas responsabilidades.
Recordaré
solamente que ninguna elaboración lógica, eso desde antes de
Sócrates y de otras tradiciones que la nuestra, procedió nunca más
que de un núcleo de paradojas, -para servirse del término,
admisible por doquier, con que designamos los equívocos que se
sitúan desde este punto, que, por llegar aquí tercero, es asimismo
primero o segundo.
¿Frente
a quién fracasé este año en hacer sentir que el rejuvenecimiento
[bain de Jouvence] con
el que el matema llamado lógico
ha reencontrado para nosotros su asidero y su vigor, son esas
paradojas no sólo refrescadas por ser promovidas en nuevos términos
por un Russell, sino aun inéditas al provenir del decir de Cantor?
¿Iré
a hablar de la “pulsión genital” como del catá-logo de las
pulsiones pregenitales en tanto no se contienen a sí mismas, sino
que tienen su causa en otra parte, o sea en ese Otro al que la
“genitalidad” no tiene acceso más que si toma “barra” sobre
ella de la división que se efectúa por su pasaje al significante
mayor, el falo?
Y
para el transfinito de la demanda, o sea la re-petición, volveré yo
sobre eso de que no tiene otro horizonte que dar cuerpo a que el dos
no sea menos que ella inaccesible por sólo partir del uno que no
fuese el del conjunto vacío?
Quiero
aquí marcar que no hay ahí más que recopilación -sin cesar
alimentada con el testimonio que me dan de ello aquellos por supuesto
cuyas orejas abro-, recopilación de lo que cada uno puede tan bien
como yo y ellos coger de la boca misma de los analizantes por poco
que se haya autorizado a tomar el sitio del analista.
Que
la práctica con los años me haya permitido hacer con ello dichos y
redichos, edictos, desdichos, es bien la burbuja con que todos los
hombres se hacen el lugar que merecen en otros discursos que aquel
que propongo.
Por
hacerse allí guiadores de raza a quienes se confían los guiados,
pedantes… (cf. más arriba).
Por
el contrario en el acceso al lugar donde se profiere lo que enuncio,
la condición tomada de origen por primera, es la de ser el
analizado, o sea lo que resulta del analizante.
Todavía
me falta para mantenerme allí en lo vivo de lo que me autoriza, a
ese proceso recomenzarlo siempre.
Donde
se capta que mi discurso está por relación a los otros a
contrapendiente, he dicho ya, y se confirma mi exigencia del doble
bucle para que el conjunto ahí se cierre.
Esto
alrededor de un agujero de ese real del que se anuncia eso de lo cual
après-coup no hay
pluma que no resulte testimoniar: no hay relación sexual.
Así
se explica ese midire [mediodecir]
que venimos de llevar a cabo, ese por el que la
mujer desde siempre sería leurre [señuelo]
de verdad. Quiera el cielo al fin roto por la vía que abrimos
láctea, que algunas por ser notodas, para
el hommodit121
hagan llegar l'heure
[la
hora]
de lo real. Lo que no sería forzosamente más desagradable que
antes.
No
será un progrès [progreso],no
hay uno que no sea regret
[añoranza], pesar [regret]
de una pérdida. Pero que se en rie [ría
de eso], la lengua que sirvo se encontraría rehacer ahí el joke
de Demócrito sobre el μηδεν122:
extrayéndolo por caída del μη de la negación de la rien123
[nada] que parece llamarlo, tal
como nuestra banda lo hace por sí misma en su auxilio.
Demócrito
en efecto nos regaló el άτομος124,
del real radical, al elidir su “no”, μη125,
pero en su subjuntividad, o sea ese modal del cual la demanda rehace
consideración. Mediante lo cual el δεν126
fue bien el pasajero clandestino del que el clam127
hace ahora nuestro destino.
No
más materialista en eso que cualquier sensato, que yo o que Marx,
por ejemplo. En cuanto a Freud, no lo juraría: quién sabe la
semilla de mot ravies [palabras felices]128
que ha podido crecer en su alma de un país donde la Cábala
caminaba.
