lunes, 19 de noviembre de 2018

L'étourdit 1972.  Última versión con nuevas correcciones y notas




L'étourdit – Versión de traducción


Disponemos de dos traducciones de L'étourdit al castellano, la primera es la que apareció en Escansión n°1, de 1984, y pertenece a J. Delmont-Mauri, Diana Rabinovich y Julieta Sucre; su título es “El atolondrado, el atolondradicho o las vueltas dichas”. La otra, mucho más reciente, es la publicada en Otros escritos (Paidós, 2012), se titula “El atolondradicho” y pertenece a Graciela Esperanza y Guy Trobas.

Cotejamos las dos versiones, especialmente la segunda, con el escrito original tomado de “Pas-tout Lacan”, en el sitio de la École Lacanienne de Psychanalyse. Después de hacer numerosas enmiendas al seguir el escrito en un grupo de lectura1 nos planteamos encarar una versión de traducción nueva, explicitando los criterios seguidos.

Uno de los tópicos fundamentales de este escrito es la prevalencia del sentido sobre la significación; por eso en esta versión preferimos la traducción literal en lugar de la búsqueda de expresiones adecuadas al contexto discursivo. Antes de aspirar a que el lector en castellano comprenda el significado, nos inclinamos por la posibilidad de que lea-escuche lo que suena en la letra.

Es que hay en el texto numerosas homofonías, condensaciones y neologismos, donde el sonido que la letra porta es predominante, y en esta línea creemos que el equívoco no puede “traducirse” sin perder su efectividad (más drásticamente, que un equívoco no tiene traducción posible). Pero hay más que eso.

Advertimos por ejemplo, en las versiones disponibles, que buscar giros que interpreten lo escrito para adaptarlo al castellano, invertir las sub-frases de una frase, agregar y quitar signos de puntuación, etc., es a favor de la comprensión (y no siempre) pero descuida el léxico y la sintaxis que Lacan eligió, que pertenecen al sentido en su acepción psicoanalítica. Por eso hemos conservado la disposición de las palabras y las puntuaciones originales. Nos dimos cuenta también que no es siempre posible o deseable eliminar los pronombres personales y demostrativos que van antes del verbo, porque a veces la frase en castellano los requiere para ganar en legibilidad.

Siguiendo estos criterios pusimos numerosas notas al pie así como, para respetar los juegos de homofonía, invertimos el orden de la palabra en francés y su traducción, poniendo entre corchetes la palabra en castellano y dejando la palabra original en el cuerpo de la oración.

Como precio por la literalidad, tal vez agregamos legibilidad en algunos pasajes pero seguramente la quitamos en otros. Dejamos la versión abierta a posibles correcciones, críticas, aportes, comentarios, sugerencias. Insistimos una vez más en que no quisimos “interpretar” a Lacan, sino seguirlo al ras de su escritura.

Patricia Polari
Febrero 2018


L'étourdit2 3

Contribuyendo al 50° aniversario del hospital Henri-Rousselle por el favor que los míos y yo hemos recibido allí en un trabajo del cual indicaré lo que sabía hacer, o sea pasar la presentación, rindo homenaje al doctor Daumézon, que me lo ha permitido.
Lo que sigue no prejuzga, según mi costumbre, nada del interés que tomará su dirección: mi decir en Sainte-Anne fue vacuola, tal como en Henri-Rousselle y, se lo imagina, desde casi el mismo tiempo, guardando ahí en cualquier caso el precio de esa lettre [carta/letra] que digo llegar siempre donde debe.
Parto de migajas, ciertamente no filosóficas, puesto que es de mi seminario de este año (en París I) que ellas hacen el relieve.
Allí he inscripto en dos ocasiones en la pizarra (una tercera en Milán donde itinerante las había hecho pancarta para un flash sobre “el discurso psicoanalítico”) estas dos frases:

Que se diga queda olvidado detrás lo que se dice en lo que se oye.
Este enunciado que parece de aserción por producirse en una forma universal, es de hecho modal, existencial como tal: el subjuntivo del cual se modula su sujeto, lo testimonia.

Si el bienvenido que de mi auditorio me responde bastante para que el término de seminario no sea demasiado indigno de lo que llevo de palabra, no me hubiese de estas frases desviado, hubiera querido por su relación de significación, demostrar el sentido que ellas toman del discurso psicoanalítico. La oposición que aquí evoco debiendo ser acentuada más adelante.
Recuerdo que es con la lógica que este discurso toca lo real al encontrarlo como imposible, en lo cual éste es ese discurso que la lleva a su última potencia: ciencia, he dicho, de lo real. Que aquí me perdonen lo que por estar interesados, no lo saben. Aunque yo los cuidara, lo aprenderían bien pronto de los acontecimientos.

La significación, por ser gramatical, ratifica primero que la segunda frase trata sobre la primera, al hacerla su sujeto bajo la forma de un particular. Ella dice: este enunciado, luego lo califica de asertivo por plantearse como verdadero, confirmando serlo bajo la forma de proposición llamada universal en lógica: es en todo caso que el decir queda olvidado tras el dicho.
Pero por antítesis, o sea en el mismo plano, en un segundo tiempo denuncia de eso el semblante: al afirmarlo del hecho de que su sujeto sea modal, y al probarlo porque él se modula gramaticalmente como: que se diga. Eso que ella llama no tanto a la memoria, sino, como se dice: a la existencia.
La primera frase no es pues de ese plano tético de verdad que el primer tiempo de la segunda asegura, como de ordinario, por medio de tautologías (aquí dos). Lo que es recordado, es que su enunciación es momento de existencia, esto es que, situada desde el discurso, ella “ex-siste” a la verdad.
Reconozcamos aquí la vía por donde adviene lo necesario: en buena lógica se entiende, la que ordena sus modos de proceder desde donde accede, o sea ese imposible, módico sin duda aunque por ello incómodo, de que para que un dicho sea verdadero todavía hace falta que se lo diga, que decir haya allí.
En lo cual la gramática mide ya fuerza y debilidad de las lógicas que se aíslan de ella, para, con su subjuntivo, escindirlas, y se indica de ellas concentrar la potencia, por desbrozarlas a todas.
Pues, vuelvo ahí una vez más, “no hay metalenguaje” tal que ninguna de las lógicas, por denominarse con la proposición, pueda usarlo de báculo (que en cada una quede su imbecilidad)4, y si se cree reencontrarlo en mi referencia, más arriba, al discurso, lo refuto porque la frase que parece ahí hacer de objeto para la segunda, no por ello se aplica menos significativamente a esta.
Pues esta segunda, que se la diga queda olvidado detrás de lo que ella dice. Y eso, de modo tanto más impactante por ser asertiva, sin remisión al punto de ser tautológica en las pruebas que adelanta -al denunciar en la primera su semblante, plantea su propio decir como inexistente, ya que al impugnarla como dicho de verdad, es a la existencia a la que hace responder de su decir, esto no por hacer existir este decir ya que solo lo denomina, sino por negarle la verdad -sin decirlo [sans le dire]-.
Al extender este proceso, nace la fórmula, mía, de que no hay universal que no deba contenerse con una existencia que la niega. Tal como el estereotipo de que todo hombre sea mortal, no se enuncia desde ninguna parte. La lógica que lo fecha, no es más que la de una filosofía que finge esa nuliubicuidad, eso para hacer de pretexto a lo que denomino discurso del amo.
Ahora bien no es de este solo discurso, sino del lugar donde toman su turno otros (otros discursos), el que designo del semblante, que un decir toma su sentido.
Este lugar no es para todos, sino que él les ex-siste, y es de allí que se hommologue [“hommologa”]5 que todos sean mortales. No pueden serlo más que todos, porque a la muerte se los delega desde este lugar, hace falta que sean todos, puesto que es ahí donde se veille [vela] por la merveille [maravilla]6 del bien de todos. Y particularmente cuando lo que ahí vela hace semblante del significante-amo o del saber. De donde la cantinela de la lógica filosófica.
No hay pues universal que no se reduzca a lo posible. Aun la muerte, ya que es aquí la punta con la que ella solamente se articula. Tan universal como se la plantee, ella no permanece nunca más que posible. Que la ley se aligere por afirmarse como formulada desde ninguna parte, es decir por ser sin razón, confirma todavía de dónde parte su decir.

Antes de devolver al análisis el mérito de esta apercepción, cumplamos con nuestras frases observando que “en lo que se oye” de la primera, se conecta igualmente con la existencia del “reste [queda] olvidado” que destaca la segunda y con el “lo que se dice” que ella misma denuncia como, ese resto7, cubriéndolo.
Donde señalo de paso el defecto del ensayo “transformacional” de hacer lógica con un recurso a una estructura profunda que sería un árbol con pisos.

Y vuelvo al sentido para recordar el esfuerzo que le hace falta a la filosofía -la última en salvar el honor por estar al día de lo que el analista hace la ausencia- para percibir cuál es su recurso, el suyo, de todos los días: que nada esconde tanto como lo que devela, que la verdad, ἀλήθεια= Verborgenheit8.
Así que no reniego de la fraternidad de este decir, puesto que lo no repito más que a partir de una práctica que, situándose por otro discurso, lo vuelve indiscutible

Para los que me escuchan… o peor,9 este ejercicio no hubiese hecho más que confirmar la lógica con la que se articulan en el análisis castración y Edipo.
Freud nos pone en la vía de que l'ab-sens10 [el au-sentido, la ausencia] designa el sexo: es en la hinchazón de este sentido ab-sexe [au-sexo]11 que una topología se despliega en la que es la palabra [mot] la que zanja.
Partiendo de la locución: “eso no va sin decir”, se ve que es el caso de muchas cosas, incluso la mayoría, comprendida ahí la cosa freudiana tal como la situé por ser el dicho de la verdad.
No ir sin… es hacer pareja, lo que, como se dice, “no va de suyo”.
Es así como el dicho no va sin decir. Pero si el dicho se plantea siempre como verdad, así fuese sin nunca sobrepasar un midit12 [mediodicho] (como yo me expreso), el decir no se acopla allí más que por ex-sistirle, o sea por no ser de la dit-mensión13de la verdad.
Es fácil volver esto sensible en el discurso de la matemática donde constantemente el dicho se renueva por tomar tema [sujet] de un decir más bien que de realidad alguna, librado, ese decir, de sumarle la continuación propiamente lógica que implica como dicho.
No se necesita el decir de Cantor para palpar esto. Esto comienza por Euclides.
Si he recurrido este año al primero, o sea a la teoría de los conjuntos, es para devolver la maravillosa eflorescencia que, por aislar en lógica lo incompleto de lo inconsistente, lo indemostrable de lo refutable, incluso por adjuntarle ahí lo indecidible al no lograr excluirse de la demostrabilidad, nos pone bastante al pie del muro de lo imposible como para que se elimine el “no es eso”, que es el vagido de la llamada a lo real.
Dije discurso de la matemática. No lenguaje de la misma. Que se tenga en cuenta para el momento en que retornaré al inconsciente, estructurado como un lenguaje, he dicho desde siempre. Pues es en el análisis que él se ordena en discurso.
Queda por señalar que el matemático tiene con su lenguaje el mismo embarazo que nosotros con el inconsciente, para traducirlo con ese pensamiento que no sabe de qué habla, asi fuese para asegurarlo de ser verdadero (Russell).
Por ser el lenguaje más propicio para el discurso científico, la matemática es la ciencia sin conciencia que promete nuestro buen Rabelais, esa ante el que un filósofo14 sólo puede quedar atascado: la gaya ciencia se regocijaba de presumir por ello la ruina del alma. Por supuesto, la neurosis le sobrevive.
Señalado esto, el decir se demuestra, y por escapar a lo dicho. Desde entonces este privilegio, no lo asegura más que al formularse en “decir que no”, si, al ir al sentido, es el “contiene” lo que ahí se capta, no la contradicción, -la respuesta, no la retoma como negación; -el rechazo, no la corrección.
Responder así suspende lo que el dicho tiene de verdadero.
Lo que se aclara con la luz rasante que el discurso analítico aporta a los otros, revelando ahí los lugares modales con que su ronda se cumple.

Metaforizaré por el momento con el incesto la relación que la verdad mantiene con lo real. El decir viene de donde él la ordena.
¿Pero no puede haber también decir directo?
Decir lo que hay, eso no les dice nada, queridos pequeños de la sala de guardia, sin duda llamada así porque se guarda bien de contrariar el patronazgo al que aspira (sea cual fuere).
Decir lo que hay, durante mucho tiempo eso les elevaba a su hombre hasta esa profesión que ya no los obsesiona más que por su vacío: el médico que en todas las épocas y por toda la superficie del globo, sobre lo que hay, se pronuncia. Pero es también a partir de esto de que lo que hay, no tiene interés más que por deber ser conjurado.
A tal punto la historia ha reducido esta función sagrada, que comprendo vuestro malestar. Ni siquiera es posible, no es más el tiempo, jugar al filósofo que fue la última muda con la que, haciendo de valets de los emperadores y de los príncipes, los médicos sobrevivieron (lean a Fernel).
Sepan sin embargo, aunque el análisis sea de otra sigla -pero que ella los tienta, eso se comprende- eso de lo cual yo testimonio primero.
Lo digo, por el hecho de que esté demostrado sin excepción respecto de esos que llamé mis “dandies”: no hay el menor acceso al decir de Freud que no esté forcluido -y sin retorno en este caso- por la elección de tal analista.
Es que no hay formación del analista concebible fuera del mantenimiento de este decir, y es que Freud, falto de haber forjado con el discurso del analista, el lazo con el que se hubieran mantenido las sociedades de psicoanálisis, las ha situado desde otros discursos que barran su decir necesariamente.
Lo que todos mis escritos demuestran.

El decir de Freud se infiere de la lógica que toma como fuente el dicho del inconsciente. Es en tanto que Freud ha descubierto ese dicho que él ex-siste.
Restituir ese decir es necesario para que el discurso se constituya del análisis (es a lo que ayudo), esto a partir de la experiencia donde resulta existir.
No se puede, este decir, traducirlo en términos de verdad ya que de la verdad no hay más que mediodicho, bien cortado, pero el que haya ese midit net (se conjuga remontándolo: tu médites, je médis)15 sólo recibe su sentido de ese decir.
Este decir no es libre, sino que se produce por relevar a otros que provienen de otros discursos. Es por cerrarse en el análisis (cf. mi “Radiofonía”, el número justamente anterior de este aperiódico), que su ronda sitúa los lugares con que se ciñe este decir.
Lo ciñen como real, es decir de lo imposible, el cual se anuncia: no hay relación sexual.
Esto supone que relación [rapport] (relación “en general”) no hay más que enunciada, y que lo real no se asegura más que al confirmarse con el límite que se demuestra de las continuaciones lógicas del enunciado.
Aquí límite inmediato, porque “no hay” [n'y a]16 nada para hacer relación con un enunciado.
De este hecho, ninguna continuación lógica, no es que no sea negable, sino que no basta para soportar ninguna negación: solamente el decir que: nya [nohay].
Nia17 n'y apportant [negó no aportando allí] más que la justa homofonía que hace falta en francés para, del pasado que significa, de ningún presente del que se connote la existencia, marcar que nya [nohay] la huella.
Pero, ¿de qué se trata? De la relación del hombre y de la mujer en tanto que justamente serían propios, porque habitan el lenguaje, para hacer enunciado de esta relación.
¿Es la ausencia de esta relación lo que los exilia en estábitat18? ¿Es por abitarlo por lo que esta relación no puede ser más que inter-dicta?19
Esta no es la pregunta: más bien la respuesta, y la respuesta que la soporta, -por ser eso que la estimula a repetirse-, es lo real.
Admitámoslo: donde es-ahí. Nada que esperar de remontarse al diluvio, mientras este ya se narra por retribuir la relación de la mujer con los ángeles20.

