martes, 16 de agosto de 2016

Tres Luces - Claire Keegan

Claire Keegan: Tres luces. Eterna Cadencia, Buenos Aires, 2011.


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En su momento nos estremeció Antártida (Eterna Cadencia, Buenos Aires, 2009), un conjunto de historias de estética sobrecogedora y trama sin aliento. En Tres Luces C. Keegan te lleva al foco del drama a través de un relato exacto, despojado y vibrante. Todo ha sido anunciado ya cuando llega el desenlace: por el súbito trastorno de una voz, pero también por una mano que oprime brevemente, por el zumbido lejano de una motosierra o por el peso de un balde con agua; el lector se da cuenta entonces de que son un enjambre de desenlaces los que fabrican el nudo de esa reseña apretada y llena de emoción.

La niña de Tres Luces corre, primero llevando cartas y más tarde un estallido de amor filial. Un amor cuyo latido nos llega a través de la letra de Keegan con un eco poderoso. Bebiendo agua, de esa que jamás devolverá el trozo perdido de la mujer que la acogió, apura el trago amargo de su propio abandono: “la agarro de la mano y siento que la equilibro”. Había pisado al llegar una frontera difícil, donde ya no era la misma pero tampoco la otra, cuando aún no se marcha el que la llevó hasta allí, dejándola sin valija, sin explicación y sin promesa de volver a recogerla.

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