A
toda materia, le hace falta mucho espíritu, y de su cosecha, pues
sin eso ¿de dónde le vendría? Eso es lo que Freud ha sentido, pero
no sin el pesar que mencioné hace poco.
No
detesto pues en absoluto ciertos síntomas, ligados a lo intolerable
de la verdad freudiana.
Ellos
la confirman, y aun al creer tomar su fuerza de mí. Para retomar una
ironía de Poincaré sobre Cantor, mi discurso no es estéril,
engendra la antinomia, y mejor aún: se demuestra poder sostenerse
aun de la psicosis.
Más
afortunado que Freud quien, para abordar de eso la estructura, ha
debido recurrir a ese resto que son las Memorias
de un difunto, es de una retoma de mi palabra que nace mi Schreber
(y aun aquí bipresidente, águila de dos cabezas).
Mala
lectura de mi discurso sin duda, es de ello una buena: es el caso de
todas: con el uso. Que un analizante llegue por eso muy animado a su
sesión, basta para que encadene directo sobre su materia edípica
-como de todas partes me vuelve el informe.
Evidentemente
mi discurso no tiene siempre unos rechazos tan felices. Para tomarlo
bajo el ángulo de la “influencia” cara a las tesis
universitarias, eso parece poder ir bastante lejos, a la luz
especialmente de un remolino de semantofilia que se tendría por
precedente, entonces con una fuerte prioridad es lo que yo centraría
con la mot-valise
[palabra-valija]. Se movalise
sin fin desde hace un tiempo hasta donde alcanza la vista y no es
¡por desgracia! sin deberme de eso un trozo.
Ni
me consuelo ni me lamento por ello. Es menos deshonroso
para el discurso analítico que lo que se produce de la formación de
las sociedades de ese nombre. Allí, es de tradición el filisteísmo
que da el tono, y las recientes reprimendas contra los sobresaltos de
la juventud no hacen nada más que conformarse a ello.
Lo
que yo denuncio, es que todo es bueno para los analistas de esa
filière [sector] para
se défiler
[escabullirse] de un défi
[desafío] del cual sostengo que toman existencia, -pues aquí es un
hecho de estructura que los determina.
El
desafío, yo lo denoto con la abyección. Se sabe que el término
absoluto ha obsesionado al saber y al poder, -irrisoriamente, hace
falta decirlo: allí él
aparecía,
quedaba esperanza, que los santos por otro lado representan. Pero
hace falta desengañarse de eso. El analista se declara fuera de
juego [forfait].
En
cuanto al amor que el surrealismo quisiera que las palabras hicieran,
¿es eso decir que se queda ahí? Es extraño que lo que el análisis
demuestra allí de encubrimiento no haya hecho brotar recurso de
semblante.
Para
terminar según el consejo de Fenouillard129
concerniente al límite,
saludo a Henri-Rousselle del cual por tomar aquí ocasión, no olvido
que me ofrece lugar para, de este juego del dicho al decir, hacer la
demostración clínica. ¿Dónde mejor he hecho sentir que con lo
imposible de decir se mide lo real, -en la práctica?
Y
fecha la cosa en:
Beloeil130,
el 14 de julio de 1972
Beloeil,
donde se puede pensar que Carlos I, aunque no de mi ligne131
[línea], me ha hecho falta, pero
no, que se sepa, Coco, forzosamente Beloeil [ojolindo]
por habitar en la posada vecina, o sea la guacamaya tricolor que sin
tener que explorar su sexo, he debido clasificar como hétero, -en
tanto se lo diga ser hablante.
-
1En el Centro de Salud Mental n°1 “Dr. Hugo Rosarios”, curso de posgrado: “Universal-singular”, 2017-18.