Ilustremos sin embargo esta función de la respuesta con un apólogo, logue aux abois [logo acorralado] al estar proporcionado por el psicólogo, ya que el alma es aboi [ladrido], y aun a pronunciar (a), a minúscula, (a)boi.21
La desgracia es que el psicólogo, por no sujetar su sector más que de la teología, quiere que lo psíquico sea normal, mediante lo cual elabora lo que lo suprimiría.
El Innenwelt y el Umwelt en especial, mientras que haría mejor en ocuparse del homme-volte22 [hombre-vuelta] que hace el laberinto del que el hombre no sale.
La pareja estímulo-respuesta pasa a la confesión de sus invenciones. Llamar respuesta a lo que permitiría al individuo mantenerse con vida es excelente, pero que eso se termine rápido y mal, abre la pregunta que se resuelve en que la vida reproduce al individuo, por tanto reproduce asimismo la pregunta, o, como se dice en este caso que ella se ré-pète23 [repite].
Es bien lo que se descubre del inconsciente, el cual desde entonces resulta ser respuesta, mas porque sea ella quien estimula.
Es(t)24 también con lo que, sea como fuere, el psicólogo regresa al homme-volte [hombre-vuelta] de la repetición, esa que se sabe producir desde el inconsciente.
La vida sin duda reproduce, Dios sabe qué y por qué. Pero la respuesta no se hace pregunta más que aquí donde no hay relación para soportar la reproducción de la vida.
Salvo que el inconsciente formule: “¿Cómo el hombre se reproduce?”, lo que es el caso.
-Por reproducir la pregunta”, es la respuesta. O “para hacerte hablar”, otro modo de dicho que tiene el inconsciente, al ex-sistir.
Es a partir de ahí que nos hace falta obtener dos universales, dos todos suficientemente consistentes para separar en unos seres hablantes, -quienes, por serlo, se creen unos seres-, dos mitades tales que ellas no se enreden demasiado en la coiteración25 cuando arriben ahí.

Moitié [mitad] dice en francés que es un asunto de moi [yo], la mitad de pollo que abría mi primer libro de lectura habiéndome asimismo desbrozado la división del sujeto.
El cuerpo de los hablantes está sujeto a dividirse de los órganos, lo bastante para tener que encontrarles función. Hacen falta a veces eras: por un prepucio que toma uso con la circuncisión, vean al apéndice esperarlo durante siglos, de la cirugía.
Es así que por el discurso psicoanalítico, un órgano se hace el significante. Ese que se puede decir que se aísla en la realidad corporal como carnada, por funcionar ahí (siéndole delegada la función por un discurso):

a) en tanto fanera gracias a su aspecto de aditamento móvil que se acentúa por su erectibilidad,
b) para ser anzuelo, en lo que este último acento contribuye, en las diversas pescas que hacen discurso de las voracidades con las que se tapona la inexistencia de la relación sexual.

Se reconoce, incluso en este modo de evacuación, por supuesto el órgano que por estar, digamos, “en el activo” del macho, hace que a este, en el dicho de la copulación, se le conceda el activo del verbo. Es el mismo que sus nombres diversos, en la lengua que uso, muy sintomáticamente feminizan.
No hace falta sin embargo engañarse: en cuanto a la función que él obtiene del discurso, ha pasado al significante. Un significante puede servir para muchas cosas al igual que un órgano, pero no a las mismas. Para la castración por ejemplo, si él hace uso, no tiene (afortunadamente en general) las mismas consecuencias que si fuese el órgano. Para la función de carnada, si es el órgano el que se ofrece como anzuelo a las voracidades que situábamos hace un momento, digamos: de origyne*, el significante por el contrario es el pez que devora lo que le hace falta a los discursos para conservarse.
Este órgano, pasado al significante, cava el lugar desde donde cobra efecto para el hablante -sigámoslo en eso que se piensa: ser-, la inexistencia de la relación sexual.
El estado presente de los discursos que se alimentan pues de estos seres, se sitúa por este hecho de inexistencia, por este imposible, no de decir, sino que, apretado por todos los dichos, se demuestra ahí como lo real.

El decir de Freud así planteado se justifica por sus dichos primero, con los que se prueba lo que he dicho, -se confirma por ser delatado en el estancamiento de la experiencia analítica, lo cual denuncio, -se desarrollaría con el resurgimiento del discurso analítico, a lo cual me aplico, puesto que, aunque sin recursos, es de mi incumbencia.26

En la confusión en que el organismo parásito que Freud injertó en su decir, hace él mismo injerto de sus dichos, no es pequeño asunto que una gata encuentre a sus gatitos, ni el lector un sentido.
El revoltijo es insuperable por lo que allí se engancha de la castración, de los desfiladeros por donde el amor se conserva en el incesto, de la función del padre, del mito en que el Edipo se redobla con la comedia del Padre-Orang, del perorante-Utan.27
Se sabe que diez años yo había cuidado de hacer jardín a la francesa de esas vías a las que Freud ha sabido pegarse en su diseño, el primero, cuando sin embargo desde siempre lo que ellas tienen de torcido era detectable para cualquiera que hubiese querido saber a qué atenerse sobre lo que suple a la relación sexual.
Aún hacía falta que saliera a la luz la distinción de lo simbólico, de lo imaginario y de lo real: esto para que la identificación a la mitad hombre y a la mitad mujer, donde acabo de evocar que el asunto del yo domina, no fuese con su relación confundida.
Basta que el asunto de yo como el asunto de falo donde se ha querido bien seguirme hace un momento, se articulen en el lenguaje, para devenir asunto de sujeto y no ser más de la sola incumbencia de lo imaginario. Piénsese que es desde el año 56 que todo esto habría podido pasar por adquirido, si hubiera tenido allí consentimiento del discurso analítico.
Pues es en la “cuestión preliminar” de mis Escritos, que debía leerse como la respuesta dada por lo percibido en las psicosis, que introduzco el Nombre-del-Padre, y que de los campos (en ese Escrito puestos en grafo) de los cuales él permite ordenar la psicosis misma, se puede medir su potencia.
No hay nada excesivo, en virtud de lo que nos da la experiencia, en poner bajo la rúbrica de ser o tener el falo (cf. mi Bedeutung de los Escritos) la función que suple a la relación sexual.
De donde una inscripción posible (en la significación donde lo posible es fundador, leibniziana) de esta función como x, a la que los seres van a responder por su modo de hacer allí argumento. Esta articulación de la función como proposición es la de Frege.
Es solamente del orden del complemento que yo aporté más arriba a toda posición del universal como tal, el que haga falta que en un punto del discurso una existencia, como se dice: se inscriba en falso contra la función fálica, para que plantearla sea “posible”, que es el poco de existencia que ella puede pretender.
Es bien en esta lógica que se resume todo lo tocante al complejo de Edipo.
Todo eso puede ser mantenido por desarrollarse en torno a lo que yo avanzo de la correlación lógica de dos fórmulas que, al inscribirse matemáticamente x . x y x . x, se enuncian:
la primera, para todo x es satisfecho x, lo cual puede traducirse con una V que anota valor de verdad; esto traducido al discurso analítico, el cual es la práctica de hacer sentido, “quiere decir” que todo sujeto en cuanto tal, ya que es eso lo que está en juego en este discurso, se inscribe en la función fálica para remediar la ausencia de relación sexual (la práctica de hacer sentido, es justamente la de referirse a este au-sentido);
la segunda, hay por excepción el caso, familiar en matemática (el argumento x=0 en la función hiperbólica 1/x), el caso en que existe una x para la cual x, la función, no es satisfecha, es decir que al no funcionar es excluida de hecho.
Es precisamente de donde conjugo el todos de la universal, más modificado de lo que se imagina en el paratodo del cuantor, con el existe uno que lo cuántico le aparea, siendo patente su diferencia con lo que implica la proposición que Aristóteles llama particular. Los conjugo porque el existe uno en cuestión, al hacer de límite al paratodo, es lo que lo afirma o lo confirma (eso que un proverbio objeta ya al contradictorio de Aristóteles).
La razón de ello es que lo que al discurso analítico concierne, es el sujeto, que, como efecto de significación, es respuesta de lo real. Esto lo articulaba yo, desde el 11 de abril del 56, y está recogido en texto, con una cita del significante asemántico, eso para gente que ahí hubiese podido tener interés por sentirse llamada a una función de deyecto.
Desbroce ciertamente no hecho para quien sea que por montarse en el discurso universitario, lo desvía hacia ese goteo hermenéutico, incluso semiologizante, del que me imagino responder, chorreante como está ahora por todos lados , falto de que el análisis haya fijado su deontología.
Que yo enuncie la existencia de un sujeto por plantearla en un decir que no a la función proposicional x, implica que ella se inscribe con un cuantor del cual esta función se encuentra cortada por el hecho de que no tenga en ese punto ningún valor que pueda anotarse de verdad, lo que quiere decir de error tampoco, lo falso solamente a entender falsus como de lo caído, en lo que ya he puesto el acento.
En lógica clásica, piénsese, lo falso no se percibe más que por ser de la verdad el revés, él la designa también.
Es pues justo escribir como lo hago: x . x. El uno que existe es el sujeto supuesto porque la función fálica está allí fuera de juego. No es más, respecto a la relación sexual que modo de acceso sin esperanza, la síncopa de la función que no se sostiene más que d'y sembler [por hacer ahí semblante], más que de s'y embler [por ahí sustraerse], diría yo, no pudiendo bastar ni para inaugurar esta relación, pero siendo en cambio necesaria para consumar la consistencia del suplemento que hace de ella, y esto por fijar el límite donde este semblante no es más que dé-sens28 [des-sentido, decencia].
Nada opera entonces más que de equívoco significante, o sea de la astucia por la cual l'ab-sens [el au-sentido, la ausencia] de la relación se taponaría hasta el punto de suspensión de la función.
Es bien el dé-sens [des-sentido, decencia] que al ponerlo a cuenta de la castración, lo denotaba yo de lo simbólico también desde el 56 (al inicio de las clases: relación de objeto, estructuras freudianas: hay de eso una reseña), desmarcándolo por ahí de la frustración, imaginaria, de la privación, real.
El sujeto se hallaba ahí ya supuesto, nada más que al tomarlo del contexto que Schreber, por Freud, me había suministrado de la exhaución de su psicosis.
Es ahí que el nombre del padre, por hacer lugar de su playa, se demostraba el responsable de ello según la tradición.
El real de esta playa, de que allí fracase el semblante, “realiza” sin duda la relación de la que el semblante hace el suplemento, pero no más de lo que el fantasma sostiene nuestra realidad, no poco tampoco, puesto que es toda, cerca de los cinco sentidos, si se me cree.
La castración releva de hecho como lazo con el padre, lo que en cada discurso se connota de virilidad. Hay pues dos dit-mensiones29 del pourtouthomme [paratodohombre], la del discurso con el cual se pourtoute30 [se “paratodea”] y los lugares donde ça se thomme31
El discurso analítico se inspira en el decir de Freud por proceder de la segunda primero, y de una decencia establecida por partir de esos -a los que la herencia biológica hace largueza del semblante-. El azar que parece no deber reducirse tan pronto en esta repartición se formula con la sex-ratio de la especie, estable, al parecer, sin que pueda saberse por qué: esos valen entonces por una mitad, mâle [macho/mala] suerte para mí [mâle heur à moi]32
Los lugares de este thommage33 se disciernen: -por hacer sentido del semblante, -por él, de la verdad de que no hay relación; -de un goce que la suple; -incluso del producto de su complejo, del efecto llamado (por mi oficio) del plus-de-gozar.
Sin duda el privilegio de estas avenidas elegantes sería una ganancia a repartir en dividendos más razonados que ese juego de cara o cruz (dosificación de la sex ratio), si no se probase con la otra dimensión de la cual ese thommage se pourtoute, que eso agravaría su caso.
El semblante de suerte para una mitad, resulta ser en efecto de un orden estrictamente inverso a la implicación que la promete a la mediación de un discurso.
Me atendré a probarlo con lo que padece por ello el órgano mismo.
No sólo porque su thommage sea un daño a priori por hacer allí de sujeto en el decir de sus padres, pues para la hija, eso puede ser peor.

Es más bien que cuanto más por el a posteriori de los discursos que lo esperan él esté happé34 (la happiness, como le dicen a eso en U.S.A.), tanto más el órgano tendrá asuntos que cargar.
Se le imputa ser emotivo… ¡Ah! no haber podido adiestrarlo mejor, quiero decir educado. Hacia eso uno puede siempre precipitarse.
Se ve bien en el Satyricon35 que de ser ordenado, incluso implorado, vigilado desde el primer año, sometido a estudio in vitro, no cambia nada en sus humores, que uno se engaña al poner a cuenta de su naturaleza, cuando, por el contrario, no es más que por el hecho de que no le gusta lo que se le hace decir que él se obstina.
Más valdría para domesticarlo tener esa topología de la que dependen sus virtudes, por ser la que dije a quien quisiera escucharme mientras se proseguía la trama destinada a hacerme callar (año 61-62 sobre la identificación). La dibujé con un cross-cap, o mitra, como se la llama aun. Que los obispos se la pongan de sombrero, no sorprende.
¿Hace falta decir que no hay nada que hacer si no se sabe con un corte circular -¿de qué? ¿qué es él? Ni siquiera superficie, por nada de espacio separar-, cómo sin embargo eso se deshace.
Se trata de estructura, o sea de lo que no se aprende de la práctica, lo cual explica para los que lo saben que no lo hayan sabido más que recientemente. Sí, mais comment? [pero ¿cómo?]. Justamente como eso: mécomment.36
Es bien por el sesgo de esta función como la bastardía del órgano-dinamismo estalla, más que por otra cosa. ¿Se cree que sea por el órgano mismo que el Eterno femenino los atrae hacia arriba, y que eso marcha mejor (o peor) porque la médula lo libera de significar?
Digo esto por los buenos viejos tiempo de una sala de guardia que en todo eso se deja extraviar, lo que delata que su reputación de burdel no se sostiene más que de las canciones que en ella se chillan.
Ficción y canto de la palabra y del lenguaje, sin embargo, ¿no hubiesen podido, esos muchachos y muchachas, se permettre [permitirse] contra los Permaîtres37 de los cuales hace falta decir que tenían el sello, los doscientos pasos que había que hacer para ir a donde yo hablé durante diez años? Pero ni uno solo lo hizo de aquellos para quienes yo estaba interdicto.
Después de todo, ¿quién sabe? La estupidez tiene sus vías que son impenetrables. Y si el psicoanálisis la propaga, se me ha escuchado, en Henri-Rousselle justamente, asegurarme de eso al profesar que ello resulta más para bien que para mal.
Concluyamos que hay maldonne38 [malentendido] en alguna parte. El Edipo es lo que yo digo, no lo que se cree.