2Optamos
por conservar L'étourdit. Aunque
puestos
a “traducir” un neologismo, preferiríamos
“El aturdicho”,
que condensa “aturdido y
dicho”, incluyendo la sílaba “tur” en la que suena tour
o vuelta, y que podría
sustituir ventajosamente por
métrica y por homofonía al conocido “atolondradicho”./“L'étourdit
hace eco a L'étourdi
ou les Contretemps (El
atolondrado/aturdido o los Contratiempos), la comedia en verso
escrita por Molière en 1655. Los “contratiempos” del título de
la comedia aluden a los enredos y torpezas que se interponen en la
obtención de lo que se anhela: el sirviente (Mascarille) planea
estrategias para que su señor (Lelio alcance lo que quiere, pero el
señor acaba estropéandolas, sin querer y en su propio desmedro./
Se trata cabalmente, para decirlo de una manera que nos resulta
familiar, de un neurótico enredado en sus vueltas, cada una de
ellas “vuelta-dicho” (tour-dit);
embrollado en la repetición de su demanda y perplejo en la huída
metonímica de su deseo”. Patricia Polari: La escritura
del sexo. Ensayo sobre L'étourdit de Jacques Lacan.
Buenos Aires, Letra Viva, 2013.
3Tomamos
como base de lectura la traducción que aparece en Otros
escritos, Paidós, Buenos
Aires, 2012, debida a Graciela Esperanza y Guy Trobas con la
colaboración de Diana Rabinovich, cotejándola con la versión en
francés tomada de pas-tout
Lacan, www.ecole-lacanienne.net,
que reza al inicio: Paru
dans Scilicet, 1973, n° 4, pp. 5-52.
4En
la etimología de imbécil está “sin báculo”.
6Para
respetar los juegos de homofonía, preferimos invertir el orden
usual del término en francés y su traducción, poniendo entre
corchetes la palabra que traduce al castellano y dejando la palabra
en francés en el cuerpo de la oración.
7Juego
fundado en la homonimia entre reste oublié,
“queda olvidado”, y reste,
“resto” [N. de los T. en Otros Escritos, op. Cit..]
9...ou
pire: título del Seminario de
Lacan del año lectivo 1971-1972. [N. de los T. en Otros
Escritos, op. Cit..]
10Ab-sens:
homófono de absence,
ausencia, al incluir sens,
sentido, forja “sentido ausente” o “au-sentido”.
13“Dimensión”
se lee y escucha fácilmente en dit-mension (consensación
entre dit, dicho y
dimension, dimensión)
-palabra que figura en la
versión de Scilicet-,
y no tanto en “dit-mansión”
(como
figura en la traducción de Otros Escritos).
14(Nota
al pie de Lacan):
El filósofo se inscribe
(en el sentido en que se lo dice de una circunferencia) en el
discurso del amo. Juega ahí el papel del loco. Eso no quiere decir
que lo que dice sea tonto; es más que utilizable. Lean a
Shakespeare.
Eso no quiere decir
tampoco, que se tenga ahí cuidado, que sepa lo que dice. El loco de
corte tiene un rol: el de ser quien hace las veces de la verdad.
Puede hacerlo expresándose como un lenguaje, igual que el
inconsciente. Que por ello esté, él, en la inconsciencia es
secundario, lo que importa es que el rol sea sostenido.
Así Hegel, de hablar
tan justo el lenguaje matemático como Bertrand Russell, no falla
menos el encargo: es que Bertrand Russell está en el discurso de la
ciencia.
Kojève que yo tengo por
mi maestro, por haberme iniciado en Hegel, tenía la misma
parcialidad respecto de la matemática, pero hace falta decir que
estaba en los tiempos de Russell, y que no filosofaba más que a
título del discurso universitario bajo el cual se había acomodado
provisionalmente, pero sabiendo bien que su saber no funcionaba ahí
más que como semblante y tratándolo como tal: lo mostró en todas
las maneras, entregando sus notas a quien podía sacarles provecho y
postumando su irrisión de toda la aventura.
Este desprecio que fue el
suyo, se sostenía en su discurso de partida que fue también al que
retornó: el alto funcionario sabe tratar a los bufones tan bien
como a los demás, o sea como sujetos -que ellos son- del soberano.
15Midit
net, literalmente: mediodicho
neto, es homófono de midinette, “costurerita”, que
abona la significación “bien cortado”. Además, haciendo de
midit ya no un
sustantivo sino la conjugación en tercera persona del singular (il
midit) de un supuesto verbo en
infinitivo midire,
Lacan juega con la escritura de sus declinaciones en segunda y
primera persona, arrojando sentidos nuevos (tu médites
(tú
meditas),
je médis (yo
maldigo)).
18Stabitat,
condensación homofónica de cet habitat,
“este hábitat”, que se traduce aquí por “estábitat”, al
igual que d'labiter,
por “abitarlo”. Cabe señalar que esta escritura contiene la
bite, término que en la lengua
vulgar significa pene, órgano sexual masculino, lo que ha de
tenerse presente en la aparición de estas condensaciones, pues
indica la presencia de la función fálica en el hábitat del hombre
que es el lenguaje. [N. de
los T. en Otros Escritos, op. Cit.]
19Lacan
escribe inter-dit, que
significa “prohibición, interdicción”, pero que literalmente
es “inter-dicho”. [N. de
los T. en Otros Escritos, op. Cit.]
20Alusión
al mito bíblico según el cual las hijas de Adan fueron corrompidas
por los ángeles aliados a Satanás, creando una raza híbrida para
terminar con la cual Dios envió el Diluvio.
21También
homófono de (a) voix
(objeto a
voz), a
lo que alude el “ladrido” -o “aúllo”, como también puede
traducirse aboi-.
22Homme-volte
(hombre-vuelta) es una transliteración del término alemán Umwelt
(medio ambiente o
mundo exterior).
23Répète
significa “repite”, pero al
escribirlo así, Lacan enfatiza el significante pète,
que significa “estalla” o “revienta”. [N.
de los T. en Otros Escritos, op. Cit.]
24En
el texto encontramos C't,
escritura fonética abreviada de c'est,
que suena st,
comienzo de la palabra stimule,
que usó justo antes. Se ha traducido “es(t)”, que reproduce el
comienzo de estímulo en castellano. [N.
de los T. en Otros
Escritos, op. Cit.]
26Aquí
se detiene lo que aparece a la vez en el memorial de
Henri-Rousselle. [N.
de los T. en Otros
Escritos, op. Cit.]
27Du
Pére-Orang, du pérorant-Outang.
Orangután en francés es Orang-Outang.
*
Escribir origen (origine)
así, lo hace contener gyne,
en griego: mujer.
29Ver
nota 13.
30Lacan
hace de la expresión “para todo” (pour tout )
con la que se lee el cuantor universal, un verbo
inventado, se portouter, y
lo conjuga: il se pourtoute
(se “paratodea”).
31“(…)
los lugares donde ça
se thomme
(aproximadamente,
“eso se corta”, o “eso se reparte”, condensando homme
y tommer),
conciernen a la repartición entre varones y mujeres, es decir al
semblante de la relación sexual donde importan el ser y el tener y
que, como semblante, está sustentado por el pasaje del órgano
sexual al significante. Pasar de órgano a significante vuelve al
falo amovible, “cortable”, y también y por lo tanto repartible,
entre hombre y mujer. De ahí este doble sentido de tomer
o si se quiere thommer:
cortar y repartir./Por lo tanto aclaremos ya que thomme,
arrastrando la “t” de pourtout,
equivoca con el griego tomé:
sección, y tomia:
acción de cortar; y con el francés tomer:
dividir en tomos. (…) El neologismo, thommer
en su forma infinitiva, le sirve a Lacan para separar la dimensión
del enunciado universal “para todo” (donde ,
como
acabamos de decir, es una esencia)
de los lugares donde la castración es efectivamente realizada en
cada uno (cada hombre y cada mujer -aunque en estos párrafos de
L'Étourdit
Lacan
escriba desde un punto de vista androcéntrico)./” Patricia
Polari: La
escritura del sexo,
Buenos Aires, Letra Viva, 2013.
33Ver
en nota 31la condensación de tomer y homme, que
connota la repartición entre los sexos, y tengamos en cuenta para
lo que sigue que thommage contiene asimismo hommage:
homenaje, y dommage: daño.
35Lacan
escribe Satyricon con y
griega en lugar de i
latina como en el título del original. Alusión al parecer a los
sátiros, en francés satyres.