Esto por un deslizamiento que Freud no supo evitar por implicar -en la universalidad de los cruzamientos en la especie donde eso habla, o sea en del mantenimiento, fecundo al parecer, de la sex-ratio (mitad-mitad) entre los que ahí hacen el mayor número, con sus sangres mezcladas-, la significancia que descubría en el órgano, universal en sus portadores.
Es curioso que el reconocimiento, tan fuertemente acentuado por Freud, de la bisexualidad de los órganos somáticos (cuando por otra parte le faltaba la sexualidad cromosómica), no lo haya llevado a la función de cobertura del falo desde la perspectiva del germen.
Pero su touthommie [todohombría] delata su verdad con el mito que crea en Tótem y Tabú, menos seguro que ese de la Biblia si bien llevando su marca, para dar cuenta de las vías torcidas por donde procede, ahí donde eso habla, el acto sexual.
Presumiremos nosotros que de touthomme [todohombre], si queda huella biológica, es que no haya más que raza para se thommer y ni pizca para se pourtouter39.
Me explico: la raza de la que hablo no es la que una antropología sostiene por decirse física, la que Hegel ha bien denotado por el cráneo y que lo merece todavía por encontrar ahí mucho después de Lavater y Gall lo más pesado de sus mediciones.
Pues no es por aquí, como se se lo ha visto por una tentativa grotesca de fundar un Reich llamado tercero, no es por aquí que ninguna raza se constituye (ese mismo racismo en los hechos tampoco).
Ella se constituye del modo en que se transmiten por el orden de un discurso los lugares simbólicos, esos con los que se perpetúa la raza de los amos y no menos la de los esclavos, de los pedantes también, a los que les hacen falta para responderles los pédés40, los scients41, agregaría yo, a quienes no pueden faltar los sciés42.
Prescindo pues perfectamente del tiempo de cervage [“cervidumbre”]43, de los Bárbaros expulsados de donde los griegos se sitúan, de la etnografía de los primitivos y del recurso a las estructuras elementales, para asegurar lo que es del racismo de los discursos en acción.
Me gustaría más apoyarme en el hecho de que de las razas, lo que tenemos más seguro es el hecho del horticultor, incluso de los animales que viven de nuestra doméstica, efectos del arte, por tanto del discurso: esas razas de hombre, eso se conserva por el mismo principio que las de perro y de caballo.
Esto antes de señalar que el discurso analítico pourtoute44 [paratodea] eso a contrapendiente, lo que se concibe si resulta en cerrar con su bucle lo real.
Pues es aquel en que el analista debe ser primero el analizado, si, como se sabe, es bien ese el orden en el que se traza su carrera. El analizante, aunque no sea más que a mí a quien debe el ser así designado (pero qué reguero de pólvora se iguala al éxito de esta activación), el analizante es ese cuyo cervice [“cervicio”]45 (oh sala de guardia), el cuello que se doblega, debía enderezarse.

Hemos seguido hasta aquí a Freud sin más en lo que de la función sexual se enuncia con un paratodo, pero también quedándonos con una mitad, de las dos que identifica, con el mismo rasero en lo que a él respecta, por transportar ahí dit-mensiones iguales.
Ese transporte sobre la otra demuestra bastante lo que es de l'ab-sens [au-sentido, ausencia] de la relación sexual. Pero es más bien, a ese ab-sens, forzarlo.
Es de hecho el escándalo del discurso analítico, y es bastante decir como están las cosas en la Sociedad que lo soporta, que ese escándalo no se traduzca más que por ser ahogado, si se puede decir, a la luz del día.
Al punto que es un mundo levantar nada de ese debate difunto de los años 30, no por cierto que al pensamiento del Maestro no se enfrentasen Karen Horney, Hélène Deutsch, incluso Ernest Jones, otros aun.
Pero la tapa que se puso encima desde entonces, desde la muerte de Freud, suficiente para que no se filtre más el menor humo, dice mucho sobre la contención a la que Freud, en su pesimismo, deliberadamente se entregó para perder, queriéndolo salvar, su discurso.
Indiquemos solamente que las mujeres aquí nombradas, apelaron ahí -es su inclinación en este discurso- del inconsciente a la voz del cuerpo, como si justamente no fuera del inconsciente que el cuerpo tomara voz. Es curioso constatar, intacta en el discurso analítico, la desmesura que hay entre la autoridad con que las mujeres hacen efecto y lo ligero de las soluciones con que ese efecto se produce.
Las flores me conmueven, tanto más cuanto que son de retórica, con las que Karen, Hélène, -cual no importa, lo olvido ahora, pues no me gusta reabrir mis seminarios-, con las que entonces Horney o la Deutsch adornan el encantador dedal que les hace de reserva de agua en la blusa tal como se lleva al dating46, o sea eso de lo cual parece que una relación se espera, aunque no fuera más que de su dicho.
Para Jones, el sesgo de cervice47 (cf. la última línea antes del último intervalo) que ha tomado al calificar a la mujer con la deuterofalicidad, sic, o sea al decir exactamente lo contrario de Freud, a saber que ellas no tienen nada que hacer con el falo, todo teniendo el aire de decir la misma cosa, a saber que ellas pasan ahí por la castración, es sin duda la obra maestra por la cual Freud ha reconocido que para el cervilismo48 a esperar de un biógrafo, tenía ahí a su hombre.
Agrego que la sutileza lógica no excluye la debilidad mental que, como una mujer de mi escuela lo demuestra, proviene del decir parental más bien que de una obtusión nativa. Es a partir de esto que Jones era el mejor entre los goyim49, puesto que con los judíos Freud no estaba seguro de nada.
Pero me extravío al volver al tiempo donde esto, lo he machacado, ¿machacado para quién?
El no hay relación sexual no implica que no haya relación al sexo. Es bien eso mismo que la castración demuestra, pero no más: a saber que esa relación al sexo no sea distinta en cada mitad, por el hecho mismo de que las reparta.
Subrayo. No he dicho: que las reparta por repartir ahí el órgano, velo en el que se han confundido Karen, Hélène, Dios tenga sus almas si no está ya hecho. Pues lo que es importante, no es que eso parta de los cosquilleos que los pequeñitos sienten en la mitad de sus cuerpos, que hay que devolver a su yo-de-arriba, es que esta mitad haga ahí entrada de emperatriz para no volver más que como significante-m'être50 de este asunto de relación al sexo. Esto muy simplemente (acá en efecto Freud tiene razón) de la función fálica, por eso de que es de una única fanera para obrar de suplemento, que ella, esta función, se organiza, encuentra el organon que aquí reviso.
Lo hago porque a diferencia de él, -para las mujeres nada lo guiaba, es también eso lo que le permitió avanzar tanto escuchando a las histéricas que “hacen el hombre”-, a direrencia de él, repito, no obligaré a las mujeres a medir con el calzador de la castración la vaina encantadora que ellas no elevan al significante, aun si el calzador, por otro lado, no es solamente al significante, sino asimismo al pie que ayuda.
A hacer calzado, eso es seguro, de ese pie, las mujeres (y que se me perdone entre ellas esta generalidad que más bien repudio, pero los hombres sobre esto son duros de oreja), las mujeres, dije, se dedican en ocasiones. Que el calzador se recomiende ahí, se sigue de ello, pero que ellas puedan prescindir de él debe ser previsto, no solamente en el M.L.F. que es de actualidad, sino por eso de que no hay relación sexual, de lo que lo actual no es más que testimonio, aunque, lo temo, momentáneo.
A ese título la elucubración freudiana del complejo de Edipo, que hace de la mujer pez en el agua, porque la castración esté en ella de partida (Freud dixit), contrasta dolorosamente con el hecho del estrago que es en la mujer, para la mayoría, la relación a su madre, de la que ella parece esperar como mujer más sustento que de su padre,- lo que no va con él siendo segundo, en ese estrago.
Acá bajo mis cartas al plantear el modo cuántico bajo el cual la otra mitad, mitad de sujeto, se produce por satisfacer a una función, o sea a completarla por su argumento.
De dos modos depende que el sujeto aquí se proponga ser dicho mujer. Helos aquí:
x.x y x.x
Su inscripción no es usual en matemática. Negar, como la barra puesta arriba del cuantor lo marca, negar que existe uno no se hace, y menos aun que pourtuout [paratodo] se pourpastoute51 [“paranotode”].
Es aquí sin embargo que se libra el sentido del decir, ya que, conjugándose ahí el nyania52 que susurran los sexos en compañía, suple el que entre ellos, relación nyait [nohaya].
Lo que es a tomar no en el sentido de que, de reducir nuestros cuantores a su lectura según Aristóteles, igualaría el nexistun [noexisteuno] al nulnest [ningunoes] de su universal negativa, haría volver el μή πάντες53, el pastout [notodo] (que él ha sabido sin embargo formular), a testimoniar de la existencia de un sujeto para decir que no a la función fálica, a suponer eso por la llamada contrariedad de dos particulares.
No es el sentido del decir, que se inscribe con estos cuantores.
Es: que por introducirse como mitad a decir de las mujeres, el sujeto se determina porque, no existiendo suspensión de la función fálica, todo puede decirse de eso, aun lo proveniente de la sinrazón. Pero es un todo fuera de universo, lo cual se lee directamente con el segundo cuantor como notodo.
El sujeto en la mitad en la que se determina con los cuantores negados, esto es de que nada de existente haga límite a la función, no sabría asegurarse en ello lo que sea de un universo. Así al fundarse con esa mitad, “ellas” notodas son, y en consecuencia y por eso mismo, ninguna tampoco es toda.
Podría aquí, al desarrollar la inscripción que hice por una función hiperbólica, de la psicosis de Schreber, demostrar ahí lo que tiene de sardónico el efecto empuje-a-la-mujer que se especifica con el primer cuantor: habiendo precisado bien que es por la irrupción de Un padre como sin razón, que se precipita aquí el efecto experimentado como forzamiento, en el campo de un Otro a pensarse como a todo sentido lo más extranjero.
Pero llevar a su potencia de extrema lógica la función, eso desorientaría. Ya he podido medir el esfuerzo que la buena voluntad ha puesto en aplicarla a Hölderlin: sin éxito.
Cuánto más cómodo no es, incluso exquisitez a prometerse, poner a cuenta del otro cuantor el singular de un “confín”, para que haga a la potencia lógica del notodo habitarse con el recreo del goce que la feminidad hurta, aun cuando viene a conjugarse con lo que hace thomme54
Pues este “confín”, por enunciarse aquí de lógica, es bien el mismo con que se ampara Ovidio al figurarlo como Tiresias en mito. Decir que la mujer no es toda, es eso lo que el mito nos indica en que sea la única cuyo goce sobrepasa a aquel que surge del coito.
Es también por lo cual es como la única que ella quiere ser reconocida por la otra parte: no se lo sabe sino demasiado.
Pero es también donde se capta lo que hay allí que aprender, a saber que si se satisficiera la exigencia del amor, el goce que se tiene de una mujer la divide, haciendo de su soledad partenaire, mientras que la unión queda en el umbral. Pues cómo reconocería el hombre servir mejor para la mujer de la que quiere gozar, sino devolviéndole ese goce suyo que no la hace toda de él: por re-suscitarlo en ella.

Lo que se llama el sexo (incluso el segundo, cuando es una boba) es propiamente, por soportarse de notoda, el Έτερος55 que no puede cerrarse en universo.
Llamemos heterosexual, por definición, a lo que ama a las mujeres, cualquiera sea su sexo propio. Así será más claro.
Dije: amar, no: estar a ellas prometido por una relación que no hay. Es incluso eso lo que implica lo insaciable del amor, lo cual se explica con esta premisa.
Que haya hecho falta el discurso analítico para que esto venga a decirse, muestra bastante que no es en todo discurso que un decir viene a ex-sistir. Pues la pregunta sobre ello fue durante siglos barajada en términos de intuición del sujeto, el cual era muy capaz de verlo, y hacerse gárgaras calientes con ello, sin que nunca eso haya sido tomado en serio.
Es de la lógica del Έτερος que hay que partir. Siendo notable que es ahí donde desemboca el Parménides a partir de la incompatibilidad del Uno con el Ser. Pero ¿cómo comentar ese texto ante setecientas personas?
Queda la cantera siempre abierta al equívoco del significante: el Έτερος, por declinarse en el Έτερα56, s'éthérise [“se eteriza”], incluso s'hétaïrise [“se hetairiza”]57
El apoyo del deux [dos] para hacer d'eux [de ellos] que parece tendernos ese notodo, hace ilusión, pero la repetición que es en suma el transfinito muestra que se trata de un inaccesible, a partir de lo cual, lo enumerable estando seguro, la reducción lo deviene también.
Es aquí que s'emble58 [se hurta], quiero decir: s'emblave [se siembra] le semblable [el semejante] del cual sólo yo he intentado desanudar el equívoco, por haberlo registrado en el hommosexué59 [homosexuado], o sea en eso que se llamaba hasta aquí el hombre en resumen, que es el prototipo del semblable [semejante] (cf. mi estadio del espejo).

Es el Έτερος, observémoslo, quien, por sustraerse ahí como elemento de discordia, erige al hombre en su estatuto que es el de hommosexuel60. No por mis oficios, lo subrayo, por el de Freud quien este apéndice se lo devuelve, y con todas las letras.
Il ne s'emble (no se sustrae) así sin embargo más que por un decir ya bien avanzado. Lo que impresiona de entrada es hasta qué punto el hommodit61 pudo bastarse con lo ordinario del inconsciente, hasta el momento en que, al decirlo “estructurado como un lenguaje”, he dejado pensar que de tanto hablar, no era gran cosa lo dicho: que eso cause et cause62 [habla y habla], pero que eso es todo lo que sabe hacer. Se me ha tan poco comprendido, mejor así, que puedo aspirar a que un día se me haga objeción.
Como sea, se flota en el islote falo, porque uno se atrinchera ahí con lo que se suprime de eso.

Así la historia se hace de maniobras navales donde los barcos hacen su ballet con un número limitado de figuras.
Es interesante que unas mujeres no desdeñen calificarse ahí: es incluso por eso que la danza es un arte que florece cuando los discursos se mantienen en su lugar, teniendo ahí el paso los que tienen con qué, para el significante conveniente.