(Nota de los traductores en
Otros escritos, op. Cit.)
36Neologismo.
Mé: prefijo que
tiene un efecto peyorativo, despreciativo.
Diccionario francés Reverso.
37Permaîtres:
neologismo, padres-amos; homófono de permettre,
permitir.
39
Ver notas 30 y 31.
40Pédé:marica,
maricón. La traducción como “pederastas” (en Otros
Escritos) no conserva el
sentido peyorativo y ofensivo del término. Por otra parte, y como
Lacan hace alusión, con los pedantes, a los que detentan el saber
en el discurso universitario,
R. Cevasco y J.
Chapuis proponen “pedantizados” (los estudiantes, en el lugar
del Otro en ese discurso). En: Christian Fierens, Lectura
de L'étourdit,
ediciones S&P, Barcelona, 2012. Si
tomamos pédé
como el participio pasivo de un verbo que no existe (pedantiser,
“pedantizar”), tienen razón, y entonces el término no tiene
nada que ver con su
definición en el diccionario.
41Neologismo
que condensa scientifiques (científicos)
y chiants (molestos,
incordiosos). La traducción en Otros Escritos
es “sabihondos que
machachan” (referido al agente del discurso de la histeria),
mientras que Cevasco y Chapuis, en la obra mencionada en la nota
anterior, proponen “cientincordios”.
42Sciés:
aserrados. Referido al lugar del Otro en el discurso de la histeria,
es traducido como “machacados” en Otros Escritos,
y como “cientincordiados” por Cevasco y Chapuis. Christian
Fierens, Lectura…
op. Cit.
44Ver
nota 30.
46En
inglés, cita.
47Ver
nota 45.
48Id.
49En
hebreo, plural de goy: no
judío.
51Ver
nota 30. Acá se trata del para no-todo (pour pas tout),
que se transforma en el verbo “ se pourpastouter”
y se conjuga “il se pourpastoute”.
52Nyania:
“nohaynegó”, ver notas 16
y 17.
También onomatopeya del “susurro”
de los “sexos en compañía”.
53Me
pantes, en griego: no todo.
55Éteros,
hétero-.
56Étera.
58S'emble:
probablemente una condensación entre semble
(parece) y el verbo embler:
(en desuso) robar. S'emble sería
se roba, se hurta o se sustrae.
62Causer
es hablar o charlar, y también
causar.
64Ver
nota 1.
65Condensación
entre après-midi,
tarde, y midit,
mediodicho. La tarde alude al enigma que la Esfinge le propusiera a
Edipo: la adultez, en que el hombre-animal se sostiene sobre dos
patas. (Cf. Patricia Polari: La
escritura del sexo… op. Cit.).
67Verbo
conjugado que surge de la condensación-neologismo anterior.
68Déduit
como sustantivo, es:actividad placentera o agradable; como
participio pasado de déduire, es: deducido, inferido.
70Del
latín, la expresión completa es: Sutor ne ultra
crepidam -zapatero, no más
allá de tus sandalias-.
73Juego
de palabras entre “decirlo” (le dire)
del párrafo anterior, y “el decir” (le dire)
de este párrafo.
74Sujet
es “sujeto” y “tema, asunto o materia”.
75Ver
nota 50.
77
Condensación homofónica de cet habitat,
“este hábitat”, que se traduce aquí por “estábitat”, al
igual que l'abiter
por “abitarlo”.
78En
latín en el original. De conjungere:
unir, juntar, conectar. “Ego conjungo vos in
matrimonium”.
80Ver
nota 13.
81Ver
nota 18.
82...c'est
le propre de mon fil de s'en tirer.
83En
latín en el original, falsa
es caída.
85Condensación
de fiction, “ficción” y
fixer, “fijar”.
Nota de la traducción de Otros escritos, op. Cit.
87Nonsense:
en inglés, disparate. También: “Nonsense es
un género
jocoso y figura
literaria que
puede ser expresado en verso o
en prosa e
incluso de un modo «libre» normal, buscando generar juegos
de palabras que
trasgreden las formas comunes de la sintaxis y
la semántica,
juegos que resultan extraños, comúnmente humorísticos y absurdos.
Literalmente el galicismo "nonsense"
significa "sin
sentido".
(Wikipedia)
90Çasysent,
neologismo que condensa ça
s'y sent (eso
ahí se siente),
es homófono de saisissant
(impactante).
91Ver
nota 87.
93Doxa,
opinión.
94“Para
el uso de la palabra, es increíble, salvo si atiendes
cuidadosamente, cuánto de obra artificiosa [machinata]
es la naturaleza”.
95Ver
nota 13.
96Orto
doxa, opinión verdadera o recta.
97Posible
juego de palabras, ya que avoir mal au coeur (literalmente:
tener mal al corazón), significa, en una de sus acepciones, tener
náuseas.
98“Este
punto-nudo es un “caso”
en el sentido de la caída del dicho en la lógica esférica. Pero
puede ser retomado en la interpretación (y su doble vuelta) y abrir
“ el caso de
decir”,
vale decir la ex-sistencia fuera de lo universal, el “decir” en
oposición al “dicho”. Fierens, Ch.: Lectura de L'étourdit,
Ediciones S&P, Barcelona, 2012, p. 352.
101Travers.
Tiene varias acepciones y usos, entre los cuales están:
excentricidad, rareza; lado, costado; través; torcido; etc. R.
Cevasco y J. Chapuis traducen “torcido”, en Fierens, Ch.:
Lectura… op. Cit., p. 354. G. Esperanza y G. Trobas traducen
“través”, en Otros Escritos, op. Cit., p. 510.
102Ver
nota 13.
103Epos,
épica.
104Conferomero,
o “cfr. Homero” (La Ilíada).
105Ver
nota 13.
108Arrêt(re):
condensación entre arrêt
(parada) y être (ser):
“parada en el ser”, podría interpretarse, como lo ha hecho la
traducción de Otros escritos… op. Cit.
109Pén-êtrer:
homofonía y condensación entre pénétrer (penetrar)
y être (ser).
Probablemente, “penetrarlo de ser”.
110
Épater es asombrar, pasmar,
impactar.
En el seminario ...ou
pire, Lacan juega con é-pater
como aquí, al incluir
el pater (padre)
latino, diciendo: “el é-pater
ya no nos impacta (épate)”
(1-6-72).
111Ver
nota 107.
112Noumène:
homofonía y condensación entre nous mène (nos
lleva) y noumène (noúmeno).
“Tampoco nos lleva al noúmeno”.
114Ver
nota 13.
116Ver
nota 98.
117Ver
nota 107.
118Ver
nota 58.
119Ver
nota 107.
120Ver
nota 115.
121Ver
nota 61
122Meden
(nada). Cf. Patricia Polari: La escritura del sexo…,
op. Cit.
124Átomos,
átomo.
125Me,
no.
126Den,
partícula que Demócrito extrae de meden.
127En
latín, escondido, secreto.
129Fenouillard,
personaje de La familia Fenouillard,
historieta de fines de siglo
XIX,
muy popular
en Francia, escrita por Armand Colin. El consejo al que alude Lacan
es el siguiente: “Quand la borne est franchie il n'est
plus de limites!”, “¡Cuando
se ha pasado la raya ya no hay límites!” (nota tomada de la
traducción de Otros escritos, op. Cit.).
130De
Wikipedia: Beloeil (en
francés Belœil, que deriva del francés baileul,
que significa barrera o empalizada), es una agrupación municipal
francófona belga, situada en Valonia,
en la provincia
de Henao.
Tiene 13,000 habitantes y 61,55 km²./Destaca por su castillo y
jardín del mismo nombre, que pertenece a la casa principesca
de Ligne.
El actual propietario es Michel de Ligne, XIV Príncipe de Ligne. La
figura histórica más importante asociada a él fue el séptimo
príncipe de Ligne, Charles-Joseph
de Ligne,
autor, entre otras obras literarias, de Coup
d’œil sur Beloeil et les principaux jardins de l’Europe (1781).
131Ver
nota anterior.