Pero cuando el notoda llega a decir que no se reconoce en éste, ¿qué dice sino lo que se encuentra en lo que le he aportado, o sea:
el cuadrípodo de la verdad y del semblante, del gozar y de lo que de un plus-de, se escabulle para desmentir que de él se defiende,
y el bípodo del cual la distancia muestra l'ab-sens [el au-sentido, ausencia] de la relación,
después el trípode que se restituye con la entrada del falo sublime que guía al hombre hacia su verdadero lecho por aquello de que su ruta, él la haya perdido.
Me has satisfecho petithomme63. Has comprendido, era lo que hacía falta. Ve, d'étourdit64 no hay en exceso, para que él te vuelva l'après midit65. A través de la mano que te responderá con que Antígona la llames, la misma que puede desgarrarte porque j'en sphynge [“de ella esfinjo”, o “hago esfinge”] mi notoda, sabrás incluso atardeciendo hacerte el igual de Tiresias y como él, por haber hecho de Otro, adivinar lo que te he dicho”.
Esto es aquí surmoitié66 que no se surmoite67 tan fácilmente como la conciencia universal.
Sus dichos no sabrían completarse, refutarse, inconsistirse, indemostrarse, más que a partir de lo que ex-siste de las vías de su decir.
De dónde el analista, de qué otra fuente que de este Otro, el Otro de mi grafo y significado como de S de A barrado: notoda, de dónde sabría criticar lo que rebosa de la chicana lógica con la cual la relación al sexo se pierde, al querer que sus caminos vayan a la otra mitad?
Que una mujer aquí no sirva al hombre más que para que él cese de amar a otra; que de no conseguirlo sea por él acusada, mientras que es bien por lograrlo, que ella lo falla,
-que, torpe, el mismo se imagine que por tener dos, la hace toda,
-que la mujer en el pueblo sea la burguesa, que en otro lugar el hombre quiera que ella no sepa nada:
de dónde sabría él reencontrarse en estas gentilezas -hay otras- salvo de la lógica que allí se denuncia y con la cual pretendo romper?
Me ha complacido detectar que Aristóteles se doblega a ella, curiosamente por fabricarnos los términos que yo retomo de otro déduit68. No hubiera tenido su interés sin embargo que encaminara su Mundo con el notodo al negarle lo universal? La existencia de un mismo golpe no languidecería más por la particularidad, y para Alejandro su amo la advertencia hubiera podido ser buena: si es de un ab-sens [au-sentido, ausencia] como no-uno del cual se negaría el universo que se sustrae el notodo que ex-siste, él habría reído, el primero de todos es el caso decirlo, de su designio de “empirer”69 el universo .
Allí es justamente donde passifou [notanloco], el filósofo toca tanto mejor la tonada del mediodicho cuanto que puede hacerlo en buena conciencia. Se lo mantiene para decir la verdad: como el loco, sabe que es totalmente factible, con la condición de que no suture (Sutor…)70 además su semellité 71[“suelidad”].
Un poco de topología viene ahora.
Tomemos un toro (una superficie formando “anillo”). Salta a la vista que al pellizcarlo entre dos dedos a todo lo largo a partir de un punto para volver a él, el dedo de arriba al principio quedando abajo al final, es decir, habiendo operado una media vuelta de torsión durante el cumplimiento de la vuelta completa del toro, se obtiene una banda de Moebius: a condición de considerar la superficie así aplanada confundiendo las dos láminas producidas de la superficie primera. En eso es que la évidence [evidencia] se homologa con el évidement [vaciamiento].
Vale demostarla de manera menos grosera. Procedamos a un corte siguiendo el borde de la banda obtenida (se sabe que él es único). Es fácil ver que cada lámina, desde entonces separada de la que la redobla, se continúa sin embargo justamente en esta. En consecuencia, el borde de una lámina tomado en un punto es el borde de la otra lámina cuando una vuelta lo ha llevado a un punto conjugado por ser del mismo “través”, y cuando con una vuelta suplementaria él vuelve a su punto de partida, ha, por haber hecho un doble bucle repartido sobre dos láminas, dejado de lado otro doble bucle que constituye un segundo borde. La banda obtenida tiene pues dos bordes, lo que basta para asegurarle un derecho y un revés.
Su relación con la banda de Moebius que ella figuraba antes de que ahí hiciéramos corte es...que el corte la haya producido.
Acá está el juego de manos: no es por volver a coser el mismo corte que la banda de Moebius será reproducida puesto que no era más que “fingida” con un toro aplanado, pero es por un deslizamiento de las dos láminas una sobre otra (y también en los dos sentidos) que estando el doble bucle de uno de los bordes afrontado a él mismo, su costura constituye la banda de Moebius “verdadera”.
Donde la banda obtenida del toro se revela ser la banda de Moebius bipartita -con un corte no de doble vuelta, sino que se cierra con una sola (hagámosla por la mediana para cogerla… imaginariamente).
Pero a la vez lo que aparece, es que la banda de Moebius no es nada más que ese corte mismo, ese por el cual de su superficie ella desaparece.
Y la razón de eso es que al proceder a unir a sí mismo, tras el deslizamiento de una lámina sobe la otra de la banda bipartita, el doble bucle de uno de los bordes de esta misma banda, es a lo largo de la cara revés de esta banda que cosíamos su cara derecha.
Donde se toca que no es por la torsión ideal con la que una banda se tuerce media vuelta como la banda de Moebius ha de ser imaginada; es a todo su largo que ella no hace más que uno de su anverso y su reverso. No hay uno de sus puntos donde el uno y el otro no se unan. Y la banda de Moebius no es nada más que el corte de una sola vuelta, cualquiera (aunque puesta en imagen a partir de la impensable “mediana”), que la estructure con una serie de líneas sin puntos.
Lo que se confirma al imaginar a ese corte redoblarse (por estar “más próximo” a su borde): este corte dará una banda de Moebius, ella verdaderamente mediana, la que, aplastada, quedará haciendo cadena con la Moebius bipartita que sería aplicable sobre un toro (eso por constar de dos rollos de un mismo sentido y uno de sentido contrario o, de manera equivalente: por obtenerse de la misma, tres rollos de un mismo sentido): se ve aquí que l'ab-sens [el au-sentido] que resulta del corte simple, hace l'absence [la ausencia] de la banda de Moebius. De donde este corte = la banda de Moebius.
Queda que este corte no tiene esta equivalencia más que por bipartir una superficie que limita el otro borde: con una doble vuelta precisamente, o sea con eso que hace a la banda de Moebius. La banda de Moebius es pues eso que al operar sobre la banda de Moebius, la vuelve a llevar a la superficie tórica.
El agujero del otro borde puede sin embargo suplementarse de otro modo, a saber con una superficie que, por tener el doble bucle por borde, lo llena; -con otra banda de Moebius, eso va de suyo, y esto da la botella de Klein.
Hay aún otra solución: tomar este borde del recorte en disco que al desenrollarlo él extiende sobre la esfera. Por hacer ahí círculo, puede reducirse al punto: punto fuera de línea que, por suplementar la línea sin puntos, se encuentra componer eso que en la topología se designa como cross-cap.
Es la aesfera [l'asphère], a escribir: l, apóstrofe. El plano proyectivo dicho de otro modo, de Desargues, plano cuyo descubrimiento como reduciendo su horizonte a un punto, se precisa por el hecho de que este punto sea tal que toda línea trazada de llegar ahí no lo franquea más que al pasar de la cara derecha del plano a su cara revés.
Este punto, asimismo, se extiende con la línea inasible con la que se dibuja en la figuración del cross-cap, la travesía necesaria de la banda de Moebius por el disco con que acabamos de suplementarla dado que ella se apoya sobre su borde.
Lo notable de esta secuencia es que la aesfera (escrita: l, apóstrofe) por comenzar en el toro (ella se presenta ahí de primera mano) no viene a la evidencia de su aesfericidad más que al suplementarse con un corte esférico.

Este desarrollo es a tomar como la referencia -expresa, quiero decir ya articulada- de mi discurso en donde estoy: contribuyendo al discurso analítico.
Referencia que no es en nada metafórica. Diría: es de la textura que se trata, de la textura de este discurso, -si justamente eso no fuera caer en la metáfora.
Para decirlo, caí allí; eso ya está hecho, no por el uso del término al instante repudiado, sino por haber, para hacerme entender por a quienes me dirijo, hecho-imagen a todo lo largo de mi exposición topológica.
Que se sepa que era factible de una pura álgebra literal, de un recurso a los vectores con los que de ordinario se desarrolla de punta a punta esta topología.
La topología, ¿n'est-ce pas ce n'espace [no es ese noespacio]72 adonde nos lleva el discurso matemático y que necesita revisión de la estética de Kant?
No otra textura a darle que ese lenguaje de puro matema, por ello entiendo el único que puede enseñarse: esto sin recurso a alguna experiencia, que por estar siempre sea cual sea ella, fundada en un discurso, permite las locuciones que no apuntan en última instancia nada más que a, ese discurso, establecerlo.
¿Qué me autoriza en mi caso a referirme a ese puro matema?
Señalo de entrada que si excluyo de él la metáfora, admito que pueda ser enriquecido y que como tal no sea, por esta vía, más que recreación, o sea eso de lo cual toda suerte de campos matemáticos nuevos se han abierto. Me mantengo, pues, en el orden que yo aislé de lo simbólico, al inscribir ahí lo que es del inconsciente, para allí tomar referencia de mi presente discurso.
Contesto pues a mi pregunta: que hace falta de entrada tener la idea, la cual se toma de mi experiencia, de que cualquier cosa no puede ser dicha. Y hace falta decirlo [le dire].
Eso es como decir que hace falta el decir de entrada [le dire d'abord]73.
El “significado” del decir no es, como pienso haberlo hecho sentir con mis frases desde un principio, más que ex-sistencia al dicho (aquí al dicho de que todo no puede decirse). O sea: que no es el sujeto, el cual es efecto de dicho.
En nuestras esferas, el corte, corte cerrado, es el dicho. Él hace sujeto74: sea lo que sea que él ciña…
En especial, como lo figura la conminación de Popilio de responder ahí por sí o por no, en especial, digo, si lo que ciñe, es el concepto, del cual se define el ser mismo: con un círculo alrededor – a recortarse de una topología esférica, aquella que sostiene lo universal, el en-cuanto-al-todo: topología del universo. Lo molesto es que el ser no tiene por sí mismo ninguna especie de sentido. Cierto que allí donde está, es el significante-maître [amo], como lo demuestra el discurso filosófico que, por mantenerse a su servicio, puede ser brillante, o sea: ser bello, pero en cuanto al sentido lo reduce al significante m'être [serme o “meser”]75. M'être sujeto redoblándolo al infinito en el espejo.
Evocaré aquí la supervivencia magistral, cuán sensible cuando ella se abraza a los hechos “modernos”, la supervivencia de ese discurso, el de Aristóteles y el de Santo Tomás, bajo la pluma de Etienne Gilson, la cual no es más que placer: m'est76 [me es] “plus de gozar”.
Es también que le doy sentido con otros discursos, el autor también, como acabo de decirlo. Explicaré esto, lo que produce el sentido, un poco más adelante.

El ser se produce pues “en especial”. Pero nuestra aesfera bajo todos sus avatares atestigua que si el dicho se concluye con un corte que se cierra, hay ciertos cortes cerrados que de esta aesfera no hacen dos partes: dos partes a denotarse del sí y del no en cuanto a lo que es (“del ser”) de una de ellas.
Lo importante es que sean estos otros cortes los que tengan efecto de subversión topológica. Pero ¿qué decir del cambio por ellos sobrevenido?
Podemos denominarlo topológicamente: cilindro, banda, banda de Moebius. Pero encontrar ahí lo que hay de eso en el discurso analítico, no puede hacerse más que interrogando la relación del decir al dicho.
Digo que un decir se especifica allí con la demanda cuyo estatuto lógico es del orden de lo modal, y que la gramática lo certifica.
Otro decir, según yo, es allí priviligiado: es la interpretación, que, ella, no es modal, sino apofántica. Añado que en el registro de la lógica de Aristóteles, ella es particular, por interesar al sujeto de los dichos particulares, los cuales son notodos (asociación libre) unos dichos modales (demanda entre otros).
La interpretación, he formulado en su tiempo, se refiere a la causa del deseo, causa que ella revela, eso por la demanda que con su modal envuelve el conjunto de los dichos.
Quienquiera me siga en mi discurso sabe bien que esta causa yo la encarno en el objeto (a), y este objeto, lo reconoce (por haberlo yo enunciado desde hace tiempo, diez años, el seminario 61-62 sobre la identificación, donde esta topología yo la he introducido), lo ha, lo adelanto, reconocido ya en lo que designo aquí con el disco suplementario con que se cierra la banda de Moebius, eso de lo que se compone el cross-cap.
Es la topología esférica de este objeto llamado (a) la que se proyecta sobre lo otro del compuesto, heterogéneo, que constituye el cross-cap.
Imaginemos” todavía según lo que se figura de ella gráficamente de manera usual, esta otra parte. ¿Qué vemos ahí? Su inflación.
Nada más natural para ella que se tome por esférica. Ahí no es menos, tan delgada como se la reduzca a la parte torcida de una media vuelta, una banda de Moebius, o sea la puesta en valor de la aesfera del notodo: es lo que soporta lo imposible del universo, -o sea, a tomar nuestra fórmula, lo que allí se reúne con lo real.
El universo no está en otra parte más que en la causa del deseo, lo universal tampoco. Es de ahí que procede la exclusión de lo real…
...de ese real: que no hay relación sexual, ello debido a que un animal tiene estábitat77 que es el lenguaje, que abitarlo [l'abiter] es asimismo lo que para su cuerpo hace órgano, -órgano que, por así ex-sistirle, lo determina con su función, ello antes de que él la encuentre. Es inclusive por eso que él está reducido a encontrar que su cuerpo es no-sin otros órganos, y que la función de cada uno, se le vuelve problema, eso de lo cual el dicho esquizofrénico se especifica por quedar tomado sin el auxilio de ningún discurso establecido.

Tengo la tarea de desbrozar el estatuto de un discurso, aquí donde sitúo que hay… discurso: y lo sitúo con el lazo social al que se someten los cuerpos que, a este discurso, loabitan [labitent].
Mi empresa parece desesperada (lo es por el hecho mismo, ahí reside la desesperación) porque es imposible que los psicoanalistas formen un grupo.
No obstante el discurso psicoanalítico (es mi desbroce) es justamente aquel que puede fundar un lazo social limpio de ninguna necesidad de grupo.
Como se sabe que no cuido mis términos cuando se trata de resaltar una apreciación que, mereciendo un acceso más estricto, debe prescindir de él, diré que mido el efecto de grupo según lo que él agrega de obscenidad imaginaria al efecto de discurso.
Tanto menos se asombrará uno, espero, de ese decir cuanto que es históricamente verdadero que sea la entrada en juego del discurso analítico la que ha abierto la vía a las prácticas llamadas de grupo y que estas prácticas no suscitan más que un efecto, si oso decir, purificado del discurso mismo que permitió su experiencia.
Ninguna objeción acá a la práctica llamada de grupo, siempre que esté bien indicada (eso es poco).
La observación presente de lo imposible del grupo psicoanalítico es a la vez lo que de él funda, como siempre, lo real. Este real, es esa obscenidad misma: también de ella “vive él” (entre comillas) como grupo.
Esta vida de grupo es la que preserva la institución llamada internacional, y lo que intento proscribir de mi Escuela, -contra las advertencias que recibo por eso de algunas personas dotadas para ello-.
Esto no es acá lo importante, ni que sea difícil a quien se instala en un tal discurso vivir de otra manera que en grupo; -es lo que llama allí, entiendo: a ese escudo del grupo, la posición del analista tal como ella es definida por su propio discurso.
¿Cómo el objeto (a) en tanto que él es desfavorable a la mirada del semblante donde el análisis lo sitúa, se soportaría de otro confort que el grupo?
Ya he perdido aquí un montón de gente: ligero de corazón, y listo a que otros me critiquen por eso.
No soy yo quien vencerá, es el discurso al que sirvo. Voy a decir ahora por qué. Estamos en el reino del discurso científico y lo voy a hacer sentir. Sentir desde ahí donde se confirma mi crítica, más arriba, del universal de aquello de que “el hombre sea mortal”.
Su traducción en el discurso científico, es el seguro de vida. La muerte, en el decir científico, es asunto de cálculo de probabilidades. Es, en ese discurso, lo que ella tiene de verdadero.
Hay no obstante, de nuestro tiempo, gente que se rehusa a contratar un seguro de vida. Es que ellos quieren de la muerte otra verdad que aseguran ya otros discursos. Ese del amo por ejemplo que, de creer a Hegel, se fundaría en la muerte tomada como riesgo; ese del universitario, que actuaría de memoria “eterna” del saber.
Estas verdades, como esos discursos, son cuestionadas, por ser eminentemente cuestionables. Otro discurso salió a la luz, el de Freud, para el cual la mort [la muerte], es l'amour [el amor].
Esto no quiere decir que el amor no incumba también al cálculo de probabilidades, que no le deja más que la chance ínfima que el poema de Dante ha sabido realizar. Esto quiere decir que no hay seguro de amor, porque eso sería un seguro de odio también.
El amor-odio es eso de lo cual un psicoanalista, aun no lacaniano, no reconoce a justo título más que la ambivalencia, o sea la cara única de la banda de Moebius, -con esta consecuencia, ligada a lo cómico que le es propio, de que en su “vida” de grupo, él no denomine nunca más que al odio.
Reengancho lo de antes: tanto menos motivo para el seguro de amor cuanto que no se puede más que perder ahí, como hizo Dante, que en los círculos de su infierno omite el del conjungo78 sin fin.

Entonces ya demasiado commentaire79 en la imaginería de ese decir que es mi topología. Un analista verdadero no entendería ahí más que hacer a este decir, hasta que se pruebe otro mejor, ocupar el lugar de lo real.
El lugar del decir es en efecto el análogo en el discurso matemático de ese real que otros discursos aprietan con lo imposible de sus dichos. Esta dit-mension80 de un imposible que va incidentalmente hasta comprender el impasse propiamente lógico, es por otra parte lo que se llama la estructura.
La estructura es lo real que emerge en el lenguaje. Por supuesto ella no tiene ninguna relación con la “buena forma”.
La relación de órgano del lenguaje al ser hablante es metáfora. Él es aún estábitat81 que, por que labitante [labitant] sea ahí parásito, debe ser supuesto darle el golpe de un real.
Es evidente que de “expresarme así”, como será traducido lo que acabo de decir, yo me deslizo a una “concepción del mundo”, o sea al residuo de todo discurso.
Es bien de lo que el analista podría ser salvado por esto de que su discurso lo rechaza a él mismo, al iluminarlo como desecho del lenguaje.
Es por lo que parto de un hilo, ideológico no tengo elección, ese del cual se teje la experiencia instituida por Freud. ¿En nombre de qué, si ese hilo proviene de la trama mejor puesta a la prueba de sostener juntas las ideologías de un tiempo que es el mío, lo rechazaría yo? ¿En nombre del goce? Pero justamente, es lo propio de mi hilo librarse de eso82: es incluso el principio del discurso psicoanalítico, tal como, él mismo, se articula.
Lo que digo vale el lugar donde pongo el discurso del que el análisis se invoca, entre los otros a repartirse la experiencia de este tiempo. El sentido, si hay ahí uno por hallar, ¿podría venirme de un tiempo otro?: lo intento siempre en vano.
No es sin razón que el análisis se funda en el sujeto supuesto saber: sí, ciertamente él le supone poner en cuestión el saber, por eso es mejor que sepa a propósito de eso.
Admiro al respecto el aire contrariado que toma la confusión, por ello de que la elimino.
Queda que la ciencia ha arrancado, netamente del hecho de dejar caer la suposición, que es el caso llamar natural, en tanto ella implica que los enchufes del cuerpo sobre la “naturaleza” lo sean, -lo cual por falsificarse, arrastra a una idea de lo real que yo bien diría ser verdadera. ¡Por desgracia! esa no es la palabra que a lo real conviene. Nos gustaría poder probar que es falsa, si por ello se entendiese caída (falsa83), o sea deslizándose de los brazos del discurso que la abraza.
Si mi decir se impone, no, como se dice, con un modelo, sino con el propósito de articular topológicamente el discurso mismo, es del defecto en el universo que procede, a condición de que tampoco él pretenda suplirlo.
Realizando la topología” de esto, yo no salgo del fantasma mismo para dar cuenta de ella, pero recogiéndola en flor de la matemática, esta topología, -o sea de que ella se inscriba en un discurso, el más vaciado de sentido que haya, de prescindir de toda metáfora, de ser metonímicamente de ab-sens [au-sentido, ausencia], yo confirmo que es del discurso que se funda la realidad del fantasma, que de esta realidad lo que hay de real se encuentra inscripto.
¿Por qué ese real no sería el número, y tragado crudo después de todo, que vehicula bien el lenguaje? Pero eso no es tan simple, es el caso decirlo (caso que yo me apuro siempre a conjurar diciendo que ese es el caso).
Pues lo que se profiere con el decir de Cantor es que la serie de los números no representa nada más en el transfinito que la inaccesibilidad que comienza con el deux [dos], por lo que d'eux [de ellos] se constituye lo enumerable al infinito.
Desde entonces una topología se necesita dado que lo real no le vuelve más que del discurso del análisis, para este discurso, confirmarlo, y que sea por la hiancia que este discurso abre al volver a cerrarse más allá de los otros discursos, que este real se encuentre ex-sistir.
Es eso lo que voy a hacer palpar ahora.

Mi topología no es sustancia que plantee más allá de lo real aquello en lo cual una práctica se motiva. Ella no es teoría.
Sino que debe dar cuenta de que, cortes del discurso, los hay tales que modifican la estructura que este recibe de origen.
Es pura escapatoria exteriorizar este real con estándares, estándares llamados de vida que primarían para los sujetos en su existencia, por no hablar más que para expresar sus sentimientos sobre las cosas, la pedantería de la palabra “afecto” no cambia ahí nada.
¿Cómo esta secundariedad mordería sobre lo primario que ahí se sustituye a la lógica del inconsciente?
¿Sería eso efecto de la sabiduría que allí intervendrá? Los estándares a los que se recurre, lo contradicen justamente.
Pero por argumentar dentro de esta banalidad, se pasa ya a la teología del ser, a la realidad psíquica, o sea a lo que no se avala analíticamente más que con el fantasma.
Sin duda el análisis mismo da cuenta de esta trampa y desplazamiento, pero ¿no es esta bastante grosera para denunciarse en todas partes donde un discurso sobre lo que hay, se descarga de la responsabilidad de producirla?
Pues hace falta decirlo, el inconsciente es un hecho en tanto que él se soporta del discurso mismo que lo establece, y, si unos analistas son solamente capaces de rechazar el fardo, es por alejar de ellos mismos la promesa de rechazo que allí los llama, ello en la medida de que su voz habrá allí tenido efecto.
Que se lo sienta en el lavado de manos con que ellos alejan de sí la llamada transferencia, al rehusar lo sorprendente del acceso que ella ofrece sobre el amor.

Al prescindir en su discurso, según la línea de la ciencia, de todo savoir-faire de los cuerpos, pero por otro discurso, - el análisis, - por evocar una sexualidad de metáfora, metonímica a pedir de boca por sus accesos más comunes, aquellos llamados pregenitales, a leer extra-, toma cuerpo por revelar la torsión del conocimiento. ¿Sería allí fuera de lugar dar el paso de lo real que da cuenta de ella al traducirlo por una ausencia situable perfectamente, la de la “relación” sexual en ninguna matematización?
Es en qué los matemas con los que se formula en impasses lo matematizable, él mismo a definir como lo que de real se enseña, son susceptibles de coordinarse con esta ausencia tomada a lo real.
Recurrir al notodo, al hommoinsun84, o sea a los impasses de la lógica, es, por mostrar la salida fuera de las ficciones de la Mundanidad, hacer fixión85 otra de lo real: o sea de lo imposible que lo fija desde la estructura del lenguaje. Es también trazar la vía por la que se reencuentra en cada discurso lo real con que se envuelve, y desestimar los mitos con los que se lo suple ordinariamente.
Pero proferir de ahí que hace falta lo real de que nada sea todo, eso cuya incidencia respecto de la verdad iría directamente a un aforismo más escabroso, -o, de tomarla por otro sesgo, emitir que lo real necesita de verificaciones sin objeto, esto es aquí solamente relanzar la tontería de prenderse del noúmeno: o sea que el ser huye al pensamiento… Nada viene al cabo de este ser que un poco más dafnizo, incluso laurifice86 [“laurifico”] en ese noúmeno, del cual más vale decir que para que se sostenga, hace falta que haya de eso varias capas…
Mi preocupación es que los aforismos, que por lo demás me contento en presentar en capullo, hagan reflores de las fosas de la metafísica (pues el noúmeno es la broma, la susbsistencia fútil…). Apuesto a que ellos se probarán ser plus-de-nonsense87, más divertidos, para decirlo, que lo que nous mène88 [nos lleva] así…
...¿a qué? Hace falta sobresaltarme, que jure que yo no lo ví de inmediato mientras que ustedes, ya… esas verdades primeras, pero ese es el texto mismo con el que se formulan los síntomas de las grandes neurosis, de las dos que, de tomar en serio lo normal, nos dicen que es más bien norme-male89.
He aquí lo que nos vuelve a llevar al suelo, quizá no el mismo, pero puede ser también que ese sea el bueno y que el discurso analítico se ande ahí menos con pies de plomo.

Pongamos en marcha aquí el asunto del sentido, más arriba prometido en su diferencia respecto de la significación.
Nos permite engancharlo a la enormidad de la condensación entre “eso que piensa” en nuestra época (con los pies que venimos de decir) y la topología inepta a la que Kant dio cuerpo desde su propio estamento, el del burgués que no puede imaginar más que trascendencia, la estética como la dialéctica.
Esta condensación en efecto, debemos decirla para escuchar “en el sentido analítico”, según la fórmula recibida. Cuál es este sentido, si justamente los elementos que ahí se condensan, se califican unívocamente por una imbecilidad semejante, incluso si son capaces de jactarse de ello del lado de “eso que piensa”, la máscara de Kant en cambio parece de palo ante el insulto, por su reflexión cerca de Swedenborg: dicho de otra manera, ¿hay un sentido de la imbecilidad?
En ello se palpa que el sentido no se produce más que por la traducción de un discurso en otro.
Provistos como aquí estamos de esta pequeña luz, vibra la antinomia que se produce de sentido a significación: que un débil sentido venga a surgir a la luz rasante de las llamadas “críticas” de la razón pura y del juicio (para la razón práctica yo he dicho de ella lo juguetón poniéndolo del lado de Sade, él no más divertido, pero lógico), desde que su sentido entonces se eleva, los dichos de Kant no tienen más significación.
La significación, ellos no la tienen pues más que a partir del momento en que no tenían sentido, ni siquiera sentido común.
Esto nos ilumina las tinieblas que nos dejan a tientas. El sentido no falta en los vaticinios llamados presocráticos: imposible decir cuál, pero çasysent90 [esoahísesiente]. Y que Freud se relamiera con ellos, no con los mejores por lo demás ya que es de Empédocles, no importa, tenía, él, sentido de la orientación; eso nos basta para ver que la interpretación es del sentido y va contra la significación. Oracular, lo que no sorprende por lo que sabemos ligar de oral a la voz, del desplazamiento sexual.
Es la miseria de los historiadores: no poder leer más que el sentido, allí donde no tienen otro principio que recurrir a los documentos de la significación. También ellos llegan pues a la trascendencia, la del materialismo por ejemplo, que, “histórico”, ¡lo es por desgracia! lo es al punto de devenirlo irremediablemente.
Felizmente el análisis está allí para volver a inflar la historiola [historiole]: pero no lográndolo más que porque está tomado en su discurso, en su discurso de hecho, él nos deja en la estacada respecto de lo que no es de nuestro tiempo, no cambiando por aquí nada de lo que la honestidad fuerza al historiador a reconocer desde que él tiene que situar el menor çasysent. Que tenga la carga de la ciencia del embarazo, es bien lo embarazoso de su aporte a la ciencia.
Importa pues a muchos, ¿a estos como a muchos otros?, que la imposibilidad de decir verdadero de lo real se motive en un matema (se sabe cómo lo defino), en un matema con el que se sitúa la relación del decir al dicho.
El matema se profiere del solo real reconocido primero en el lenguaje: a saber el número. No obstante la historia de la matemática demuestra (es el caso decirlo) que puede extenderse a la intuición, a condición de que este término esté lo más castrado que se pueda de su uso metafórico.
Hay pues acá un campo del cual lo más impactante es que su desarrollo, en contra de los términos con los que se lo absorbe, no procede por generalización, sino por reorganización topológica, por una retroacción sobre el inicio tal que borra su historia.
Ninguna experiencia más segura para resolver ahí el embarazo. De donde su atractivo para el pensamiento: que allí encuentra el nonsense91 propio del ser, o sea del deseo de una palabra sin más allá.
Nada sin embargo para dar cuenta del ser que, dado que lo enunciamos así, no dependa de nuestra benevolencia.
Muy otro es el hecho de lo indecidible, para tomar de eso el ejemplo de vanguardia del que se recomienda para nosotros el matema: es lo real del decir del número que está en juego, cuando de ese decir es demostrado que no es verificable, ello en ese grado segundo que no se pueda siquiera asegurarlo, como se hace con otros ya dignos de retenernos, con una demostración de su indemostrabilidad por las premisas mismas que supone, -entendamos bien con una contradicción inherente al suponerlo demostrable.
No se puede negar que haya allí progreso sobre lo que del Menón queda por preguntar de lo que hace a lo enseñable. Es ciertamente la última cosa por decir que entre los dos hay un mundo: siendo aquello de lo que se trata que a este lugar viene lo real, del cual el mundo no es más que caída irrisoria.
Es sin embargo el progres [progreso] lo que hay que restringir allí, ya que no pierdo de vista el regret [añoranza] que le responde, a saber que la opinión verdadera a la que en el Menón da sentido Platón, no tiene para nosotros más que ab-sens [au-sentido, ausencia] de significación, lo que se confirma al referirla a la de nuestros bien-pensantes.
¿Un matema la hubiese soportado, que nuestra topología nos proporciona? Intentémoslo.
Ello nos conduce al asombro de que evitáramos sostener de la imagen nuestra banda de Moebius, esta imaginación volviendo vanas las observaciones que hubieran necesitado que un dicho otro se encontrara articulado allí: mi lector no devenía otro más que porque el decir pase al dicho, ese decir siendo a tomar por al dicho ex-sistir, por lo que lo real me ex-sist(ait)92 sin que alguien, dado que fuese verificable, pudiera hacerlo pasar al matema. La opinión verdadera, ¿es eso la verdad en lo real en tanto que es él el que barra su decir?
Lo probaré del volver a decir que voy a hacer de ello.
Línea sin puntos, he dicho del corte, en tanto es, él, la banda de Moebius por eso de que uno de sus bordes, después de la vuelta con la que se cierra, se continúa en el otro borde.
Pero ello, sin embargo no puede producirse más que de una superficie ya picada por un punto que he dicho fuera de línea por especificarse con un doble bucle sin embargo extendible sobre una esfera: de suerte que sea de una esfera, que él se recorte, pero con un doble abrochamiento que haga de la esfera una aesfera o cross-cap.
Eso que él hace pasar sin embargo en el cross-cap, por tomarse prestado de la esfera, es que un corte que él vuelve moebiano en la superficie que determina al hacerla allí posible, la vuelve, a esta superficie, al modo esférico: pues es porque el corte le equivale, que eso con lo que ella se suplementaba en cross-cap “se proyecta allí”, he dicho.
Pero como de esta superficie, para que ella permita este corte, se puede decir que está hecha de líneas sin puntos por donde en todas partes su cara del derecho se cose a su cara del revés, es en todas partes que el punto suplementario al poder esfericizarse, puede ser fijado en un cross-cap.
Pero esta fixión debe ser elegida como único punto fuera de línea, para que un corte, con darle una vuelta y una sola, tenga ahí efecto de resolverla en un punto esféricamente extendible.
El punto pues es la opinión que puede ser dicha verdadera porque el decir que le da la vuelta la verifica en efecto, mas sólo porque el decir sea lo que la modifica al introducir la δόξα93 como real.
Así un decir tal como el mío, es por ex-sistir al dicho que él permite de eso el matema, pero no hace para mí matema y se plantea así como no-enseñable antes de que el decir sea producido, como enseñable sólo después de que yo lo he matematizado según los criterios menónicos que sin embargo no me lo habían certificado.
Lo no-enseñable, lo he hecho matema al asegurarlo con la fixión de la opinión verdadera, fixión escrita con una x, pero no sin recurso de equívoco.
Así un objeto tan fácil de fabricar como la banda de Moebius en tanto que ella se imagina pone al alcance de todas las manos lo que es inimaginable desde que su decir al olvidarse, hace al dicho aguantarse [s'endurer].
De dónde ha procedido mi fixión de este punto δόξα que yo no he dicho, no lo sé y no puedo entonces como tampoco Freud dar cuenta “de lo que enseño”, salvo al seguir sus efectos en el discurso analítico, efecto de su matematización que no viene de una machine [máquina], pero que resulta depender del machin [aparato] una vez que él lo ha producido.
Es notable que Cicerón haya sabido ya emplear ese término “Ad usum autem orationis, incridibile est, nisi diligenter attenderis, quanta opera machinata natura sit”94 (Cicerón, De natura deorum, 59, 149), pero más aún que yo lo haya hecho exergo a los tanteos de mi decir desde el ll de abril de 1956.

La topología no está “hecha para guiarnos” en la estructura. Esa estructura, ella lo es como retroacción del orden de cadena en que consiste el lenguaje.
La estructura, es lo aesférico oculto en la articulación lenguajera en tanto que un efecto de sujeto se capta en ella.
Está claro que, en cuanto a la significación, ese “se capta en ella” de la subfrase, seudomodal, se repercute del objeto mismo que como verbo él envuelve en su sujeto gramatical, y que hay falso efecto de sentido, resonancia de lo imaginario inducido de la topología, según que el efecto de sujeto haga remolino de aesfera o que lo subjetivo de este efecto se “refleje” allí.
Aquí hay que distinguir la ambigüedad que se inscribe de la significación, o sea del bucle del corte, y la sugerencia de agujero, es decir de estructura que de esta ambigüedad hace sentido.
Así el corte, el corte instaurado desde la topología (al hacerlo ahí, de derecho, cerrado, que se lo note de una buena vez, en mi uso al menos), es el dicho del lenguaje, pero por no olvidar más su decir.
Por supuesto están ahí los dichos que son objeto de la lógica predicativa y cuya suposición universalizante incumbe solamente a la esfera, digo: la, digo: esfera, o sea: que justamente la estructura no encuentra ahí más que un suplemento que es el de la ficción de lo verdadero.
Se podría decir que la esfera, es lo que prescinde de topología. El corte ciertamente recorta ahí (al cerrarse) el concepto sobre el que reposa la feria del lenguaje, el principio del intercambio, del valor, de la concesión universal. (Digamos que no es más que “materia” para la dialéctica, asunto de discurso del amo). Es muy difícil sostener esta dit-mension95 pura, porque estando por todas partes, pura no lo es jamás pero lo importante es que ella no es la estructura. Ella es la ficción de superficie con que la estructura se viste.
Que el sentido le sea ajeno, que “el hombre es bueno” y asimismo el dicho contrario, no quiera decir estrictamente nada que tenga un sentido, se puede a justo título asombrarse de que nadie haya hecho de esta observación (de la cual una vez más l'évidence [la evidencia] remite al ser como évidement [vaciamiento]), referencia estructural. ¿Nos arriesgaremos a decir que el corte a fin de cuentas no ex-siste a la esfera? -Por la razón de que nada lo obliga a cerrarse, puesto que al permanecer abierto ella produce ahí el mismo efecto, calificable de agujero, pero porque aquí este término no pueda ser tomado más que en la acepción imaginaria de ruptura de superficie: evidente es cierto, pero por reducir lo que puede ceñir al vacío de un posible cualquiera del cual la sustancia no es más que correlato (composible sí o no: desenlace del predicado en lo proposicional con todos los pasos en falso con que uno se divierte).
Sin la homosexualidad griega, luego árabe, y el relevo de la eucaristía todo ello hubiese necesitado de Otro recurso mucho antes. Pero se comprende que de las grandes épocas que acabamos de evocar, la religión sola a fin de cuentas, por constituir la opinión verdadera, la όρθή δόξα96, pudo a este matema dar el fondo con que se encontraba de hecho investido. Quedará siempre algo de eso incluso si se cree lo contrario, y es por eso que nada prevalecerá contra la Iglesia hasta el final de los tiempos. Puesto que los estudios bíblicos no han todavía salvado de eso a nadie.
Sólo aquellos para quienes este tapón no tiene ningún interés, los teólogos por ejemplo, trabajarán en la estructura… Si el corazón se lo dice, pero cuidado con la náusea97.

Lo que la topología enseña, es el lazo necesario que se establece del corte al número de vueltas de los que él consta para que así sea obtenida una modificación de la estructura o de la aesfera, único acceso concebible a lo real, y concebible de lo imposible en el que ella lo demuestra.
Así de la vuelta única en la aesfera hace jirón esféricamente estable por introducir ahí el efecto del suplemento que ella toma del punto fuera de línea, la όρθή δόξα. Rizarla doble, esta vuelta, obtiene muy otra cosa: caída de la causa del deseo de donde se produce la banda moebiana del sujeto, demostrando en dicha caída no ser más que ex-sistencia al corte en doble bucle del que resulta.
Esta ex-sistencia es decir y lo prueba con que el sujeto quede a merced de su dicho si él se repite, o sea: como la banda moebiana por allí encontrar su fading (desvanecimiento).
Punto-nudo (es el caso98 decirlo), es la vuelta de la que se hace el agujero, pero solamente en ese “sentido” que de la vuelta, este agujero s'imagine [se imagina], o s'y machine [se maquina], como se quiera.
La imaginación del agujero tiene consecuencias ciertamente: ¿es necesario evocar su función “pulsional” o, para decirlo mejor, lo que de ella deriva (Trieb)? Es la conquista del análisis haber hecho de eso matema, cuando la mística antes no testimoniaba de su prueba más que haciéndola indecible. Pero de permanecer en ese agujero, es la fascinación la que se reproduce, de la que el discurso universal mantiene su privilegio, más aún la vuelve cuerpo, a partir del discurso analítico.
Con la imagen jamás se hará nada de eso. El semblable [semejante] s'oupirera99 incluso de lo que s'y emblave [se siembra allí].
El agujero no se motiva en el guiño del ojo, ni en el síncope mnésico, ni en el grito. Que se lo aproxime al percibirse que la palabra [mot] se toma prestada de motus100, es de aplicación allí desde donde la topología se instaura.
Un toro no tiene agujero, central o circular, más que para quien lo mira como objeto, no para quien es su sujeto, o sea de un corte que no implica ningún agujero, pero que lo obliga a un número preciso de vueltas de decir para que ese toro se haga (se haga si lo demanda, pues después de todo un toro vale más que un través101), se haga, como prudentemente nos contentamos con imaginarlo, banda de Moebius, o contrebande [contrabando/contrabanda] si la palabra les gusta más.
Un toro, como lo demostré hace diez años a gente falta de empantanarme en su contrabando con ellos, es la estructura de la neurosis en tanto que el deseo puede, por la re-petición indefinidamente enumerable de la demanda, rizarse en dos vueltas. Es con esta condición al menos que ahí se decide la contrabanda del sujeto, -en ese decir que se llama la interpretación.
Quisiera solamente faire un sort [hacer un sortilegio] a la sorte [suerte] de incitación que puede imponer nuestra topología estructural.
He dicho la demanda enumerable en sus vueltas. Está claro que si el agujero no es para imaginar, la vuelta no ex-siste más que del número con que ella se inscribe en el corte del cual sólo el cierre cuenta.
Insisto: la vuelta en sí no es contable; repetitiva, ella no cierra nada, no está ni dicha ni por decir, es decir ninguna proposición. Con lo cual sería demasiado decir que no depende de una lógica, que queda por hacer a partir de la modal.
Pero si como lo asegura nuestra figuración primera del corte con que del toro se hace la banda de Moebius, una demanda ahí basta, pero que puede repetirse por ser enumerable, es como decir que no se aparea a la doble vuelta con que se funda la banda más que al plantearse por el transfinito (cantoriano).
Queda que la banda no sabría constituirse más que del hecho de que las vueltas de la demanda sean de número impar.
Lo transfinito, permaneciendo exigible, porque nada, lo hemos dicho, se cuenta allí sino porque el corte se cierra, el llamado transfinito, tal Dios mismo del cual se sabe que se felicita por ello, le es ordenado ahí ser impar.
He aquí lo que agrega una dit-mensión102 a la topología de nuesta práctica del decir.
¿No debe ella volver a entrar en el concepto de repetición en tanto que no es abandonada a sí misma, sino que esta práctica la condiciona, como lo hemos hecho también observar del inconsciente?
Es impactante, -aunque ya visto por lo que digo, que se lo recuerde-, que el orden (entendamos: el ordinal) del cual he efectivamente desbrozado la vía en mi definición de la repetición y a partir de la práctica, ha pasado totalmente en su necesidad desapercibido por mi audiencia.
De ello marco aquí la referencia para una retoma por venir.

Digamos sin embargo el fin del análisis del toro neurótico.
El objeto (a) por caer del agujero de la banda se proyecta après coup en lo que llamaremos, por abuso imaginario, el agujero central del toro, o sea alrededor de lo cual el transfinito impar de la demanda se resuelve con la doble vuelta de la interpretación.
De esto, es de lo cual el psicoanalista ha tomado función al situarlo por su semblante.
El analizante no termina más que al hacer del objeto (a) el representante de la representación de su analista. Es pues en tanto dure su duelo por el objeto (a) al que por fin lo ha reducido, que el psicoanalista persiste en causar su deseo: más bien maníaco-depresivamente.
Es el estado de exultación que Balint, al tomarlo de lado, no ha descrito menos bien: más de un “éxito terapéutico”, encuentra allí su razón, y sustancial eventualmente. Luego, el duelo se acaba.
Queda lo estable del aplanamiento del falo, o sea de la banda, donde el análisis encuentra su fin, el que asegura su sujeto supuesto del saber:
...que, el diálogo de un sexo con el otro estando interdicto porque un discurso, sea cual sea, se funda por excluir lo que el lenguaje lleva en sí de imposible, a saber la relación sexual, de ello resulta para el diálogo al interior de cada (sexo) algún inconveniente,
...que nada sabría decirse “seriamente” (o sea para formar de serie límite) más que por tomar sentido del orden cómico, -al cual no hay sublime (incluso Dante aquí otra vez) que no haga reverencia-,
...y luego que el insulto, si resultase por el έρος103 ser del diálogo la primera palabra como la última (véaseaomero104), el juicio también, hasta lo “último” permanece fantasma, y para decirlo, no llega a lo real más que al perder toda significación.
De todo esto sabrá hacerse una conducta. Hay ahí más de una, incluso a montones, por convenir a las tres dit-mensions105 de lo imposible: tales como ellas se despliegan en el sexo, en el sentido, y en la significación.
Si es sensible a lo bello, a lo cual nada lo obliga, lo situará con el entre-dos-muertes, y si alguna de estas verdades le parest106 buena para hacer oir, no es más que del mediodecir de la vuelta simple que se fiará.

Estos beneficios, al sostenerse en un segundo-decir, no están menos establecidos, porque ellos lo dejen olvidado.
Ahí está lo tajante de nuestra enunciación de partida. El dicho primero, idealmente espontáneo del analizante, no tiene sus efectos de estructura más que porque parsoit [“paresea”] el decir, dicho de otra manera que la interpretación haga parêtre [“pareser”]107.
¿En qué consiste el parêtre? En eso que producen los cortes “verdaderos”: a entender estrictamente los cortes cerrados a los que la topología no permite reducirse al punto fuera-de-línea ni, lo que es la misma cosa, hacer más que agujero imaginable.
De este parêtre, no tengo que exponer el estatuto de otro modo que con mi recorrido mismo, habiéndome ya dispensado de connotar su emergencia en el punto, más arriba, donde la he permitido.
Hacer una arrêt(re)108 [“parada en el ser”] en este recorrido sería al mismo tiempo le pén-êtrer109 [penetrarlo], hacerlo ser, y aun casi es todavía demasiado.
Este decir que yo llamo a la ex-sistencia, este decir a no olvidar, del dicho primario, es con el que el psicoanálisis puede pretender cerrarse.
Si el inconsciente está estructurado como un lenguaje, yo no he dicho: por-. La audiencia, si hace falta debe entenderse por ella algo como una acústica mental, la audiencia que tenía entonces era mala, los psicoanalistas no teniéndola mejor que los otros. A falta de un señalamiento suficiente de esta elección (evidentemente ni uno de esos trazos que los tocarían, por les é-pater110 [asombrarlos] sin más por otra parte), me hizo falta, ante la audiencia universitaria, ella que en este campo no puede más que engañarse, exhibir las circunstancias naturales que me impidieron elevar mis golpes sobre mis propios alumnos, para explicar que haya dejado pasar una extravagancia tal como hacer del inconsciente “la condición del lenguaje”, cuando es manifiestamente por el lenguaje que doy cuenta del inconsciente: el lenguaje, hice entonces transcribir en el texto revisado de una tesis, es la condición del inconsciente.
Nada sirve de nada, cuando se está tomado por ciertas horquillas mentales, ya que estoy aquí forzado a recordar la función, especificada en lógica, del artículo que lleva a lo real de lo único el efecto de una definición, -un artículo, él, “parte del discurso”, es decir, gramatical, haciendo uso de esta función en la lengua de la que me sirvo, por ser ahí definido definido.
El lenguaje no puede designar más que la estructura de la que hay efecto de lenguajes, estos varios abriendo el uso del uno entre otros que da a mi como su muy preciso alcance, el del como un lenguaje, por el cual justamente diverge del inconsciente el sentido común. Los lenguajes caen bajo el golpe del notodos de la manera más cierta ya que la estructura no tiene aquí otro sentido, y que es en eso que ella atañe a mi recreación topológica de hoy.
Así la referencia de la cual sitúo el inconsciente es justamente lo que a la lingüística le escapa, porque como ciencia nada tiene que hacer con el parêtre111, como tampoco noumène112 [nos lleva al noúmeno]. Pero ella nous mène113 efectivamente, y Dios sabe dónde, pero seguramente no al inconsciente, que por tomarla en la estructura, la desorienta en cuanto a lo real con que se motiva el lenguaje: ya que el lenguaje, es eso mismo, esa deriva.
El psicoanálisis no accede ahí, él, más que por la entrada en juego de Otra dit-mension114 que se abre ahí porque el animador (del juego) “haga semblante” de ser el efecto de lenguaje mayor, el objeto del cual se (a)nima el corte que así permite: es el objeto (a), para llamarlo con la sigla que le asigno.
Esto, el analista lo paga al deber representar la caída de un discurso, luego de haber permitido al sentido ceñirse alrededor de esta caída a la que se consagra.
Lo que denuncia la decepción que causo a muchos lingüistas sin salida posible para ellos, si bien de eso tengo, yo, el desenredo.
¿Quién no puede ver en efecto al leerme, incluso al haberme oído decir en claro, que el analista está desde Freud muy adelantado en esto sobre el lingüista, sobre Saussure por ejemplo, quien se queda en el acceso estoico, el mismo que el de San Agustín? (cf., entre otros, el De magistro, del cual por fechar en él mi apoyo, indiqué bastante el límite: la distinción signans-signatum).
Muy adelantado, yo dije en qué: la condensación y el desplazamiento antecediendo al descubrimiento, con ayuda de Jakobson, del efecto de sentido de la metáfora y la metonimia.
Por muy poco que el análisis se sustente con la chance que le ofrezco, este avance, él lo conserva, -y lo conservará con tantos relevos como los que el porvenir quiera aportar a mi palabra.
Pues la lingüística en cambio para el análisis no desbroza nada, y el sostén mismo que he tomado de Jakobson, no es, en relación a lo que se produce para borrar la historia de la matemática del orden del après-coup, sino del contragolpe, -en beneficio, y decir-segundo, de la lingüística.
El decir del análisis en tanto que él es eficaz, realiza lo apofántico que con su sola ex-sistencia se distingue de la proposición. Es así que pone en su lugar a la función proposicional, en tanto que, pienso haberlo mostrado, ello nos da el único apoyo para suplir al ab-sens [au-sentido, ausencia] de la relación sexual. Este decir ahí se renombra, con el embarazo que traicionan unos campos tan desperdigados como el oráculo y el fuera-de-discurso de la psicosis, por el préstamo que les hace del término interpretación.
Es el decir del que vuelven a asirse, por fijar ahí el deseo, los cortes que no se sostienen como no cerrados más que por ser demandas. Demandas que por aparear lo imposible con lo contingente, lo posible con lo necesario, amonestan las pretensiones de la lógica que se dice modal.
Este decir no procede más que del hecho de que el inconsciente, por estar “estructurado como un lenguaje”, es decir lalangue115 que habita, está sujeto al equívoco con que cada una se distingue. Una lengua entre otras no es nada más que la integral de los equívocos que su historia ha dejado ahí persistir. Es la vena de la que lo real, lo único para el discurso analítico en motivar su salida, lo real de que no hay relación sexual, ha hecho ahí depósito en el curso de las edades. Esto en la especie en la que este real introduce al uno, o sea a lo único del cuerpo que de eso toma órgano, y por ese hecho hace ahí órganos descuartizados por una disyunción por donde sin duda otros reales se ponen a su alcance, pero no sin que la vía cuádruple de esos accesos se infinitice para que se produzca de allí el “número real”.
El lenguaje pues, en tanto esta especie tiene en él su lugar, no hace allí efecto de otra cosa más que de la estructura por la que se motiva esta incidencia de lo real.
Todo lo que de él parest116 un semblante de comunicación es siempre sueño, lapsus o joke.
Nada que hacer pues con lo que se imagina y se confirma en muchos puntos de un lenguaje animal.
Lo real allí no ha de apartarse de una comunicación unívoca de la cual también los animales, al darnos el modelo, nos harían sus delfines: una función de código se ejerce ahí por donde se hace la neguentropía de resultados de observación. Más aún, se organizan ahí unas conductas vitales con símbolos en todo semejantes a los nuestros (erección de un objeto al rango del significante del amo en el orden del vuelo de migración, simbolismo de la parada tanto amorosa como de combate, señales de trabajo, marcas de territorio), con la salvedad de que estos símbolos no son jamás equívocos.
Estos equívocos con los que se inscribe lo accesorio de una enunciación se concentran en tres puntos-nudo donde se observará no sólo la presencia de lo impar (más arriba juzgado indispensable), sino que ninguno imponiéndose como el primero, el orden con que vamos a exponerlos se mantiene ahí y con un doble bucle más bien que con una sola vuelta.
Comienzo por la homofonía, -de la que la ortografía depende. Que en la lengua que es la mía, como con ella jugué más arriba, deux [dos] haga equívoco con d'eux [de ellos], conserva huella de ese juego del alma por el cual faire d'eux deux-ensamble [hacer de ellos dos-juntos] encuentra su límite en “faire deux” d'eux [hacer dos de ellos].
Se encuentran otros en este texto, del parêtre117 [pareser] al s'emblant118 [semblante/hurtarse].
Sostengo que todas las jugadas están aquí permitidas por la razón de que estando cualquiera a su alcance sin poder ahí reconocerse, son ellas las que nos juegan. Salvo que los poetas las hagan cálculo y el psicoanalista se sirva allí donde conviene.
Donde es conveniente para su fin: o sea para, de su decir que ahí re-hiende al sujeto, renovar la aplicación que de él se representa sobre el toro, sobre el toro en el que consiste el deseo propio a la insistencia de su demanda.
Si una hinchazón imaginaria puede aquí ayudar a la transfinitización fálica, recordemos sin embargo que el corte no funciona menos al llevarlo sobre ese arrugado, que en el dibujo jirafoide del pequeño Hans he glorificado en su tiempo.
Pues la interpretación se secunda aquí con la gramática. A lo que, en este caso como en los otros, Freud no se priva de recurrir. No insisto sobre lo que subrayo de esta práctica confesada en muchos ejemplos.
Sólo destaco que es eso lo que los analistas imputan púdicamente a Freud como un deslizamiento hacia el adoctrinamiento. Esto en unas fechas (cf. la del Hombre de las Ratas) en que él no tiene más trasmundo que proponerles que el sistema Ψ acosado por “incitaciones internas”.
Así los analistas que se aferran a la baranda de la “psicología general” no son siquiera capaces de leer, en esos casos deslumbrantes, que Freud hace a los sujetos “repetir su lección” en su gramática.
Con la salvedad de que él nos repite que, del dicho de cada uno de ellos, debemos estar dispuestos a revisar las “partes del discurso” que hemos creído poder retener de los precedentes.
Por supuesto eso es aquí lo que los lingüistas se proponen como ideal, pero si la lengua inglesa parest119 propicia a Chomsky, he marcado que mi primera frase se inscribe en falso por un equívoco contra su árbol transformacional.
Yo no te lo hago decir”. ¿No es esta acaso el mínimo de la intervención interpretativa? Pero no es su sentido lo que importa en la fórmula que lalangue120 que uso aquí permite dar de eso, es que la amorfología de un lenguaje abra el equívoco entre “Tú lo has dicho” y “Yo lo tomo aún menos a mi cargo, cuando cosa parecida, no te la he hecho por quienquiera hacer decir”.
Cifra 3 ahora: es la lógica, sin la cual la interpretación sería imbécil, los primeros en servirse de ella son bien entendido los que, para del inconsciente trascendentalizar la existencia, se arman con las observaciones de Freud de que sea insensible a la contradicción.
Sin duda no les ha llegado todavía que más de una lógica se ha jactado de prohibirse este fundamento, sin por ello quedar menos “formalizada”, lo que quiere decir apta para el matema.
¿Quién reprocharía a Freud un tal efecto de oscurantismo y los nubarrones de tinieblas que de inmediato, de Jung a Abraham, se acumularon para responderle? -Ciertamente yo no, que tengo también, en este lugar (desde mi reverso), algunas responsabilidades.
Recordaré solamente que ninguna elaboración lógica, eso desde antes de Sócrates y de otras tradiciones que la nuestra, procedió nunca más que de un núcleo de paradojas, -para servirse del término, admisible por doquier, con que designamos los equívocos que se sitúan desde este punto, que, por llegar aquí tercero, es asimismo primero o segundo.
¿Frente a quién fracasé este año en hacer sentir que el rejuvenecimiento [bain de Jouvence] con el que el matema llamado lógico ha reencontrado para nosotros su asidero y su vigor, son esas paradojas no sólo refrescadas por ser promovidas en nuevos términos por un Russell, sino aun inéditas al provenir del decir de Cantor?
¿Iré a hablar de la “pulsión genital” como del catá-logo de las pulsiones pregenitales en tanto no se contienen a sí mismas, sino que tienen su causa en otra parte, o sea en ese Otro al que la “genitalidad” no tiene acceso más que si toma “barra” sobre ella de la división que se efectúa por su pasaje al significante mayor, el falo?
Y para el transfinito de la demanda, o sea la re-petición, volveré yo sobre eso de que no tiene otro horizonte que dar cuerpo a que el dos no sea menos que ella inaccesible por sólo partir del uno que no fuese el del conjunto vacío?
Quiero aquí marcar que no hay ahí más que recopilación -sin cesar alimentada con el testimonio que me dan de ello aquellos por supuesto cuyas orejas abro-, recopilación de lo que cada uno puede tan bien como yo y ellos coger de la boca misma de los analizantes por poco que se haya autorizado a tomar el sitio del analista.
Que la práctica con los años me haya permitido hacer con ello dichos y redichos, edictos, desdichos, es bien la burbuja con que todos los hombres se hacen el lugar que merecen en otros discursos que aquel que propongo.
Por hacerse allí guiadores de raza a quienes se confían los guiados, pedantes… (cf. más arriba).
Por el contrario en el acceso al lugar donde se profiere lo que enuncio, la condición tomada de origen por primera, es la de ser el analizado, o sea lo que resulta del analizante.
Todavía me falta para mantenerme allí en lo vivo de lo que me autoriza, a ese proceso recomenzarlo siempre.
Donde se capta que mi discurso está por relación a los otros a contrapendiente, he dicho ya, y se confirma mi exigencia del doble bucle para que el conjunto ahí se cierre.
Esto alrededor de un agujero de ese real del que se anuncia eso de lo cual après-coup no hay pluma que no resulte testimoniar: no hay relación sexual.
Así se explica ese midire [mediodecir] que venimos de llevar a cabo, ese por el que la mujer desde siempre sería leurre [señuelo] de verdad. Quiera el cielo al fin roto por la vía que abrimos láctea, que algunas por ser notodas, para el hommodit121 hagan llegar l'heure [la hora] de lo real. Lo que no sería forzosamente más desagradable que antes.

No será un progrès [progreso],no hay uno que no sea regret [añoranza], pesar [regret] de una pérdida. Pero que se en rie [ría de eso], la lengua que sirvo se encontraría rehacer ahí el joke de Demócrito sobre el μηδεν122: extrayéndolo por caída del μη de la negación de la rien123 [nada] que parece llamarlo, tal como nuestra banda lo hace por sí misma en su auxilio.
Demócrito en efecto nos regaló el άτομος124, del real radical, al elidir su “no”, μη125, pero en su subjuntividad, o sea ese modal del cual la demanda rehace consideración. Mediante lo cual el δεν126 fue bien el pasajero clandestino del que el clam127 hace ahora nuestro destino.
No más materialista en eso que cualquier sensato, que yo o que Marx, por ejemplo. En cuanto a Freud, no lo juraría: quién sabe la semilla de mot ravies [palabras felices]128 que ha podido crecer en su alma de un país donde la Cábala caminaba.
A toda materia, le hace falta mucho espíritu, y de su cosecha, pues sin eso ¿de dónde le vendría? Eso es lo que Freud ha sentido, pero no sin el pesar que mencioné hace poco.
No detesto pues en absoluto ciertos síntomas, ligados a lo intolerable de la verdad freudiana.
Ellos la confirman, y aun al creer tomar su fuerza de mí. Para retomar una ironía de Poincaré sobre Cantor, mi discurso no es estéril, engendra la antinomia, y mejor aún: se demuestra poder sostenerse aun de la psicosis.
Más afortunado que Freud quien, para abordar de eso la estructura, ha debido recurrir a ese resto que son las Memorias de un difunto, es de una retoma de mi palabra que nace mi Schreber (y aun aquí bipresidente, águila de dos cabezas).
Mala lectura de mi discurso sin duda, es de ello una buena: es el caso de todas: con el uso. Que un analizante llegue por eso muy animado a su sesión, basta para que encadene directo sobre su materia edípica -como de todas partes me vuelve el informe.
Evidentemente mi discurso no tiene siempre unos rechazos tan felices. Para tomarlo bajo el ángulo de la “influencia” cara a las tesis universitarias, eso parece poder ir bastante lejos, a la luz especialmente de un remolino de semantofilia que se tendría por precedente, entonces con una fuerte prioridad es lo que yo centraría con la mot-valise [palabra-valija]. Se movalise sin fin desde hace un tiempo hasta donde alcanza la vista y no es ¡por desgracia! sin deberme de eso un trozo.
Ni me consuelo ni me lamento por ello. Es menos deshonroso para el discurso analítico que lo que se produce de la formación de las sociedades de ese nombre. Allí, es de tradición el filisteísmo que da el tono, y las recientes reprimendas contra los sobresaltos de la juventud no hacen nada más que conformarse a ello.
Lo que yo denuncio, es que todo es bueno para los analistas de esa filière [sector] para se défiler [escabullirse] de un défi [desafío] del cual sostengo que toman existencia, -pues aquí es un hecho de estructura que los determina.
El desafío, yo lo denoto con la abyección. Se sabe que el término absoluto ha obsesionado al saber y al poder, -irrisoriamente, hace falta decirlo: allí él aparecía, quedaba esperanza, que los santos por otro lado representan. Pero hace falta desengañarse de eso. El analista se declara fuera de juego [forfait].
En cuanto al amor que el surrealismo quisiera que las palabras hicieran, ¿es eso decir que se queda ahí? Es extraño que lo que el análisis demuestra allí de encubrimiento no haya hecho brotar recurso de semblante.

Para terminar según el consejo de Fenouillard129 concerniente al límite, saludo a Henri-Rousselle del cual por tomar aquí ocasión, no olvido que me ofrece lugar para, de este juego del dicho al decir, hacer la demostración clínica. ¿Dónde mejor he hecho sentir que con lo imposible de decir se mide lo real, -en la práctica?
Y fecha la cosa en:
Beloeil130, el 14 de julio de 1972

Beloeil, donde se puede pensar que Carlos I, aunque no de mi ligne131 [línea], me ha hecho falta, pero no, que se sepa, Coco, forzosamente Beloeil [ojolindo] por habitar en la posada vecina, o sea la guacamaya tricolor que sin tener que explorar su sexo, he debido clasificar como hétero, -en tanto se lo diga ser hablante.




















  1. 1En el Centro de Salud Mental n°1 “Dr. Hugo Rosarios”, curso de posgrado: “Universal-singular”, 2017-18.

2Optamos por conservar L'étourdit. Aunque puestos a “traducir” un neologismo, preferiríamosEl aturdicho”, que condensa “aturdido y dicho”, incluyendo la sílaba “tur” en la que suena tour o vuelta, y que podría sustituir ventajosamente por métrica y por homofonía al conocido “atolondradicho”./“L'étourdit hace eco a L'étourdi ou les Contretemps (El atolondrado/aturdido o los Contratiempos), la comedia en verso escrita por Molière en 1655. Los “contratiempos” del título de la comedia aluden a los enredos y torpezas que se interponen en la obtención de lo que se anhela: el sirviente (Mascarille) planea estrategias para que su señor (Lelio alcance lo que quiere, pero el señor acaba estropéandolas, sin querer y en su propio desmedro./ Se trata cabalmente, para decirlo de una manera que nos resulta familiar, de un neurótico enredado en sus vueltas, cada una de ellas “vuelta-dicho” (tour-dit); embrollado en la repetición de su demanda y perplejo en la huída metonímica de su deseo”. Patricia Polari: La escritura del sexo. Ensayo sobre L'étourdit de Jacques Lacan. Buenos Aires, Letra Viva, 2013.
3Tomamos como base de lectura la traducción que aparece en Otros escritos, Paidós, Buenos Aires, 2012, debida a Graciela Esperanza y Guy Trobas con la colaboración de Diana Rabinovich, cotejándola con la versión en francés tomada de pas-tout Lacan, www.ecole-lacanienne.net, que reza al inicio: Paru dans Scilicet, 1973, n° 4, pp. 5-52.
4En la etimología de imbécil está “sin báculo”.
5Condensación entre homologue, homologa, y homme, hombre en francés.
6Para respetar los juegos de homofonía, preferimos invertir el orden usual del término en francés y su traducción, poniendo entre corchetes la palabra que traduce al castellano y dejando la palabra en francés en el cuerpo de la oración.
7Juego fundado en la homonimia entre reste oublié, “queda olvidado”, y reste, “resto” [N. de los T. en Otros Escritos, op. Cit..]
8Aletheia, aquello que no está oculto. Verborgenheit, en alemán: oscuridad, ocultamiento.
9...ou pire: título del Seminario de Lacan del año lectivo 1971-1972. [N. de los T. en Otros Escritos, op. Cit..]
10Ab-sens: homófono de absence, ausencia, al incluir sens, sentido, forja “sentido ausente” o “au-sentido”.
11Ab-sexe: en un juego parecido al anterior, esta vez lo ausente es el sexo.
12Neologismo: mi, mitad y dit, dicho. Homófono de midi, mediodía.
13“Dimensión” se lee y escucha fácilmente en dit-mension (consensación entre dit, dicho y dimension, dimensión) -palabra que figura en la versión de Scilicet-, y no tanto en “dit-mansión” (como figura en la traducción de Otros Escritos).
14(Nota al pie de Lacan):
El filósofo se inscribe (en el sentido en que se lo dice de una circunferencia) en el discurso del amo. Juega ahí el papel del loco. Eso no quiere decir que lo que dice sea tonto; es más que utilizable. Lean a Shakespeare.
Eso no quiere decir tampoco, que se tenga ahí cuidado, que sepa lo que dice. El loco de corte tiene un rol: el de ser quien hace las veces de la verdad. Puede hacerlo expresándose como un lenguaje, igual que el inconsciente. Que por ello esté, él, en la inconsciencia es secundario, lo que importa es que el rol sea sostenido.
Así Hegel, de hablar tan justo el lenguaje matemático como Bertrand Russell, no falla menos el encargo: es que Bertrand Russell está en el discurso de la ciencia.
Kojève que yo tengo por mi maestro, por haberme iniciado en Hegel, tenía la misma parcialidad respecto de la matemática, pero hace falta decir que estaba en los tiempos de Russell, y que no filosofaba más que a título del discurso universitario bajo el cual se había acomodado provisionalmente, pero sabiendo bien que su saber no funcionaba ahí más que como semblante y tratándolo como tal: lo mostró en todas las maneras, entregando sus notas a quien podía sacarles provecho y postumando su irrisión de toda la aventura.
Este desprecio que fue el suyo, se sostenía en su discurso de partida que fue también al que retornó: el alto funcionario sabe tratar a los bufones tan bien como a los demás, o sea como sujetos -que ellos son- del soberano.

15Midit net, literalmente: mediodicho neto, es homófono de midinette, “costurerita”, que abona la significación “bien cortado”. Además, haciendo de midit ya no un sustantivo sino la conjugación en tercera persona del singular (il midit) de un supuesto verbo en infinitivo midire, Lacan juega con la escritura de sus declinaciones en segunda y primera persona, arrojando sentidos nuevos (tu médites (tú meditas), je médis (yo maldigo)).
16Il n'y a pas (no hay) es reducido a la locución n'y a, y luego condensado en nya.
17El verbo nier (negar), en tercera persona singular de passé simple es: il nia (él negó).
18Stabitat, condensación homofónica de cet habitat, “este hábitat”, que se traduce aquí por “estábitat”, al igual que d'labiter, por “abitarlo”. Cabe señalar que esta escritura contiene la bite, término que en la lengua vulgar significa pene, órgano sexual masculino, lo que ha de tenerse presente en la aparición de estas condensaciones, pues indica la presencia de la función fálica en el hábitat del hombre que es el lenguaje. [N. de los T. en Otros Escritos, op. Cit.]
19Lacan escribe inter-dit, que significa “prohibición, interdicción”, pero que literalmente es “inter-dicho”. [N. de los T. en Otros Escritos, op. Cit.]
20Alusión al mito bíblico según el cual las hijas de Adan fueron corrompidas por los ángeles aliados a Satanás, creando una raza híbrida para terminar con la cual Dios envió el Diluvio.
21También homófono de (a) voix (objeto a voz), a lo que alude el “ladrido” -o “aúllo”, como también puede traducirse aboi-.
22Homme-volte (hombre-vuelta) es una transliteración del término alemán Umwelt (medio ambiente o mundo exterior).
23Répète significa “repite”, pero al escribirlo así, Lacan enfatiza el significante pète, que significa “estalla” o “revienta”. [N. de los T. en Otros Escritos, op. Cit.]
24En el texto encontramos C't, escritura fonética abreviada de c'est, que suena st, comienzo de la palabra stimule, que usó justo antes. Se ha traducido “es(t)”, que reproduce el comienzo de estímulo en castellano. [N. de los T. en Otros Escritos, op. Cit.]
25Coïteration: neologismo que condensa coït (coito) e itération, iteración.
26Aquí se detiene lo que aparece a la vez en el memorial de Henri-Rousselle. [N. de los T. en Otros Escritos, op. Cit.]
27Du Pére-Orang, du pérorant-Outang. Orangután en francés es Orang-Outang.
* Escribir origen (origine) así, lo hace contener gyne, en griego: mujer.
28Dé-sens: des-sentido, es homófono de décence: decencia.
29Ver nota 13.
30Lacan hace de la expresión “para todo” (pour tout ) con la que se lee el cuantor universal, un verbo inventado, se portouter, y lo conjuga: il se pourtoute (se “paratodea”).
31“(…) los lugares donde ça se thomme (aproximadamente, “eso se corta”, o “eso se reparte”, condensando homme y tommer), conciernen a la repartición entre varones y mujeres, es decir al semblante de la relación sexual donde importan el ser y el tener y que, como semblante, está sustentado por el pasaje del órgano sexual al significante. Pasar de órgano a significante vuelve al falo amovible, “cortable”, y también y por lo tanto repartible, entre hombre y mujer. De ahí este doble sentido de tomer o si se quiere thommer: cortar y repartir./Por lo tanto aclaremos ya que thomme, arrastrando la “t” de pourtout, equivoca con el griego tomé: sección, y tomia: acción de cortar; y con el francés tomer: dividir en tomos. (…) El neologismo, thommer en su forma infinitiva, le sirve a Lacan para separar la dimensión del enunciado universal “para todo” (donde , como acabamos de decir, es una esencia) de los lugares donde la castración es efectivamente realizada en cada uno (cada hombre y cada mujer -aunque en estos párrafos de L'Étourdit Lacan escriba desde un punto de vista androcéntrico)./” Patricia Polari: La escritura del sexo, Buenos Aires, Letra Viva, 2013.
32Juego entre mal (mal), malheur (desgracia) y mâle, macho.
33Ver en nota 31la condensación de tomer y homme, que connota la repartición entre los sexos, y tengamos en cuenta para lo que sigue que thommage contiene asimismo hommage: homenaje, y dommage: daño.
34Happé: agarrado, atrapado, equivoca con el inglés happiness.
35Lacan escribe Satyricon con y griega en lugar de i latina como en el título del original. Alusión al parecer a los sátiros, en francés satyres. (Nota de los traductores en Otros escritos, op. Cit.)
36Neologismo. : prefijo que tiene un efecto peyorativo, despreciativo. Diccionario francés Reverso.
37Permaîtres: neologismo, padres-amos; homófono de permettre, permitir.
38 Maldonne: 1. fig -error, malentendido. 2. Naipes -cartas mal dadas. WordReference.com
39 Ver notas 30 y 31.
40Pédé:marica, maricón. La traducción como “pederastas” (en Otros Escritos) no conserva el sentido peyorativo y ofensivo del término. Por otra parte, y como Lacan hace alusión, con los pedantes, a los que detentan el saber en el discurso universitario, R. Cevasco y J. Chapuis proponen “pedantizados” (los estudiantes, en el lugar del Otro en ese discurso). En: Christian Fierens, Lectura de L'étourdit, ediciones S&P, Barcelona, 2012. Si tomamos pédé como el participio pasivo de un verbo que no existe (pedantiser, “pedantizar”), tienen razón, y entonces el término no tiene nada que ver con su definición en el diccionario.
41Neologismo que condensa scientifiques (científicos) y chiants (molestos, incordiosos). La traducción en Otros Escritos es “sabihondos que machachan” (referido al agente del discurso de la histeria), mientras que Cevasco y Chapuis, en la obra mencionada en la nota anterior, proponen “cientincordios”.
42Sciés: aserrados. Referido al lugar del Otro en el discurso de la histeria, es traducido como “machacados” en Otros Escritos, y como “cientincordiados” por Cevasco y Chapuis. Christian Fierens, Lectura… op. Cit.
43Cervage condensa servage: servidumbre, y el latín cervix: cuello, nuca.
44Ver nota 30.
45Cervice condensa service (servicio) y cervix (lat. Cuello, nuca). Ver nota 42.
46En inglés, cita.
47Ver nota 45.
48Id.
49En hebreo, plural de goy: no judío.
50M'être “serme” o “me-ser”, es homófono de maître (amo).
51Ver nota 30. Acá se trata del para no-todo (pour pas tout), que se transforma en el verbo se pourpastouter” y se conjuga “il se pourpastoute”.
52Nyania: “nohaynegó”, ver notas 16 y 17. También onomatopeya del “susurro” de los “sexos en compañía”.
53Me pantes, en griego: no todo.
54Thomme: ver nota 31.
55Éteros, hétero-.
56Étera.
57Juego entre hétéro, éther y hétaire (hétero, éter y hetaira).
58S'emble: probablemente una condensación entre semble (parece) y el verbo embler: (en desuso) robar. S'emble sería se roba, se hurta o se sustrae.
59Hommosexué: neologismo que condensa homme (hombre) y homosexuel (homosexual).
60Ver nota anterior.
61Hommodit: neologismo que junta homme (hombre), homo- (prefijo de homosexuel), y dit (dicho).
62Causer es hablar o charlar, y también causar.
63Petithomme: “pequeñohombre”, condensa asimismo el neologismo thommer, ver nota 31.
64Ver nota 1.
65Condensación entre après-midi, tarde, y midit, mediodicho. La tarde alude al enigma que la Esfinge le propusiera a Edipo: la adultez, en que el hombre-animal se sostiene sobre dos patas. (Cf. Patricia Polari: La escritura del sexo… op. Cit.).
66Surmoitié: surmoi, superyo, + moitié, mitad.
67Verbo conjugado que surge de la condensación-neologismo anterior.
68Déduit como sustantivo, es:actividad placentera o agradable; como participio pasado de déduire, es: deducido, inferido.
69Empirer: condensación entre empire, imperio, y empirer, empeorar.
70Del latín, la expresión completa es: Sutor ne ultra crepidam -zapatero, no más allá de tus sandalias-.
71Semellité: neologismo. Semelle es suela.
72N'est-ce pas y n'espace son homofónicos.
73Juego de palabras entre “decirlo” (le dire) del párrafo anterior, y “el decir” (le dire) de este párrafo.
74Sujet es “sujeto” y “tema, asunto o materia”.
75Ver nota 50.
76M'est es aquí m'être conjugado.
77 Condensación homofónica de cet habitat, “este hábitat”, que se traduce aquí por “estábitat”, al igual que l'abiter por “abitarlo”.
78En latín en el original. De conjungere: unir, juntar, conectar. “Ego conjungo vos in matrimonium”.
79Commentaire, comentario, condensa también comment taire, cómo callar.
80Ver nota 13.
81Ver nota 18.
82...c'est le propre de mon fil de s'en tirer.
83En latín en el original, falsa es caída.
84 Hommoinsun: neologismo homófono de au moins un (al menos uno), se condensa con homme (hombre).
85Condensación de fiction, “ficción” y fixer, “fijar”. Nota de la traducción de Otros escritos, op. Cit.
86Laurifice: aparentemente, condensación entre laurier (laurel) y orifice (orificio).
87Nonsense: en inglés, disparate. También: “Nonsense es un género jocoso figura literaria que puede ser expresado en verso o en prosa e incluso de un modo «libre» normal, buscando generar juegos de palabras que trasgreden las formas comunes de la sintaxis y la semántica, juegos que resultan extraños, comúnmente humorísticos y absurdos. Literalmente el galicismo "nonsense" significa "sin sentido". (Wikipedia)
88Nous mène (nos lleva) es homófono de noumène, noúmeno.
89Norme-male es neologismo que condensa normal (normal) y norme mâle (norma macho).
90Çasysent, neologismo que condensa ça s'y sent (eso ahí se siente), es homófono de saisissant (impactante).
91Ver nota 87.
92Ex-sistait: ex-sistía, ait: tenga o haya.
93Doxa, opinión.
94“Para el uso de la palabra, es increíble, salvo si atiendes cuidadosamente, cuánto de obra artificiosa [machinata] es la naturaleza”.
95Ver nota 13.
96Orto doxa, opinión verdadera o recta.
97Posible juego de palabras, ya que avoir mal au coeur (literalmente: tener mal al corazón), significa, en una de sus acepciones, tener náuseas.
98“Este punto-nudo es un “caso” en el sentido de la caída del dicho en la lógica esférica. Pero puede ser retomado en la interpretación (y su doble vuelta) y abrir “ el caso de decir”, vale decir la ex-sistencia fuera de lo universal, el “decir” en oposición al “dicho”. Fierens, Ch.: Lectura de L'étourdit, Ediciones S&P, Barcelona, 2012, p. 352.
99S'oupirera (“s'uspirará”) condensa soupirer (suspirar) y ou pire (o peor).
100Motus: en francés interjección, silencio. En latín, movimiento.
101Travers. Tiene varias acepciones y usos, entre los cuales están: excentricidad, rareza; lado, costado; través; torcido; etc. R. Cevasco y J. Chapuis traducen “torcido”, en Fierens, Ch.: Lectura… op. Cit., p. 354. G. Esperanza y G. Trobas traducen “través”, en Otros Escritos, op. Cit., p. 510.
102Ver nota 13.
103Epos, épica.
104Conferomero, o “cfr. Homero” (La Ilíada).
105Ver nota 13.
106Parest: homofonía y condensación entre paraît (parece) y est (es).
107Parêtre: homofonía y condensación entre entre paraître (parecer) y être (ser). “Pareser”.
108Arrêt(re): condensación entre arrêt (parada) y être (ser): “parada en el ser”, podría interpretarse, como lo ha hecho la traducción de Otros escritos… op. Cit.
109Pén-êtrer: homofonía y condensación entre pénétrer (penetrar) y être (ser). Probablemente, “penetrarlo de ser”.
110 Épater es asombrar, pasmar, impactar. En el seminario ...ou pire, Lacan juega con é-pater como aquí, al incluir el pater (padre) latino, diciendo: “el é-pater ya no nos impacta (épate) (1-6-72).
111Ver nota 107.
112Noumène: homofonía y condensación entre nous mène (nos lleva) y noumène (noúmeno). “Tampoco nos lleva al noúmeno”.
113Nous mène, nos lleva.
114Ver nota 13.
115Lalangue: neologismo que junta la y langue (la y lengua).
116Ver nota 98.
117Ver nota 107.
118Ver nota 58.
119Ver nota 107.
120Ver nota 115.
121Ver nota 61
122Meden (nada). Cf. Patricia Polari: La escritura del sexo…, op. Cit.
123Juego entre en rie (ría de eso) y rien (nada).

124Átomos, átomo.
125Me, no.
126Den, partícula que Demócrito extrae de meden.
127En latín, escondido, secreto.
128Mot ravies es homófono de Moravie, Moravia.
129Fenouillard, personaje de La familia Fenouillard, historieta de fines de siglo XIX, muy popular en Francia, escrita por Armand Colin. El consejo al que alude Lacan es el siguiente: “Quand la borne est franchie il n'est plus de limites!”, “¡Cuando se ha pasado la raya ya no hay límites!” (nota tomada de la traducción de Otros escritos, op. Cit.).
130De Wikipedia: Beloeil (en francés Belœil, que deriva del francés baileul, que significa barrera o empalizada), es una agrupación municipal francófona belga, situada en Valonia, en la provincia de Henao. Tiene 13,000 habitantes y 61,55 km²./Destaca por su castillo y jardín del mismo nombre, que pertenece a la casa principesca de Ligne. El actual propietario es Michel de Ligne, XIV Príncipe de Ligne. La figura histórica más importante asociada a él fue el séptimo príncipe de Ligne, Charles-Joseph de Ligne, autor, entre otras obras literarias, de Coup d’œil sur Beloeil et les principaux jardins de l’Europe (1781).

131Ver nota anterior.